Sígueme en las redes sociales


Archive for the
‘Duelo’ Category

“Las tecnologías no son buenas o malas ‘per se’, sino por el uso que hagamos de ellas […] Donde realmente reside el peligro es en aquellas personas que están desarrollando un duelo congelado, o un duelo patológico”, alerta Ana Isabel Gutiérrez.

La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez ha explicado en Más Vale Tarde que recrear la voz de tus familiares fallecidos “puede tener un uso terapéutico”, pero al mismo tiempo “mucho peligro”.

“Las tecnologías no son buenas o malas ‘per se’, sino por el uso que hagamos de ellas, es importante comprobar en qué estado se encuentran las personas con las que se va a hacer un experimento así”, ha añadido.

En este aspecto, la psicóloga ha apuntado que estas situaciones implican “diferentes niveles de activación emocional, de resonancia afectiva” y que “hay gente que se echa a llorar y gente que transmite alegría porque están en distintos momentos del duelo”.

“No es lo mismo estar en una fase de negación, que de resolución. Eso va a condicionar mucho la reacción“, ha subrayado Ana Isabel Gutiérrez.

Además, la experta ha apuntado que “donde realmente reside el peligro es en aquellas personas que están desarrollando un duelo congelado, o un duelo patológico, que no son lo mismo. Esto podría ser tremendamente dañino porque podrían llegar a tener una especie de adicción a estar escuchando a ese familiar con el que siguen manteniendo un vínculo”.

Según ella, “quienes primero van a demandar estos ‘productos’ son los que tienen esos duelos patológicos“.

Al respecto, la psicóloga ha destacado que “uno de los signos del duelo patológico es conservar todo tal y como estaba cuando la persona vivía, como la habitación. Hay extremos en los que incluso se sigue poniendo el plato sobre la mesa, se habla con esa persona y se mantienen los rituales”.

Sobre el duelo congelado, Ana Isabel Gutiérrez ha explicado que se da “cuando está parado en una fase y no avanza”.

 

https://www.lasexta.com/

 

La especialista, que ha declarado en el juicio por el asesinato del pequeño, señala que el hermano pequeño siempre va a ser una persona con “desadaptación, como sus padres”

Álex, el niño de nueve años asesinado presuntamente por Francisco Javier Almeida después de agredirle sexualmente en Lardero era el “héroe” de su hermano, que siempre va a ser una persona con “desadaptación, como sus padres”, tal y como ha relatado la psicóloga que está atendiendo al niño, de siete años en el momento del suceso.

En la cuarta sesión del juicio, por jurado popular, que la Audiencia Provincial de Logroño está desarrollando contra Francisco Javier Almeida, diferentes especialistas han descrito, a petición de la acusación, cómo la familia de Álex son, también, “víctimas directas y no podrán volver a tener una vida normal”.

Las primeras en testificar han sido las psicólogas del Equipo de Respuesta Inmediata del SOS Rioja-Cruz Roja, que han relatado su intervención aquel 28 de octubre del 2021, cuando recibieron una llamada para atender a unos padres que estaban al lado de su hijo mientras lo estaban reanimando.

Acudieron al lugar y se encontraron a la mamá abrazada al cuerpo sin vida de su hijo y al papá “ausente, con la mirada perdida”. Los dos estaban “en shock”. Desde entonces, la atención que les han prestado es “continuada porque presentan una grave afección psicológica”.

La madre de Álex tiene un “fuerte dolor emocional” que le afecta a nivel tanto “psicológico como social, familiar incluso laboral”. Tiene pesadillas y presenta una sintomatología depresiva.

La psicóloga ha relatado cómo experimenta pesadillas, incapacidad para acceder a las actividades de la vida diaria, miedo e inseguridad. La madre de Álex “reexperimenta” lo sucedido esa noche.

Aquella noche, ambos, “vivieron una situación y traumática que les dejó un shock muy fuerte”. Ella tiene un duelo patológico cronificado por las circunstancias y cierta sintomatología depresiva que no sólo no mejora, sino que está empeorando. Él, por su parte, se encuentra en “duelo congelado, no es capaz de enfrentarse a situaciones que le recuerdan a la experiencia, rechaza todo lo relacionado con la muerte de su hijo y esa noche”. Son “víctimas con secuelas permanentes”.

Con respecto al hermano de Álex, de siete años entonces, su terapeuta ha relatado cómo presenta un trastorno de estrés postraumático. No es capaz de tener un sueño reparador y, además de secuelas emocionales, tiene secuelas cognitivas: desmotivación y falta de concentración. Presenta cambios radicales, de la animación a la rabia, la frustración; con rabietas fuera de lo común. Un niño que siembre había sido “muy estable” para el que su hermano era su “héroe”.

EL HERMANO QUIERE SER POLICÍA

El niño repite conductas de su hermano como forma de “mantenerlo”, ha contado la psicóloga, que no ha podido evitar estallar en llanto. El hermano tiene la “idea obsesiva de que tiene que ser policía para proteger a otros niños”.

Ha explicado que el niño “no tiene el cerebro desarrollado” y que, a causa de lo ocurrido, tendrá conductas “inapropiadas y desadaptativas cuando llegue a la adolescencia”. No están teniendo la crianza que hubiera tenido y todo formará parte de su personalidad y le afectará, también, a nivel cognitivo.

Hoy han comparecido, también, los psicólogos que redactaron el informe sobre la situación de la familia. Han incidido en que la madre revive lo ocurrido esa noche, con imágenes que le aparecen “una y otra vez”. No puede salir de noche, tiene una reacción fisiológica de miedo.

Está en un “duelo patológico”, que “se queda fijado y no se supera”; se levanta con crisis de pánico y es incapaz de disfrutar de las cosas cotidianas. “Esto le convierte en una víctima directa por las lesiones”, ha concretado.

El padre presenta un cuadro distinto, dado que cada persona reacciona de manera diferente. Esa noche sufrió un “shock en bloqueo”. Está en “duelo congelado”, lo que quiere decir que “se mantiene en esto no puede haber pasado”, con una “tremenda presencia de conductas evitativas”.

No es capaz de verbalizar lo que pasó; está en estado de anestesia, de embotamiento afectivo, un estado en el que no puedes volver a sentir felicidad, se encuentra usando recursos para no enfrentarte a los hechos y no ha vuelto a hacer nada que le de placer: “lo ha dejado todo, está muerto en vida”. Es “una persona bloqueada”.

En cuanto al hermanito, ha dicho que “se le ha privado de tener una familia sana”, porque “mas allá” de una posible “sobreprotección y estado hiperalerta” de sus padres “está en un entorno donde sus padres ni son felices ni sanos”.

El impacto de las lesiones psíquicas es grande porque “cuanto más pequeño eres mayores son las consecuencias” porque “tu cerebro se está desarrollando”.

El niño “oye el nombre de su hermano en el supermercado y se tira al suelo en una rabieta: le han robado la identidad porque era el hermano de Álex”.

El acusado, Francisco Javier Almeida, durante la jornada de este viern
El acusado, Francisco Javier Almeida, durante la jornada de este viernes en el juicio. EFE

“NOS MIRABA TODO EL RATO Y NO ME GUSTABA”

En la sesión de hoy también se han exhibido declaraciones de varios menores, así como del vecino que encontró a Almeida con el niño en brazos.

Una de las niñas a las que Francisco Javier Almeida “vigilaba” en el parque Entre Ríos ha recordado: “Un día nos siguió y, para que no supiese donde vivíamos, nos fuimos al garaje”. Cuando le han preguntado si quería decir algo más ha aseverado: “Que se haga justicia”.

La pequeña, de 12 años ha contado que conocía a Alex de jugar en el parque. En cuanto a Almeida, ha afirmado que lo conocía porque siempre les miraba desde el mismo banco.

“A mi, siempre que lo veía me daba miedo porque me intentó llevar a su casa”, ha relatado. Así, una vez, tras varios días saludándole a pesar de que no se conocían, le preguntó su podía ir “un momento” a su casa para “ayudarle con unos pajaritos”.

Esta niña le contestó que primero se lo preguntaría a su madre, y Almeida se echó atrás y se marchó mientras otra niña “le insultaba”.

La niña ha relatado cómo les seguía y, si al caminar se ponía delante de ellas, Almeida se paraba a mirar el móvil para poder ir por detrás. “Un día nos siguió y, para que no supiese donde vivíamos, nos fuimos al garaje”, ha dicho.

El acusado se presentó a esta niña como “Patxi”. Ella, por su parte, se refería a él como ‘el viejo’ y, cuando esa noche se enteró de la desaparición de Álex, dijo: “Seguro que se lo ha llevado el viejo”.

También ha testificado el menor que guió, esa noche, al portal en el que vivía Almeida. Este niño estaba en casa cenando con su hermano menor y le llamó su madre para decirle que había desaparecido Álex y si él sabía algo.

“ME DABA MALA VIBRA”

Este niño pensó en el “señor del banco” y, después, cuando la madre le llamó para preguntarle dónde vivía, enseguida bajó y los guió hasta el número cinco, ya que los adultos habían empezado a buscar en el ocho.

Lo sabía porque llegaron a sacarle una foto, los niños, dado que les vigilaba desde la ventana del descansillo del portal. “Lo sabía porque le sacamos una foto porque nos miraba todo el rato”, ha dicho.

Ha añadido: “Nos miraba todo el rato y no me gustaba. Me daba miedo, me daba mala vibra”. “Le sacamos una foto por si algún día pasaba algo, hicimos bien en sacar esa foto”, había dicho la niña anterior.

Junto a estas testificales, se ha exhibido la del vecino que, ese día, abrió a la Policía y, después, mientras subía por las escaleras (mientras la policía iba por el ascensor) se encontró a Almeida, al que ha identificado perfectamente, con el niño en brazos.

Ha contado que se encontró a “este señor con el niño desmayado sujetándolo por las axilas”. Le preguntó “qué haces” y Almeida le contestó que era una niño que “una amiga” le había dejado para que lo cuidara.

El hombre tenía “los ojos muy abiertos y respiración alterada”. El niño, los “ojos cerrados y con ojeras”. “Que se me ha desmayado, me parece que dijo”, ha contado.

Eugenio Delgado escondió el cadáver de su vecina durante cuatro años en Monesterio (Badajoz). Los familiares de su víctima sufren “ataques de pánico, depresión, insomnio y ansiedad”

“Las imágenes… es lo que más me maltrata psicológicamente. Cada noche, cada momento, pienso en mi hermana entrando en casa de su asesino. Ella quiere escapar de allí porque sabe que la han engañado, busca la puerta y él no la deja salir y empieza a darle golpes. Manuela empieza a pensar que de allí no va a salir viva, y está sufriendo un dolor, y otro dolor. En esos momentos sabe que le quedan pocos minutos de vida y piensa en sus hijos, en su familia…”. Emilia Chavero lleva más de seis años atrapada en el duelo por el crimen de su hermana Manuela.

Lo saben ella y su familia y lo confirman ahora dos especialistas en salud mental que han valorado sus secuelas psicológicas y físicas: Eugenio Delgado, que está en prisión acusado de matar a su vecina Manuela en su casa de Monesterio (Badajoz) el 5 de julio de 2016, no solo ocasionó “un trauma” a la familia de la víctima con su muerte, sino que además, les ha generado secuelas “crónicas y altamente incapacitantes” al mantener, durante cuatro años, oculto el cadáver de la mujer, que enterró en su finca, desnudo y envuelto en un albornoz y una sábana.

Duelo congelado

“La no aparición del cuerpo en el caso de desaparición” provoca en sus allegados un “duelo congelado, cuya sintomatología irá modificándose dependiendo del tiempo que transcurra desde la ausencia de la persona hasta la aparición de la misma o de sus restos. En el caso de Manuela estaríamos ante una desaparición de larga duración, lo que aboca a la cronicidad del mismo”, concluye la psicóloga forense Ana Isabel Gutiérrez en su informe pericial, al que ha accedido CASO ABIERTO.

“Para Emilia, el hecho de que su hermana Manuela desapareciera de forma inquietante no sólo es traumático sino constitutivo de un duelo ambiguo, siendo este uno de los tipos de duelo con mayor impacto psicológico y psicosomático por la imposibilidad de abordar siquiera la aceptación del hecho”. La familia de Manuela ha aportado en el juzgado de instrucción 1 de Zafra el diagnóstico realizado por Gutiérrez y por el doctor José Carlos Fuertes, experto en psiquiatría.

Estrés postraumático

Emilia Chavero sufre un trastorno de estrés postraumático y otro ansioso depresivo con “altos niveles de sintomatología”. Desde la muerte de su hermana, la mujer experimenta “ataques de pánico, depresión, insomnio y niveles elevados de ansiedad, caracterizados por un estado general de nerviosismo, preocupación excesiva, dudas constantes y temor a equivocarse”. También siente “una sensación permanente de amenaza, incapacidad para experimentar emociones positivas, tiene pensamientos negativos que no consigue quitarse de la cabeza (ideas e imágenes vinculadas con la muerte de su hermana, pensamientos negativos sobre sí misma, sobre los demás, el mundo o el futuro…)”.

Basándose en las conclusiones de ambos expertos, Emilia acusa al presunto asesino de su hermana de un delito de lesiones psíquicas y otro de daño moral. “La ocultación intencionada del cadáver por parte de Eugenio durante nada más y nada menos que cuatro largos años ha dado lugar, entre otras cosas, a su clara participación de los delitos de lesiones psíquicas y contra la integridad moral de mis representados”, afirma en su escrito la abogada de Emilia, Verónica Guerrero.

Los peritos que han reconocido a la hermana de Manuela destacan en su informe que, en un caso de desaparición como el de la mujer “el impacto que supone la incertidumbre continuada durante meses o años, aunque se acabe encontrando el cuerpo de la persona -como ocurrió con Manuela- puede provocar una cronicidad en la psicopatología desarrollada” por sus familiares.

Así increpó la hermana de Manuela Chavero al presunto asesino durante la reconstrucción del crimen

Así increpó la hermana de Manuela Chavero al presunto asesino durante la reconstrucción del crimen AGENCIA ATLAS

Evidencias de delito sexual

Además, Delgado escondió el cuerpo de Manuela en “un acto consciente y voluntario, pues implicó una manipulación del cadáver, su transporte, esfuerzo y tiempo, con la finalidad de esconder a la víctima para intentar eliminar la posibilidad de que se establezca una relación criminal por medio de evidencias forenses o de cualquier otra evidencia, entre ellas las de tipo sexual“, defiende la abogada de Emilia.

Según su psicóloga, la hermana de Manuela tiene “pensamientos relacionados con que cualquier persona a nuestro alrededor pueda estar relacionada con la desaparición” e ideas obsesivas sobre que el mundo puede ser un lugar peligroso e inseguro: “Yo no puedo ver que un hombre agarra a una mujer por el brazo. No puedo porque ya me imagino al otro agarrando a mi hermana. Todo lo que sea violencia contra una mujer ya me recuerda a mi hermana y no quiero verlo”.

Marta Calvo y Diana Quer

La familia de Manuela se suma a las de Marta CalvoMarta del Castillo y Diana Quera la hora de reclamar condenas más duras para los asesinos que oculten el paradero de sus víctimas tras el crimen. Marisol Burón, madre de Marta Calvo, registró en el Congreso de los Diputados una iniciativa legislativa para que se tipifique como delito autónomo la ocultación de cadáver y se castigue a quien obstruya la acción de la justicia, incrementando gratuitamente el dolor de las familias. El objetivo es que “la ley deje de amparar el silencio de un asesino”.

Los especialistas que han evaluado las secuelas de la familia de Manuela recuerdan en su informe que “el impacto de una desaparición forzosa es, desde el punto de vista de la psicopatología que puede provocar, aún mayor que la muerte de un ser querido”. Quienes conocían y querían a Manuela han tenido que afrontar ambas realidades, además del hecho de que el acusado de matar a la mujer no ha reconocido el crimen y sigue ofreciendo, según la Guardia Civil, “versiones falsas y contradictorias” sobre lo que ocurrió la noche en que su vecina murió en su casa.

“Las emociones malas muchas veces me dominan, paralizan mi vida. Eso solamente lo entiende la persona que haya pasado por lo mismo que he pasado yo”, lamenta la hermana de Manuela.

FUENTE: https://www.elperiodicoextremadura.com/sucesos/2022/09/15/manuela-chavero-secuelas-familia-75428658.html

Gutiérrez aconseja consolar a la familia de Pablo Sierra “más desde los gestos, desde los abrazos, que desde intentar decirles algo”

Tras dos semanas de de búsqueda de Pablo Sierra, el desenlace con el hallazgo de su cadáver abre el duelo de su familia, que ahora tiene que descubrir qué pasó y empezar a asumir la ausencia.

Ana Gutiérrez, psicóloga forense, asegura que “es difícil porque ellos en estos momentos lo que sienten es que nadie les puede entender, nadie que no haya pasado por una situación similar”.

“A veces es mejor aportar cariño y consuelo desde el silencio”

Añade Gutiérrez que ya la “esperanza ha desaparecido y da paso a la incredulidad, da paso a tener que aceptar lo que ha ocurrido. A veces es mejor aportar cariño y consuelo desde el silencio, desde los gestos, desde los abrazos, que desde intentar decirles algo”.

Esta psicóloga anima a los vecinos de Zorita, donde residen los familiares de Pablo Sierra, a ofrecerles “abrazos, gestos, tener pequeños detalles de cuidado y sobre todo respetar la intimidad y el silencio que necesitan las familias“.

Según Gutiérrez, “una cosa que se hace con muchísima buena intención es que cada vez que te encuentras a alguien de la familia le transmites el pésame, frases, pero no te das cuenta de que en ese momento a lo mejor no está pensando en eso, es su momento de desconexión”. Por eso, añade que “a veces con un gesto es mejor porque recordarles constantemente, lo que suele hacer es que la gente se recluya y busque intimidad para evitar ese recordatorio constante y constante”.

“La sensación general de todo el pueblo es de conmoción”

La sensación general de todo el pueblo es de conmoción“, afirma Gutiérrez al tratarse de un municipio pequeño. Lo argumenta en que una desaparición “ocurra de forma muy cercana, en un pueblo, lo que nos hace es rompernos la sensación de segurida” porque cree que “lo que hace es plantearnos que podría ser nuestro propio hijo, nuestro hermano, y conmociona”.

Por eso, asevera esta psicóloga forense que “tengan más o tengan menos relación con la familia, todo el mundo del municipio en estos momentos está afectado”.18

Gutiérrez aconseja consolar a la familia de Pablo Sierra “más desde los gestos, desde los abrazos, que desde intentar decirles algo”

Tras dos semanas de de búsqueda de Pablo Sierra, el desenlace con el hallazgo de su cadáver abre el duelo de su familia, que ahora tiene que descubrir qué pasó y empezar a asumir la ausencia.

Ana Gutiérrez, psicóloga forense, asegura que “es difícil porque ellos en estos momentos lo que sienten es que nadie les puede entender, nadie que no haya pasado por una situación similar”.

“A veces es mejor aportar cariño y consuelo desde el silencio”

Añade Gutiérrez que ya la “esperanza ha desaparecido y da paso a la incredulidad, da paso a tener que aceptar lo que ha ocurrido. A veces es mejor aportar cariño y consuelo desde el silencio, desde los gestos, desde los abrazos, que desde intentar decirles algo”.

Esta psicóloga anima a los vecinos de Zorita, donde residen los familiares de Pablo Sierra, a ofrecerles “abrazos, gestos, tener pequeños detalles de cuidado y sobre todo respetar la intimidad y el silencio que necesitan las familias“.

Según Gutiérrez, “una cosa que se hace con muchísima buena intención es que cada vez que te encuentras a alguien de la familia le transmites el pésame, frases, pero no te das cuenta de que en ese momento a lo mejor no está pensando en eso, es su momento de desconexión”. Por eso, añade que “a veces con un gesto es mejor porque recordarles constantemente, lo que suele hacer es que la gente se recluya y busque intimidad para evitar ese recordatorio constante y constante”.

“La sensación general de todo el pueblo es de conmoción”

La sensación general de todo el pueblo es de conmoción“, afirma Gutiérrez al tratarse de un municipio pequeño. Lo argumenta en que una desaparición “ocurra de forma muy cercana, en un pueblo, lo que nos hace es rompernos la sensación de segurida” porque cree que “lo que hace es plantearnos que podría ser nuestro propio hijo, nuestro hermano, y conmociona”.

Por eso, asevera esta psicóloga forense que “tengan más o tengan menos relación con la familia, todo el mundo del municipio en estos momentos está afectado”.

 

FUENTE: https://www.canalextremadura.es/

 

LOS RITOS DE DUELO DURANTE LA PANDEMIA COVID-19
Los ritos han servido desde tiempo inmemorial para elaborar y dar reconocimiento y apoyo social a las emociones positivas y negativas, bodas, ritos de paso y funerales.
El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por el fallecimiento de una persona próxima (Echeburua 2007)
Los rituales de duelo, como el velatorio, el  funeral y el entierro  ayudan a las personas a aceptar el hecho de la muerte del ser querido, les aportan el soporte emocional a través de la compañía de amigos y familiares y les facilita un escenario donde canalizar las emociones y en la que cualquier muestra de dolor es aceptable y entendible. Pero ahora son imposibles. Nos hemos quedado sin los modos conocidos de despedirnos y nadie nos ha enseñado a encontrar otros.
Los psicólogos sabemos que la ausencia de despedida es un factor de alto riesgo para el desarrollo de duelos patológicos como ocurre en las desapariciones, los naufragios y en las catástrofes ya que dificultan la aceptación de la muerte del ser querido o se puede llegar a tener la sensación de no creer que haya fallecido.
En el caso del COVID-19 Nos angustia pensar que nuestros seres queridos han muerto solos, no poder acompañarles en esas circunstancias y no poder abrazarnos entre nosotros, consolarnos y llorar juntos, y celebrar los ritos de despedida, sean estos religiosos o no. En medio de esta emergencia hay que intentar ayudar a solventar estar situaciones y aportar ideas para la realización de rituales durante el confinamiento. Cuando esto pase será el momento de celebrar conjuntamente las ceremonias aplazadas.
Lo primero darse cuenta de que no han muerto solos, en todo momento ha habido sanitarios a su alrededor, trasmitiendo cariño y dedicación y ellos han sido conscientes de que en las circunstancias excepcionales que nos rodean, el aislamiento de familia, amigos y conocidos, y la labor de estos profesionales sin recursos y sin medios, que han dejado sus propias familias en casa para intentar salvarles, son todos actos de amor.
Cuando se conoce o se trasmite la noticia de la defunción es normal que haya crisis de llanto o expresiones de dolor, si no hay posibilidad de que la persona se haga daño a sí misma, dejar que salgan las emociones, bloquearlas solo provocaría aumentar la angustia. Si no hay crisis de ansiedad no se debe embotar el dolor con ansiolíticos o hipnóticos.
Escribir una carta dirigiéndonos a la persona que hemos perdido y volcar en ella todo lo que nos habría gustado decir si no hemos tenido ocasión de hacerlo o nuestros sentimientos hacia ella y las cosas que nos ha aportado a nuestra vida.
Es bueno elegir una hora para quedar todos juntos, cada uno desde su lugar de aislamiento y con un objeto que para nosotros represente a esa persona, un regalo, una fotografía, lo que sintamos que simboliza lo que era y es para nosotros. Encender una vela y proceder a rezar en el caso de las personas religiosas o hacer una lectura elegida para ese momento o poner una canción concreta. Cada persona desde su casa tiene que ser consciente de que los demás miembros de la familia están haciendo lo mismo, y que, en la distancia, hay algo más importante que los une, los sentimientos.
El objetivo es hacer real la perdida, ya que sin despedidas, se podría entrar en un proceso de negación y compartir el dolor con los seres queridos, por eso es importante que los actos elegidos tengan significado para quienes los realizan.
Cuando la epidemia termine se podrán celebrar ceremonias y darse los abrazos aplazados, pero en estos momentos debemos adaptarnos a las circunstancias que nos ha tocado vivir. Una pérdida es una situación muy difícil para cualquiera, en estos tiempos más y es posible que a pesar de estos rituales terapéuticos pueda desarrollarse un duelo patológico, en cuyo caso, es recomendable consultar con profesionales e iniciar una terapia de apoyo y resolución del duelo.

En colaboración con la Fundación QSD Global :

Superar una pérdida es difícil, casi cualquier pérdida, pero hay factores que van a dificultar aún más la asunción de la misma. Y muchos de ellos aparecen en la elaboración del duelo de las personas desaparecidas.

La primera es el factor sorpresivo, una enfermedad te prepara para la despedida, en cambio un accidente, un infarto o una desaparición te cogen por sorpresa, dejando a abuela con la comida puesta, a los amigos preparando esa fiesta de cumpleaños, y a la hermana organizando ese viaje juntas. Con frases a medio decir y sentimientos de incredulidad. Nos cuesta creer aquello que nunca hemos pensado previamente.

El segundo factor está preñado de dudas. La familia no sabe si prefiere creer que se ha ido, aún sin comprender por qué, aún sin encontrar motivos para ello, que pensar que alguien se ha llevado a la persona que quieren.  Si se ha ido puede volver a aparecer en cualquier momento, extrañándose de la expectación que ha generado su ausencia. La esperanza y la incertidumbre protagonizan una etapa en la que muchos familiares se quedan anclados. Creer que se fue da menos miedo que pensar que lo llevaron.
En esos casos, la cama sigue hecha y la ropa recién planchada sobre ella, convirtiéndose la habitación en una extensión de la esperanza de los familiares. Cualquier día se abrirá la puerta y la vida continuará donde la dejaron ayer.
A veces hay indicios, más o menos contundentes que señalan que la persona no se ha ido, que alguien ha tenido que llevársela y entonces aparecen el recelo y las sospechas, llegando en ocasiones al paranoidismo, pensando casi cada momento, que aquel vecino que nos pregunta insistentemente, a lo mejor sabe algo que no nos quiere contar. En nuestra mente es más fácil aceptar una desaparición por una catástrofe natural que cuando interviene la mano humana, esto último nos enfrenta al hecho incuestionable de que la maldad existe. Y se nos rompe algo más dentro, algo fundamental para convivir en sociedad, la confianza en el ser humano.

Y aun así, aunque todo apunte a que alguien le hizo desaparecer necesitamos creer que nuestro ser querido está secuestrado, pero vivo, quizás en manos de una mafia, pero vivo, atrapado en una secta, pero vivo, amnésico, orate o enganchado a las drogas. Pero vivo.

Pero pasan las semanas, los meses y los años y solo quedan dos opciones, aceptar que no va a regresar o perder el contacto con la realidad y seguir creyendo absolutamente a ciegas en lo que casi nadie ya puede creer. No hay duelo si no hay pérdida pero la ausencia y las preguntas sin respuesta martillean constantemente sobre los que se quedan.

“La muerte de un ser querido es una experiencia amarga. El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por el fallecimiento de una persona próxima y que pueden oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza hasta una sensación de desgarro y de desolación completa, que, en los casos más graves, puede durar años e incluso toda la vida” (Echeburúa, 2004)[i]

¿Pero qué ocurre cuando no podemos saber con certeza si esa muerte se produjo? ¿Cuándo queda un resquicio que nos hace que nos neguemos a creerla? En el duelo patológico la persona niega la pérdida pero ¿cómo no negarla en estas circunstancias?

La pérdida de un ser querido puede ser el factor más estresante en la vida de una persona, especialmente si se produce de forma imprevista y se trata de un hijo. El proceso de aceptación de su muerte es el más difícil de todos. La muerte de un hijo es un hecho antinatural, que produce una inversión del ciclo biológico normal. Ni siquiera hay un término para describir al superviviente, como lo hay en el caso de la pérdida de un padre (huérfano) o de un marido (viuda). Alrededor de un 20% de los padres que pierden a un hijo no llegan a superarlo nunca (Pérez Trenado, 1999)[ii]. (Echeburua y Herran 2007)[iii].

 Criterios diagnósticos del duelo complicado. (Lacasta y Soler 2004)[iv]

Criterio A: estrés por la separación afectiva que implica la muerte
Presentar, cada día o de forma acusada, 3 de los 4 síntomas siguientes:
1.      Pensamientos intrusivos (que entran en la mente sin control) acerca del fallecido.
2.      Añoranza del fallecido (recuerdo de su ausencia con enorme y profunda tristeza).
3.      Conductas de búsqueda del fallecido, aún sabiendo que está muerto.
4.      Sentimientos de soledad como consecuencia del fallecimiento.

Criterio B: estrés por el trauma psíquico que supone la muerte Presentar, cada día o de forma acusada, y como consecuencia del fallecimiento, 4 de los 8 síntomas siguientes:
1.      Falta de metas y/o tener la sensación de que todo es inútil respecto al futuro.
2.      Sensación subjetiva de frialdad, indiferencia y/o ausencia de respuesta emocional.
3.      Dificultad para aceptar la realidad de la muerte.
4.      Sentir que la vida está vacía y/o que no tiene sentido.
5.      Sentir que se ha muerto una parte de uno mismo.
6.      Asumir síntomas y/o conductas perjudiciales del fallecido, o relacionadas con él.
7.      Excesiva irritabilidad, amargura y/o enfado en relación con el fallecimiento.
8.      Tener alterada la manera de ver o interpretar el mundo.

Criterio C: Cronología La duración de los síntomas mencionados debe ser de al menos 6 meses.

Criterio D: Deterioro El trastorno causa un importante deterioro de la vida social, laboral o de otras actividades significativas de la vida de la persona en duelo.

Cuando pensamos en personas desaparecidas la mayoría de la gente piensa en la victima, en el desaparecido, no en las otras víctimas de esa ausencia, sus padres, esposas, maridos, hermanos o hijos. Personas encerradas en esa habitación vacía, atrapadas en ese momento del pasado en que le vieron por última vez, atadas a preguntas sin respuesta. 



[i]Echeburúa, E. (2004). Superar un trauma: el tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.
[ii] Pérez Trenado, M. (1999). El proceso de duelo y la familia. En W. Astudillo, C. Arrieta, C. Mendinueta y 1. Vega de Seoane (Eds.). La familia en la terminalidad. Bilbao. Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos.
[iii]Echeburúa, E. y Herrán, A. (2007). ¿Cuándo el duelo es patológico y cómo hay que tratarlo? Análisis y Modificación de Conducta, 33(147), 31-50.
[iv] . Lacasta Reverte MA, Soler Sáiz MA. El duelo: prevención y tratamiento del duelo patoló- gico. Cuidados después de la muerte. En: Manual SEOM de Cuidados Continuos. Camps Herrero C, Carulla Torrent J, Casas Fdez. de Tejerina A, González Barón M, Sanz Ortiz J, Valentín V (eds.). Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). 2004.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Configurar y más información
Privacidad