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Informes médicos y psicológicos, forenses y de parte, ante la administración de Justicia

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Publicado en Hay Derecho?


A pesar de la altísima frecuencia con la que jueces, letrados y fiscales trabajan con informes médicos o psicológicos, en muchas ocasiones, el desconocimiento de las diferencias entre ambas ramas del ejercicio de la Psicología o la Medicina, hace que se utilicen mal, perjudicando con ello, indefectiblemente a una de las partes.
Obviando la incompatibilidad señalada por la Deontología y los Códigos de buena praxis que obliga a que, quien ha tenido conocimiento de los hechos en su ejercicio profesional, como psicólogo o como médico, sólo puede actuar en calidad de perito-testigo y nunca como perito forense, hay diferencias que pueden afectar directamente a la correcta interpretación de los documentos sanitarios, y por ende, al resultado del litigio.
El perito tiene como objetivo primordial ayudar a la administración de justicia en la toma de decisiones, independientemente de que la demanda de su intervención provenga del mismo tribunal, de cualquiera de las partes o de sus representantes procesales. Su fidelidad se debe exclusivamente a la administración de Justicia, cambiando además la obligatoriedad del “secreto profesional”. En el caso del perito toda información obtenida debe ser facilitada al proceso.
Un rol diferente es el de aquellos profesionales que han tenido conocimiento total o parcial de los hechos en el ejercicio de su profesión, tanto en intervenciones de urgencia (en crisis), como en tratamientos prolongados. En ese caso puede ser llamado a declarar como testigo, pero dado el tipo de intervención profesional en la que ha participado, se encuentra en la tesitura de que debe secreto profesional a su cliente. Secreto del cual sólo puede ser eximido por el mismo cliente o por providencia judicial.
Esta es una situación muy habitual en las salas de Justicia, pero sin embargo, por desinformación en la mayoría de las ocasiones,  pocos profesionales de la salud saben cómo se debe resolver correctamente para evitar verse envueltos en una maraña de demandas deontológicas, o lo que es peor, recibiendo una sanción del correspondiente colegio profesional.
Como explica Ramon J. Vilalta Suárez, Coordinador de Psicología Jurídica del Consejo General de la Psicología “La entrada en vigor de la ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, aún añade complicación a la distinción establecida anteriormente entre peritos y testigos, pues dentro del epígrafe de los testigos, introduce la figura del Testigo-perito (Art 370 de la LEC) e incluso contempla un trámite para la solución de la mentada situación del deber de secreto profesional (Artículo 371.1 de la LEC): 1. Cuando, por su estado o profesión, el testigo tenga el deber de guardar secreto respecto de hechos por los que se le interrogue, lo manifestará razonadamente y el tribunal, considerando el fundamento de la negativa a declarar, resolverá, mediante providencia, lo que proceda en Derecho. Si el testigo quedare liberado de responder, se hará constar así en el acta.”
J.M Muñoz de TSJ de Madrid llega incluso más allá en la interpretación del deber de separar ambos roles, asistencial y forense: “En las primeras actuaciones procesales inmediatas al delito puede demandarse la intervención del psicólogo forense para valorar la capacidad procesal de la persona denunciante, evitando situaciones de inseguridad jurídica. También puede solicitarse al perito psicólogo una intervención en crisis que permita, tras la estabilización del estado psicológico de la persona, el desarrollo de la diligencia judicial oportuna con las adecuadas garantías procesales (i.e., toma de declaración, reconocimiento en rueda, etc.). En esa circunstancia, si se diera el caso de que posteriormente se solicitara del técnico una evaluación pericial, ésta debería ser realizada por otro psicólogo forense para salvaguardar la objetividad e imparcialidad que la actuación asistencial pudiera haber contaminado”.
Pero más allá del deber ético y deontológico al que todos los profesionales estamos obligados, existen importantísimas diferencias de tipo técnico, que es fundamental conocer por parte de los profesionales no sanitarios implicados en temas judiciales.
Para empezar, la primera diferencia básica, es que el profesional clínico, tanto de la Sanidad pública como de la privada y ya estemos hablando de asistencia de urgencias, atención primaria u hospitalaria no desconfía, ni tiene por qué hacerlo, de lo que le manifiesta la persona que acude. Es una relación de ayuda y el profesional establece una relación terapéutica cuyo único fin es curar o paliar los síntomas. Uno de los objetivos primordiales es el establecimiento del tratamiento adecuado para la dolencia que el paciente le refiere. En líneas generales, y a excepción de casos muy evidentes, el diagnóstico diferencial de la simulación no se contempla, así como tampoco se cuestiona la causa que la persona afectada señala como origen del síntoma.
Así, como les resultará familiar a los profesionales del derecho, a la hora de recopilar documentación para elaborar un informe forense, nos encontramos casos en los que, por ejemplo, resulta difícil demostrar episodios de violencia de género, dado que aunque los documentos clínicos señalen las lesiones de forma evidente, como una fractura espiroidea o un hematoma periorbital en ausencia de otros daños, y estas lesiones observadas sean de difícil origen accidental, pero dado que la víctima, en el momento de acudir al hospital, refirió “que se había caído por las escaleras” o “que se había golpeado con una puerta”, eso y sólo eso es lo que consta como causa del accidente.
Por eso es tan importante, en un caso como el anterior, entre otros muchos posibles ejemplos, tener un buen médico forense que pueda explicar que, la fractura que aparece descrita es incompatible con el mecanismo de producción alegado, y un buen psicólogo forense que explique cómo, mientras una mujer se encuentra dentro de una relación violenta, tanto el miedo, como la dependencia o el Síndrome de la Mujer maltratada, pueden provocar que mienta reiteradamente a los facultativos.
También ocurre al contrario, cuando una persona señala “que tiene problemas con compañeros” y que a ello atribuye la ansiedad, tristeza o insomnio que sufre, queda recogido como tal, siendo posible que la presencia de otros factores explique esos síntomas como causa o concausa, pero dado que el paciente los omite, intencionalmente o no, el profesional no los puede recoger ni inferir.
Y muchas veces, todos esos informes se presentan como prueba irrefutable, sólo por estar recogido en un documento sanitario, sin tener en cuenta que el facultativo suele diferenciar siempre cuando el “paciente refiere” y cuando el profesional observa o constata.  Y ambas cosas, como saben, no son lo mismo.
Como señalan Fariñas y Arce “Los instrumentos usuales de medida clínica están desarrollados sobre la base de que estamos ante un paciente. Por tanto, no tiene interés el estudio de la simulación. Por ello, las entrevistas estructuradas o semi-estructuradas, al igual que los listados de síntomas e instrumentos de medida psicométricos, no cumplen con el propósito de controlar la simulación de un trastorno mental al propiciar información que la facilita. Por ejemplo, ante la pregunta ¿tiene usted dolores de cabeza?, el sujeto simulador tiene ante sí un efecto facilitador de respuesta de simulación. Este tipo de preguntas proporcionan al sujeto un camino conducente para la selección de los síntomas asociados a una determinada enfermedad psíquica, con lo que ya sólo sería suficiente que tenga la habilidad precisa para discriminar entre ítem pertenecientes a una patología u otra.”.
No obstante en ocasiones, incluso en los informes médicos pueden verse señales de que al clínico “algo no le cuadra” y estas, son difíciles de advertir por parte de un lego, ya que si en el informe del hospital se señala que “el paciente acude a Urgencias por elevada ansiedad” y en la exploración clínica se señala, por ejemplo que se encuentra eupneico, normotenso etc… o que “no resuena afectivamente”, precisamente está diciendo que no observa nada de lo que el paciente afirma. Y aun así se presentan como prueba de un cuadro ansioso.  Y después se indignan de que el forense haya dictaminado que no ve indicios de dicho trastorno, cuando precisamente, lo que ha hecho, ha sido corroborar y traducir a un lenguaje más inteligible los partes médicos aportados.
Por otro lado muchos de los síntomas tienen un componente subjetivo. Dolores musculares, insomnio, tristeza continuada, ansiedad, son de difícil constatación y de aún más difícil determinación de la simulación en consultas, que generalmente suelen ser breves. Es relativamente fácil simular durante quince minutos, pero no lo es tanto cuando la entrevista estructurada dura más de una hora y el profesional forense sí está entrenado en la detección de la simulación. Mantener la coherencia, no solo en el discurso, sino en la resonancia afectiva, en la postura corporal, en los gestos que reflejan nerviosismo, en la sudoración o la respiración… etc durante sesiones que pueden exceder las dos hora,  es mucho más difícil.
Pero los forenses no nos encontramos solamente ante la necesidad de valorar la simulación, ya que esto no es una realidad dicotómica, de blancos y negros, debemos evaluar también la disimulación, la sobresimulacion (exageración de síntomas existentes), la presimulacion (simulación del cuadro para cometer un delito y utilizarlo como atenuante y/o eximente) la metasimulacion (prolongación de síntomas ya desaparecidos) o la atribución de unos síntomas existentes causados por otro problema distinto  no relacionado con el tema judicial que se esté tratando.
En un informe forense, lo más importante no es el diagnostico en sí, si no establecer que la génesis  del mismo forma parte, total o parcialmente (causa o concausa) del problema judicial planteado. El diagnóstico puede existir, la enfermedad o el trastorno alegado ser reales, pero ¿tienen su origen en el trasfondo de la demanda? ¿Existe alguna otra patología de fondo que el cliente nos esté ocultando y que pueda explicar total o parcialmente la enfermedad actual? En este punto dada la dificultad de acceso a la historia clínica anterior de la persona, la exploración forense puede verse seriamente limitada (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011). Por ello es fundamental solicitar la Historia Clínica completa de la persona a evaluar y maximizar las precauciones si esta no se aporta en su totalidad para su estudio.
Otra de las cuestiones es que, dado que el profesional, en múltiples ocasiones, ha sido contratado por una de las partes, la primera pregunta que suele hacer la otra parte implicada durante la ratificación es “¿quién paga al perito?” en cualquiera de sus formas posibles, intentando sembrar la duda sobre la parcialidad del mismo. Ante esta estrategia, que los psicólogos denominamos ziskinización debemos plantear una escrupulosa metodología que pueda ser sometida al escrutinio de peritos propuestos por cualquiera de las partes intervinientes, incluyendo aquí a los profesionales forenses adscritos a la administración de justicia, sin que pueda encontrase una sola fisura en el diseño de la evaluación, en las herramientas utilizadas, ni una inferencia que no esté apoyada por una sólida base teórica.
Como afirma en Colegio de Psicólogos de Asturias en su Guía Ética: “El acto de la ratificación, en ocasiones convertido en ziskinización, donde se plantea una estrategia de descrédito del experto, nos responsabiliza de cada afirmación contenida en el informe, nos impele a cuestionarnos los métodos e instrumentos utilizados, interpelándonos sobre el conocimiento de cada caso en particular y nos aleja de los informes «tipo».
Una de las pautas que ayudan, no sólo a defender la imparcialidad, si no a evitar momentos incomodos con quien nos haya solicitado la pericial, cuando esta es una de las partes o sus representantes procesales (cuando la designación es por insaculación este problema no existe), es plantear una valoración previa, que debe ser abonada con anterioridad a la realización de la misma y tras la cual se aportarán al solicitante los resultados de la evaluación, respetando a partir de ese momento que la persona decida continuar con la emisión del informe o no.
Respecto a la metodología, siguiendo pautas del Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales sobre evaluación forense de la enfermedad mental la información clínica obtenida será grabada para, después, proceder al análisis de contenido de la misma a través de las categorías descritas en el DSM-IV-TR. (Manual Diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales)
En esas entrevistas, además se procederá a administrar una serie de pruebas psicodiagnósticas que contengan escalas de medida que permitan una valoración de veracidad, deseabilidad o manipulación de la imagen, así como de pruebas específicas de control de la simulación.
Todas las pruebas realizadas deberán cumplir los criterios de calidad: fiabilidad y validez para la población española, habiendo sido seleccionadas siguiendo estricto cumplimiento del Código Ético de la APA: American Psychological Association (1992). Así como las directrices de Heilbrun para la determinación de test de uso forense .
La hoja de respuestas de cada una de las pruebas debe ser firmada por el cliente y el perito y estar a disposición de quien quiera replicar los resultados obtenidos, si así se solicita y lo dispone el Tribunal.
Actualmente casi todas las pruebas existentes se corrigen a través de plataformas externas mecanizadas, facilitadas con la adquisición de la licencia de cada prueba, minimizándose así las posibilidades de error en la generación de perfiles. Respecto a la interpretación de los resultados es conveniente el uso, no sólo de los manuales de corrección de las pruebas, sino la cita obligada de la base teórica o los estudios que fundamenten las conclusiones más importantes.
Como indican los profesores Arce y Fariña “si se observan más de dos criterios de simulación el perito forense habrá de proceder al control de los falsos positivos (verdaderos enfermos informados como simuladores) mediante el uso de los criterios positivos, el registro de sintomatología no accesible a la simulación y el Modelo de Decisión Clínica de Cunnien (1997)”
La realización de una pericial forense debe minimizar al máximo posible la ambigüedad, la posibilidad de error y reseñar el alcance y limitaciones de las conclusiones emitidas. Solamente mediante la más escrupulosa metodología y observando todos y cada uno de los principios éticos y deontológicos de la profesión se puede acaban siendo citado en sentencias judiciales de la manera siguiente: “En este sentido, es contundente la prueba pericial practicada, rigurosa, objetiva y muy profesional…”  u otra mención que subraya que un determinado dictamen …”se fundamenta mediante una completa metodología y presenta una indudable consistencia en sus apreciaciones.” Y ello a pesar de ser dictámenes “de parte”.

En colaboración con La Mente es Maravillosa:

Descripción del curso

Puede que también tú seas todo un erudito racional. Te sientes competente en muchas áreas de tu trabajo, dominas múltiples conocimientos y diversas competencias. Sin embargo, en esta sociedad plenamente orientada al exterior y a estos entornos tan sobrecargados de estímulos e informaciones, nos estamos olvidando de algo esencial: de atender nuestras raíces, de comprender y cuidar de esa vasta anatomía psicológica donde se halla nuestro auténtico potencial humano.
Conseguirlo no es nada fácil, sin embargo, en esta ocasión vas a tener tu mejor oportunidad. En el presente curso dispondrás de un guía excepcional: Ana Isabel Salegui nos ofrece toda su amplia experiencia en este campo para asentar esas bases con las que, de forma directa y práctica, harás de tus carencias tus oportunidades. Lograrlo, va a ser más apasionante que nunca.
En esta apasionante aventura de la comprensión del campo psicológico y sus herramientas vamos a convertirnos a lo largo de 10 sesiones, en auténticos motores del cambio. Dejaremos de ser simples ruedas embestidas por la sociedad o por nuestros entornos para disfrutar de una mejor higiene y salud mental. Para conseguirlo, Ana Isabel Salegui nos desvelará los misterios de nuestro cerebro y nuestra personalidad.
Te hablaremos de las fobias, de los ataques de pánico y de los trastornos del estado de ánimo. Manejarás, sesión a sesión, una buena terminología y adecuados conocimientos sobre el tema, esos que tú mismo podrás evaluar en un test final.
Nunca la psicología ha estado tan a tu alcance, nunca de forma tan cercana, profunda y sencilla para aumentar tu potencial como persona. Abre tu mente, ahonda en las raíces de tu personalidad y empieza a sentirte mejor cada día con este curso.

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    Publicado originalmente en JUPSIN

    YO, TU, ELLA, NOSOTRAS, VOSOTRAS….ELLAS. 

    MUJERES ANTE LOS DELITOS SEXUALES

    No estás segura de cuando fue, eras muy pequeña, cinco o seis años, como otras veces corriste detrás de la pelota y al levantar la cabeza estaba allí, tras el seto del parque, tenía algo en la mano y gemía como si se ahogara, no sabías interpretar qué estaba haciendo, pero te quedaste paralizada, algo en ese hombre te dio miedo. Gritaste llamando a papá y en ese momento él salió huyendo.

    Seis años después ni siquiera recordabas ese día. Estrenabas sujetador y adolescencia a la vez. Camino del colegio escuchaste un silbido – “te la metía hasta el fondo”-. Te giraste asustada para ver la cara de un señor, como tu padre, de su misma edad, que te miraba con ojos babosos y te hacía gestos obscenos. Volviste a sentir miedo. Tambien sentiste asco.

    No había pasado ni un año cuando te dieron permiso por primera para ir a esa fiesta en la casa de una amiga, iba a ir el chico que te gustaba y lo que más os emocionaba era que no habría padres, ni adultos y por fin podríais hacer cosas “de mayores”. Habíais escondido unas botellas de ron en el armario en un descuido de sus padres, os la había comprado su hermana mayor, cómplice necesaria para esa “travesura”. 
    Esa noche, bebiste por primera vez, estabas muy mareada y cuando él te llevó hacía una de las habitaciones no sabías muy bien que decirle, querías estar con él, pero sólo querías que te besara.  Cuando metió sus manos bajo tu camiseta y te resististe te dijo “si no quieres me enrollo con otra”. No sabías que hacer, tú no querías eso pero él te gustaba mucho. Te dio otra copa. Para cuando metió las manos bajo tu falda ya estabas demasiado borracha como saber que estaba ocurriendo.
    Al día siguiente te sentías fatal, vacía, sucia, tú  solo querías que te besara, no deberías haber entrado en la habitación con él, por primera vez te sentiste culpable.

    No volviste a salir con esos chicos. Te daba vergüenza. Es posible que ni siquiera él fuera consciente de que se había aprovechado de tu estado. Y a ti nadie te había explicado lo que era una agresión sexual, pensabas que era lo que salía en las películas…pues eso…un desconocido que te asalta en una calle oscura, te tapa la boca, te desnuda a la fuerza.

    Años después, ya en la Universidad tenías cuidado para no volver sola a casa, aunque estuvieras cerca, preferías coger un taxi, andar sola por las calles oscuras te hacía sentir insegura y tampoco querías que te acompañaran amigos, ni conocidos… te habías visto en demasiadas ocasiones teniendo que apartar a “tu eventual protector” mientras se lanzaba a besarte en el portal. Demasiadas situaciones incomodas que te resultaba violento manejar.  

    Pasó el tiempo. Comenzaste en tu primer trabajo, un día, tu superior te invitó a comer, no sabías muy bien que pensar, ni si era algo que hacía normalmente con los “nuevos”. Tampoco querías preguntar y arriesgarte a quedar como una pánfila ignorante. A lo mejor sólo quería hablar de trabajo…
    No era lo que imaginabas. Comenzaste a sentirte incomoda desde el momento que te dijo lo guapa que le parecías. No sabías donde meterte cuando empezó a contarte que hacía años que dormía en otra habitación porque su mujer era una “estrecha”. Cuando propuso tomar una copa te escabulliste diciendo que tenías que entregar un informe, se rio y te dijo que no era necesario, después de todo el jefe era él. Ya no tenías argumentos.

    A partir de ese día intentaste esquivarle, pero aprovechaba cualquier momento para tocarte el brazo, rozarte o arrinconarte entre la pared y la máquina de café. Tenías miedo a que un NO rotundo se convirtiera en carga extra de trabajo o pudiera ser un problema para la renovación del contrato. En la cena de Navidad te llamó calientapollas al oído  mientras te agarraba el brazo. Todo el mundo miraba hacia otro lado. También era su jefe… Le apartaste de un empujón y a partir de ese día comenzó el infierno. Petición de informes a última hora, cambios de turno imprevisto que te obligaban a reorganizarte,  negativas a impartición en cursos de la empresa…. Acabaste en la consulta del psiquiatra, pero sólo le dijiste que “te costaba mucho dormir y llorabas a todas horas”. Tras darte una baja que no deseabas llegó el despido. Improcedente, pero no tenías fuerzas ni ganas para pelearlo en un tribunal y mucho menos para volver a ver la cara de ese hombre que había acabado por darte un profundo asco. Además…¿Quién te iba a creer? No tenías pruebas.

    Meses después, ya recuperada, comenzaste a salir con un amigo del novio de una amiga, al principio todo era perfecto, como en las películas, hasta que empezó a decirte que cuando salías con tus amigas “ibas buscando guerra vestida así” y te pedía que le enviaras fotos de donde y con quien estabais. Al día siguiente siempre estaba enfadado y te obligaba a hacer cosas en la cama que no te apetecían. Parecía como si te estuviera haciendo pagar haber salido sin él. No querías decirle que no porque  no querías que se enfadara más. Y accedías por miedo a que se fuera dando un portazo y te castigara con su silencio.

    Conseguiste dejarle. “Maltrato psicológico” le decías tus amigas. Lo de la cama  no se lo contaste a nadie, después de todo tú podías haberte negado…O quizás no. Prefieres no preguntártelo a ti misma….
    Una mujer a lo largo de su vida se enfrentará con toda probabilidad a algunas de estas situaciones, es posible que pasé por varias de ellas o por otras incluso peores. Son los delitos contra la libertad sexual.

    En el año 2015 se denunciaron en España más de 9000, de los cuales 1227 fueron violaciones. Una mujer violada en nuestro país cada siete horas.  Pero la inmensa mayoría de los delitos contra la libertad sexual no se denuncian.

    La violencia sexual puede aparecer en la vida de la mujer en cualquier ámbito, aunque es el marco de la relación de pareja donde más pasan desapercibidos, ya que muchas veces las propias víctimas consideran el hecho de que su pareja abuse sexualmente de ella sistemáticamente como algo normal porque “son necesidades de los hombres”. Por otro lado, muchos agresores no tienen conciencia de estar haciendo algo mal, ya que tenemos identificada la agresión sexual con el uso de la fuerza y en mucha menor medida con la coacción o con aprovechar la poca capacidad de defensa en casos de consumo de alcohol o drogas.

    Los delitos contra la libertad sexual engloban una serie de casos como agresiones, abuso, exhibicionismo, proxenetismo, acoso sexual e imposición del uso o no de anticoncepción.

    Tanto en el caso de agresión sexual como en el abuso y el acoso, el factor común es la falta de consentimiento de la víctima en la realización de la conducta sexual sea del tipo que sea, o que este consentimiento no sea real, esté mediatizado por el engaño, el chantaje, el miedo a las represalias, el miedo a una paliza, el abuso por superioridad, la ingesta de sustancias, enfermedad mental… etc.

    La diferencia entre agresión y abuso está en la existencia en la primera del empleo de violencia o intimidación, con o sin acceso carnal o penetración anal, oral o de objetos. En el abuso no hay violencia o intimidación pero sí falta de consentimiento o “consentimiento viciado” y puede existir o no acceso carnal o penetración anal, oral o de objetos.

    Las fiestas populares, o las celebraciones masivas son un momento especialmente peligroso desde el punto de vista de las agresiones sexuales y los abusos, como sucedió en Colonia la pasada Nochevieja.

    En nuestra sociedad el consumo de alcohol sirve tanto para culpabilizar a la víctima como para exculpar al agresor, en un doble rasero difícilmente comprensible.

    Es relativamente frecuente que en casos de mujeres el acoso laboral o mobbing tenga como precedente una situación de acoso sexual. Hay dos tipos de acoso sexual en el trabajo de los cuales, el segundo es el más silenciado.
           1-Acoso quid pro quo: El abuso desde una posición de poder para lograr beneficios sexuales.  La respuesta al acoso sirve de base, implícita o explícitamente, para decisiones relacionadas con el acceso de dicha persona a la formación profesional o al empleo, a la continuidad del contrato de trabajo, a la promoción profesional, al aumento de salario, etc. (González de Rivera, 2002) 
         2-Acoso sexual ambiental (hostile environment harassment):Se genera cuando se crea un clima de trabajo hostil y sexual, lo suficientemente grave e intenso como para alterar las condiciones laborales del trabajador y crear un entorno laboral abusivo. En muchas ocasiones este ambiente laboral inadecuado puede ser aceptado como una costumbre o una situación normal en nuestra cultura. Es un acoso más sutil pero cualquiera puede observar si mira lo que le ocurre a muchas camareras en bares de copas o a ingenieras en una obra.

    En muchas ocasiones no hay conciencia de delito ni por parte de los autores ni por parte de las víctimas, el trasfondo cultural nos trasmite “que las cosas son así”. La ausencia de lesiones visibles, físicas, es un hándicap para entender el impacto sobre las víctimas, ya que al no haber daño psíquico la percepción social es de que “no les han hecho nada”.

    Casi todos estos delitos tienen en común la dificultad probatoria, ya que muchas veces se trata de situaciones “palabra contra palabra” y en la que la mujer será sometida, en caso de interponer denuncia a la ordalía del “juicio social paralelo”. Donde será, con toda probabilidad, cuestionada su responsabilidad sobre los hechos, siendo uno de los pocos delitos, junto con la violencia de género, en que los mitos sociales presuponen culpabilidad a la víctima. 

    Ya es hora de que aprendamos que no hay que enseñar a las mujeres a defenderse, hay que enseñar a los hombres a no agredir.

     
    Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal.
    Artículo 185
    El que ejecutare o hiciere ejecutar a otra persona actos de exhibición obscena ante menores de edad o personas con discapacidad necesitadas de especial protección, será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o multa de 12 a 24 meses.
    Artículo 181
    1. El que, sin violencia o intimidación y sin que medie consentimiento, realizare actos que atenten contra la libertad o indemnidad sexual de otra persona, será castigado, como responsable de abuso sexual, con la pena de prisión de uno a tres años o multa de dieciocho a veinticuatro meses.
    2. A los efectos del apartado anterior, se consideran abusos sexuales no consentidos los que se ejecuten sobre personas que se hallen privadas de sentido o de cuyo trastorno mental se abusare, así como los que se cometan anulando la voluntad de la víctima mediante el uso de fármacos, drogas o cualquier otra sustancia natural o química idónea a tal efecto.
    3. La misma pena se impondrá cuando el consentimiento se obtenga prevaliéndose el responsable de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima.
    4. En todos los casos anteriores, cuando el abuso sexual consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías, el responsable será castigado con la pena de prisión de cuatro a diez años.
    Artículo 1841. El que solicitare favores de naturaleza sexual, para sí o para un tercero, en el ámbito de una relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, y con tal comportamiento provocare a la víctima una situación objetiva y gravemente intimidatoria, hostil o humillante, será castigado, como autor de acoso sexual, con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses.

    2. Si el culpable de acoso sexual hubiera cometido el hecho prevaliéndose de una situación de superioridad laboral, docente o jerárquica, o con el anuncio expreso o tácito de causar a la víctima un mal relacionado con las legítimas expectativas que aquélla pueda tener en el ámbito de la indicada relación, la pena será de prisión de cinco a siete meses o multa de 10 a 14 meses.

    Artículo 178
    El que atentare contra la libertad sexual de otra persona, utilizando violencia o intimidación, será castigado como responsable de agresión sexual con la pena de prisión de uno a cinco años.

    Denuncia. Por mi, por ti, por ella….por nosotras, por  vosotras, por ellas

    En colaboración con la Fundación QSD Global :

    Superar una pérdida es difícil, casi cualquier pérdida, pero hay factores que van a dificultar aún más la asunción de la misma. Y muchos de ellos aparecen en la elaboración del duelo de las personas desaparecidas.

    La primera es el factor sorpresivo, una enfermedad te prepara para la despedida, en cambio un accidente, un infarto o una desaparición te cogen por sorpresa, dejando a abuela con la comida puesta, a los amigos preparando esa fiesta de cumpleaños, y a la hermana organizando ese viaje juntas. Con frases a medio decir y sentimientos de incredulidad. Nos cuesta creer aquello que nunca hemos pensado previamente.

    El segundo factor está preñado de dudas. La familia no sabe si prefiere creer que se ha ido, aún sin comprender por qué, aún sin encontrar motivos para ello, que pensar que alguien se ha llevado a la persona que quieren.  Si se ha ido puede volver a aparecer en cualquier momento, extrañándose de la expectación que ha generado su ausencia. La esperanza y la incertidumbre protagonizan una etapa en la que muchos familiares se quedan anclados. Creer que se fue da menos miedo que pensar que lo llevaron.
    En esos casos, la cama sigue hecha y la ropa recién planchada sobre ella, convirtiéndose la habitación en una extensión de la esperanza de los familiares. Cualquier día se abrirá la puerta y la vida continuará donde la dejaron ayer.
    A veces hay indicios, más o menos contundentes que señalan que la persona no se ha ido, que alguien ha tenido que llevársela y entonces aparecen el recelo y las sospechas, llegando en ocasiones al paranoidismo, pensando casi cada momento, que aquel vecino que nos pregunta insistentemente, a lo mejor sabe algo que no nos quiere contar. En nuestra mente es más fácil aceptar una desaparición por una catástrofe natural que cuando interviene la mano humana, esto último nos enfrenta al hecho incuestionable de que la maldad existe. Y se nos rompe algo más dentro, algo fundamental para convivir en sociedad, la confianza en el ser humano.

    Y aun así, aunque todo apunte a que alguien le hizo desaparecer necesitamos creer que nuestro ser querido está secuestrado, pero vivo, quizás en manos de una mafia, pero vivo, atrapado en una secta, pero vivo, amnésico, orate o enganchado a las drogas. Pero vivo.

    Pero pasan las semanas, los meses y los años y solo quedan dos opciones, aceptar que no va a regresar o perder el contacto con la realidad y seguir creyendo absolutamente a ciegas en lo que casi nadie ya puede creer. No hay duelo si no hay pérdida pero la ausencia y las preguntas sin respuesta martillean constantemente sobre los que se quedan.

    “La muerte de un ser querido es una experiencia amarga. El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por el fallecimiento de una persona próxima y que pueden oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza hasta una sensación de desgarro y de desolación completa, que, en los casos más graves, puede durar años e incluso toda la vida” (Echeburúa, 2004)[i]

    ¿Pero qué ocurre cuando no podemos saber con certeza si esa muerte se produjo? ¿Cuándo queda un resquicio que nos hace que nos neguemos a creerla? En el duelo patológico la persona niega la pérdida pero ¿cómo no negarla en estas circunstancias?

    La pérdida de un ser querido puede ser el factor más estresante en la vida de una persona, especialmente si se produce de forma imprevista y se trata de un hijo. El proceso de aceptación de su muerte es el más difícil de todos. La muerte de un hijo es un hecho antinatural, que produce una inversión del ciclo biológico normal. Ni siquiera hay un término para describir al superviviente, como lo hay en el caso de la pérdida de un padre (huérfano) o de un marido (viuda). Alrededor de un 20% de los padres que pierden a un hijo no llegan a superarlo nunca (Pérez Trenado, 1999)[ii]. (Echeburua y Herran 2007)[iii].

     Criterios diagnósticos del duelo complicado. (Lacasta y Soler 2004)[iv]

    Criterio A: estrés por la separación afectiva que implica la muerte
    Presentar, cada día o de forma acusada, 3 de los 4 síntomas siguientes:
    1.      Pensamientos intrusivos (que entran en la mente sin control) acerca del fallecido.
    2.      Añoranza del fallecido (recuerdo de su ausencia con enorme y profunda tristeza).
    3.      Conductas de búsqueda del fallecido, aún sabiendo que está muerto.
    4.      Sentimientos de soledad como consecuencia del fallecimiento.

    Criterio B: estrés por el trauma psíquico que supone la muerte Presentar, cada día o de forma acusada, y como consecuencia del fallecimiento, 4 de los 8 síntomas siguientes:
    1.      Falta de metas y/o tener la sensación de que todo es inútil respecto al futuro.
    2.      Sensación subjetiva de frialdad, indiferencia y/o ausencia de respuesta emocional.
    3.      Dificultad para aceptar la realidad de la muerte.
    4.      Sentir que la vida está vacía y/o que no tiene sentido.
    5.      Sentir que se ha muerto una parte de uno mismo.
    6.      Asumir síntomas y/o conductas perjudiciales del fallecido, o relacionadas con él.
    7.      Excesiva irritabilidad, amargura y/o enfado en relación con el fallecimiento.
    8.      Tener alterada la manera de ver o interpretar el mundo.

    Criterio C: Cronología La duración de los síntomas mencionados debe ser de al menos 6 meses.

    Criterio D: Deterioro El trastorno causa un importante deterioro de la vida social, laboral o de otras actividades significativas de la vida de la persona en duelo.

    Cuando pensamos en personas desaparecidas la mayoría de la gente piensa en la victima, en el desaparecido, no en las otras víctimas de esa ausencia, sus padres, esposas, maridos, hermanos o hijos. Personas encerradas en esa habitación vacía, atrapadas en ese momento del pasado en que le vieron por última vez, atadas a preguntas sin respuesta. 



    [i]Echeburúa, E. (2004). Superar un trauma: el tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.
    [ii] Pérez Trenado, M. (1999). El proceso de duelo y la familia. En W. Astudillo, C. Arrieta, C. Mendinueta y 1. Vega de Seoane (Eds.). La familia en la terminalidad. Bilbao. Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos.
    [iii]Echeburúa, E. y Herrán, A. (2007). ¿Cuándo el duelo es patológico y cómo hay que tratarlo? Análisis y Modificación de Conducta, 33(147), 31-50.
    [iv] . Lacasta Reverte MA, Soler Sáiz MA. El duelo: prevención y tratamiento del duelo patoló- gico. Cuidados después de la muerte. En: Manual SEOM de Cuidados Continuos. Camps Herrero C, Carulla Torrent J, Casas Fdez. de Tejerina A, González Barón M, Sanz Ortiz J, Valentín V (eds.). Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). 2004.

    Tras la participacion en el programa “Sin Filtros”: Desmontando el discurso de un violador”,  el periódico La Vanguandia se hace eco del reportaje con su artículo “El peor violador de España ya está en la calle”. 


    Arlindo Luís Carbalho Cordero, más conocido como el violador de Pirámides, tiene un infausto registro: es el agresor sexual más importante de la historia de España. Fue condenado a 514 años de prisión por haber cometido 35 violaciones, aunque entre rejas se jactó de haber violado al menos a 140 mujeres. Tan sólo ha pasado 20 años en la cárcel y ya se encuentra en libertad.
    Un equipo de Sin Filtros le ha entrevistado en el municipio cacereño de Valencia de Alcántara, donde intenta rehacer su vida.
    El violador llevaba una doble vida: estaba casado y tenía hijos. Era instalador del gas y aprovechaba que su mujer trabajaba en el distrito madrileño de Arganzuela, concretamente en la glorieta de Pirámides y en las inmediaciones del estadio Vicente Calderón. Agredía a sus víctimas mientras esperaba que su esposa saliese del trabajo. Después, la recogía y volvían juntos a casa.
    Ahora dice estar arrepentido y reinsertado, pero muchos no lo creen. Ana Isabel Gutiérrez, psicóloga forense, ha analizado el discurso de este agresor sexual para los reporteros de Sin Filtros. Su opinión es turbadora, llegando a afirmar que en los momentos de la entrevista en los que Arlindo se derrumba “no es por las víctimas si no por él mismo”:
    El artículo completo aquí

    Recientemente, tras los terribles incendios que afectaron a Galicia, Asturias y Portugal, en Octubre del 2017, la psicóloga forense Ana Isabel Gutiérrez Salegui participo como experta en el programa Sin Filtros explicando los distintos perfiles psicológicos que suelen encontrarse detrás de estas catástrofes “no naturales”.

    Para ver el vídeo completo pulsa aquí

    Perfilación de víctimas de delitos violentos. Más allá del análisis forense.


    En una inmensa mayoría de actos criminales las víctimas no son aleatorias. Hay algún factor, característica o rasgo directamente relacionado con el hecho de que el actor se fije como objetivo esa persona concreta. 

    Incluso en los casos de asesinos seriales, donde muchas veces la relación entre víctima y agresor puede ser nula, podemos encontrar características en la victima que nos señalan la firma del agresor, las necesidades emocionales y psicológicas que está cubriendo y que pueden orientarnos hacia un posible sospechoso o hacía su perfil, ayudando a acotar la búsqueda del autor.

    Más allá de los datos que puede aportar una víctima superviviente, en los casos de mayor dificultad como pueden ser víctimas incapaces de comunicarse, afectas de demencia, de amnesia postraumática psicógena o en coma, están los casos en los que la víctima está muerta o incluso desaparecida, punto este último que nos sitúa en la duda de si efectivamente ha sido víctima de un delito, o se trata de una desaparición voluntaria, inducida o no.

    Este es el núcleo central de la perfilación de las víctimas, ayudar a desentrañar de la mano de los datos aportados por la investigación pero con los conocimientos teóricos de la victimología, qué ha podido ocurrir, cuales son las motivaciones implicadas y por último que tipo de persona debemos buscar como causante de los hechos. 
    Contenidos: 
    1-Objetivos en la perfilación de víctimas.

    2- Datos relevantes en la elaboración de perfiles.

    3-Integracion de perspectivas: Lo que la persona es realmente-Lo que su familia conoce-Lo que revela sus interacciones sociales.

    4-Tipos de delitos más habituales en función de factores:

    Sexo:
    El hombre como víctima.
    La mujer como víctima.
    Edad:
    Victimas hasta tres años.
    Victimas menores hasta 12 años
    Adolescentes.
    Perfilación en la victima adulta.
    Ancianos

    Discapacitados.

    5-La autopsia psicológica: ¿Accidente, suicidio o crimen?


    Perfilación Criminal. 


    6-Fundamentos teóricos.
    Por otro lado están los perfiles criminales. Que características psicológicas o psicopatológicas poseen los autores de los mismos. A través del estudio de múltiples casos y desde la perspectiva nomotética se puede realizar una aproximación al perfil psicológico del causante en función de datos y características de la víctima, la escena, el modus operandi o el tipo de delito. Si bien cada investigación debe iniciarse con total ausencia de ideas previas, para evitar sesgos que nos confundan, los hallazgos obtenidos deben relacionarse con las tipologías desarrolladas, siendo la relación entre hallazgos y conocimientos teóricos quienes nos ayuden en la formulación de hipótesis, para lo cual es fundamental el conocimiento exhaustivo de los perfiles criminales.

    7-Fuentes de información para realizar el perfil criminal.
    La escena/s
    La victima
    Autopsia forense.
    Modus operandi
    Firma del autor
    Medidas de precaución forense.

    De las fuentes anteriores debemos ser capaces de intentar completar un perfil del criminal con la mayor exactitud posible, es verdad que en los casos de desapariciones o en los que desconocemos donde está la escena primaria y sólo tenemos una escena secundaria a la que ha sido trasladado el cadáver, la obtención de datos fiables se complica, no obstante, es fundamental que si se realizan inferencias o suposiciones sean reseñadas como tales.

    Este es un resumen de las áreas que pretende abordar el Curso de Elaboración de Perfiles de IPIC (Instituto de Probática e Investigación Criminal) que se celebrará los próximos 3 y 4 de Marzo en el Club 567 Dirección: Calle de Velázquez, 12, 4º.  28001 Madrid
    Precio: 100 euros
    Organiza IPIC. Instituto de Probática e Investigación Criminal http://www.icriminal.org/
    Información y matriculas: info@icriminal.org

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