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‘Trastornos alimentarios’ Category

Artículo publicado en Para tod@s, todo.

La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui desmonta los productos que “enriquecen a la industria y no mejoran nuestra salud”. “Nos han hecho creer que el que no se cuida a día de hoy es como un toxicómano de los años setenta”, sostiene la autora.

Somos lo que comemos. Cuántas veces hemos escuchado esta frase. Pero si hacemos un recorrido por las estanterías de un supermercado, lo que comemos tiene más que ver con el aire que con otra cosa.
Con bífidus, con Omega 3, sin colesterol ni grasas saturadas, sin gluten, libre de lactosa,  ayuda a reforzar nuestras defensas… Son las etiquetas con las que nos bombardean día a día. Parece que los productos normales, han dejado de serlo y que para resultar atractivos tengan que presumir también de supuestas bondades que, en realidad, no tienen, pero con las que “engañan” al consumidor para incentivar su compra.
Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria, se encarga ahora de desmontarlos en un libro cuyo título  advierte ya de lo que vendrá después, Consume y Calla (Editorial Foca), en el que desenmascara a una industria a la que responsabiliza de “las enfermedades de la sociedad occidental”. Diabetes, hipertensión, bulimia, anorexia… Lo hace a través un trabajo pormenorizado en el que nos descubre los trucos y estrategias a los que recurre la industria alimentaria para crearnos la necesidad de consumir determinado tipo de productos.
Gutiérrez empieza a disparar. Le toca al Omega 3, tan pregonado en leches, yogures, embutidos e incluso huevos. “La cantidad que contienen estos productos es mínima en comparación, por ejemplo, con el que tienen una sardina, y el efecto en la salud también lo es. Tendríamos que tomar seis litros de leche para notar resultados. Pero, en realidad, se acaba perjudicando la salud, porque la gente deja de tomar cosas que sí son saludables y equilibradas, por ejemplo esa sardina”.
En este caso, los perjuicios para la salud vienen por defecto. Pero en otros, el consumo de ciertos productos sí se ha demostrado perjudicial por sí mismo. “Un simple diurético o laxante te puede acabar matando de un paro cardíaco si pierdes demasiado potasio”. Ambos productos se anuncian con tranquilidad.
En el acto de consumir entra en juego todo un aparato de la persuasión, más complejo de lo que pensamos. Y dentro de él, esta experta no se corta al hablar de responsabilidades.  “Aquí tenemos una especie de círculo perverso, maquiavélico. Empieza en los medios, que nos presionan de forma brutal para que estemos delgados, jóvenes y sanos. El que no se cuida a día de hoy es casi el equivalente a un toxicómano de los años setenta”, lamenta Gutiérrez,
“Tenemos obsesión por estar jóvenes, guapos y sanos. Ese es el pack. Y esos mismos medios, nos publicitan además unos productos que nos prometen estar así. Nosotros, que tenemos el cerebro lavado, nos lo creemos, porque confiamos en que exista una regulación para que no haya mentiras, y nos fiamos también de las empresas y los establecimientos que nos lo venden. Si nos lo venden en farmacias, dices, esto tiene que ser bueno. No es que sea malo, pero bueno tampoco”.
De controlarlo se encargan ciertos organismos, como la Agencia Española del Medicamento o la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Esta agencia empezó en 2007 a realizar comprobaciones de los productos, ante el auge de estos alimentos funcionales y la preocupación de los consumidores por su efectividad. Algunas marcas se someten incluso voluntariamente a ellos, aunque el veredicto no resulte a veces de su agrado. Sólo en 2010, emitió un resultado negativo sobre más de 800 supuestas propiedades saludables de estos alimentos. En algunos casos, por no estar científicamente demostradas. En otros, por no ser suficientes para publicitarlas. Ocurrió, por ejemplo, con productos que decían ayudar a regular la tensión a través de los péptidos de la leche.

Uno de los casos más conocidos fue el que obligó a Danone a retirar su publicidad sobre los beneficios del Actimel en las defensas, por considerar que inducía al engaño. La empresa aportó  varios estudios científicos para avalar el producto, pero finalmente acabó modificando su publicidad. Si bien dejando claro, que no dudaba de su eficacia.

Mensajes trampa
Para esquivar posibles sanciones, los cerebros del márketing de estas empresas han elaborado toda una serie de “mensajes trampa”, capaces de situarse en la legalidad, consiguiendo en los consumidores el efecto deseado.  “En la publicidad nos dicen… Cuida tu corazón. Pero en realidad nos están diciendo que lo cuides tú, no que lo cuide el producto. De esta forma, el mensaje que emiten puede ser perfectamente legal, pero el que la gente comprende es totalmente distinto”, dice Gutiérrez, apuntando a un caso fácilmente reconocible. “Todos conocemos un anuncio de un embutido que lleva un corazón dibujado. Esto es legal, no nos está diciendo nada, pero la gente lo interpreta como que es bueno para el corazón”.
La picaresca reside incluso en el tamaño de las letras. Así, la parte del envoltorio o de la publicidad donde se nos dice que el producto no tiene ciertas propiedades está escrita en caracteres diminutos y en un color que no contrasta con el fondo. La ley lo permite, claro, pero se trata de algo de dudosa moralidad de cara al cliente.
“Hay anuncios que permite la ley, otros que cumplen la normativa pero inducen al engaño y luego hay muchos otros que directamente vulneran la normativa existente en materia de publicidad alimentaria”, sostiene la autora.
Así, por ejemplo, la normativa prohibe que en la publicidad de alimentos salgan médicos, “o gente que parezca médicos, aunque sean actores”… pero todos conocemos casos en los que sí aparecen. También están prohibidos aquellos que publiciten “seguridad de alivio o curación cierta”, sobre todo en temas de obesidad e insomnio. En muchos casos, esto se vulnera. “Son alimentos, no medicamentos, y por tanto no se puede decir que son terapéuticos para una enfermedad”. De hecho, ¿Cuántos llevan el aval del Coelgio de Médicos? “Ninguno”, sentencia.
En otros casos, los productos son estafas en toda regla. “Son productos que anuncian: pierda 19 kilos en 10 días. Las fotos de antes y después y los testimonios de supuestos pacientes también están prohibidos”.  Y basta abrir una revista para encontrarse con dos o más comerciales que ensalzan las virtudes de un producto para bajar de peso o mantener las arrugas a raya, amparándose en los testimonios de varios “supuestos” clientes.
Vulnerar la ley sale más barato que no hacerlo
Aunque la normativa actúe, da la sensación, en cambio, de que vulnerarla sale a estas empresas más barato que no hacerlo, porque los ingresos obtenidos con estos productos superan ampliamente las cuantías de las multas. “Se suele decir que mientras la multa se abarata, a la industria le interesa arriesgarse”. Porque por el simple hecho de que un alimento ponga dos palabras,  “sin gluten”, ya se da vía libre a cobrar  más, aunque resulte un engaño. “Es como decir pera sin gluten y te lo cobramos más. La gente no sabe que las peras no tienen gluten”.
Los mecanismos no resultan a veces suficientes para controlar todos los productos del mercado, y falta conciencia de consumo responsable. “el problema es que mientras en otros países, como EEUU, se denuncia de oficio y hay un seguimiento, aquí no pasa nada. Allí la gente ve algo y por sistema denuncia. Pero aquí tiene que ser algo bestial para que llame la atención”.
Así, recuerda, por ejemplo, el anuncio de una conocida marca de pasta donde se trasladaba que mientras las ensaladas se ponían mustias, los macarrones con verdura no. La Asociación de Usuarios de la Comunicación elevó una queja a la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Publicitaria por entender que se transmitía a los consumidores un mensaje que menoscababa “el crédito en el mercado de dicho tipo de ensaladas”. Casos como este son excepcionales.
¿Cómo evitar entonces que nos engañen? “Con más información y educación, y un control más estricto por parte de las instituciones. Una cosa es que te timen a nivel económico, pero esto puede tener consecuencias para la salud”, advierte, en referencia, por ejemplo, al auge experimentado en los últimos años en trastornos de anorexia y bulimia. “Lo raro hoy en día es tener gente normal. Tenemos obsesos, gente con trastornos de imagen. Estamos en una sociedad en la que comemos con culpabilidad. Y en este marco tenemos que tener mucho cuidado con este tipo de publicidad”.  Se considera que en España existen más de 300.000 pacientes con este tipo de trastornos de la alimentación, una cifra que en los últimos años se ha multiplicado por diez.
En esta sociedad obsesionada que dibuja la autora, amenazan cada cierto tiempo determinadas fobias. “Durante un tiempo, las proteínas estuvieron demonizadas porque se pensaba que provocaban agresividad y todo tipo de enfermedades. Después, con la Dieta Dukan, le tocó el turno a los hidratos de carbono Y ahora estamos con el gluten o la lactosa”.
El poder del lobby alimentario
El poder de la industria alimentaria va más allá de dirigir nuestro brazo hasta un lugar determinado de la estantería. También está detrás de muchas de las regulaciones del sector. Basta un recorrido por las cifras para darse cuenta de su enorme influencia. Sólo las industrias agroalimentarias-30.000 en España- facturan anualmente 84.000 millones de euros.  “El lobby presiona contra las regulaciones. Pasó, por ejemplo, con la ley de alcohol de la ministra de Sanidad, Elena Salgado. La industria del vino hizo tal presión que no se llevó a efecto. Y era una campaña bastante adecuada desde el punto de vista de la salud pública, no por el vino en sí, sino, por ejemplo, por el calimocho, responsable de muchos problemas de salud que tenemos en los jóvenes por el botellón ”.
Salgado negó presiones, pero el proyecto quedó enterrado después de que en las sucesivas reuniones no se lograse un acuerdo con el sector vinícola, muy crítico porque no se les diferenciase del resto de bebidas alcohólicas.  [Fuente: Antropología y nutrición]

“La alimentación occidental actual es rica en calorías vacías y deficitaria en nutrientes”

 

Ana Isabel Gutiérrez Salegui es licenciada en Psicología con las especialidades de Clínica y Psicología Social. Realizó un curso de especialización en Trastornos de la Conducta Alimentaria en el año 1997 y en 1999 publicó su primer libro sobre este tema. Profesora de la Escuela Internacional de Ciencias de la salud del Consejo General de Enfermería desde el año 2002, su libro “Consume y calla”, publicado en 2014, supone su primera incursión en el mundo de los libros de divulgación general.

¿Los crecientes problemas de salud en una sociedad como la actual son consecuencia del escaso tiempo que dedicamos a la cocina y a comer?
Una gran parte de la responsabilidad de las enfermedades prevalentes actuales, tanto físicas como psicológicas, se debe a que nos hemos convertido en una sociedad que corre. Hablo de correr para llegar al trabajo, correr por los pasillos del supermercado para hacer la compra, correr para llegar a tiempo a recoger a los niños al colegio, correr siempre correr.
Antes la preocupación fundamental era que hubiera dos platos y postre en la mesa y no repetir el menú muy a menudo. Nadie pensaba en carencias nutricionales, prevenir el colesterol, aportar nutrientes esenciales y mucho menos en si estaban cubiertas las necesidades diarias recomendadas.
Y tan importante era lo que se comía, como la manera de comerlo. Todos juntos, sentados, hablando, comunicándonos y nadie, absolutamente nadie, se levantaba de la mesa hasta que no se hubiera terminado de comer. Esa manera de entender la comida, como un rito familiar, no sólo alimentaba, también educaba y moldeaba.
Un meta-análisis de 24 estudios llegó a la conclusión de que las personas que comen distraídas, ya sea viendo la televisión, navegando por Internet, jugando con el móvil o leyendo, comen más y durante más tiempo sin darse cuenta. De hecho, llegan a ingerir un 10% más y hasta un 25% en la siguiente ingesta, ya que nuestro organismo siente que en la anterior no hemos comido lo suficiente.
Todo esto unido a los cambios producidos en la industria alimentaria, siempre en pos de ganar más dinero sin importar la calidad de lo que venden, han provocado que se disparen la obesidad, el colesterol, la hipertensión arterial, el síndrome metabólico, la diabetes y los trastornos alimentarios como la anorexia y la bulimia.
¿Hay un cambio en los hábitos alimentarios con un abandono progresivo de la saludable y equilibrada dieta mediterránea?
Hasta hace poco los conocimientos en materia culinaria se trasmitían de generación en generación. Nuestras madres, nuestras abuelas, no tenían ni idea de nutrición, no hacían cursos de cocina, ni necesitaban suplementos de ningún tipo para hacernos crecer fuertes, sanos y sin asomo de grasa.
El cambio en los hábitos ha ido de la mano de los cambios sociales ( la incorporación de la mujer al trabajo y el crecimiento de las grandes urbes) que convirtieron la gestión del tiempo en una cuestión primordial. Ya no se podía ir al mercado todos los días, había que optimizar ese tiempo tan escaso. Avanzó el terreno de los conservantes y se comenzó a hacer la compra para toda la semana. O cada quince días. Eso suponía añadir más conservantes para que los productos duraran más tiempo. Vaticinando el filón surgió un nuevo mercado: bollería, derivados de lácteos, comidas pre-cocinadas, preparados deshidratados…
Las legumbres, base fundamental de nuestra dieta, con sus largos tiempo de preparación se fueron abandonando por alimentos “más rápidos” y nutricionalmente peores.
La mayoría de las dietas tradicionales son ricas en nutrientes y pobres en calorías, incluyendo aquí nuestra maltrecha dieta mediterránea, que en poco se parece ya a la original. La alimentación occidental actual parece ser la única que ha conseguido invertir esta relación, rica en calorías vacías y deficitaria en nutrientes.
Cualquier dieta tradicional se basa en dos puntos fundamentales, productos frescos, obviamente de temporada y tiempo y ganas para cocinarlos.
Así, a día de hoy, muchos niños y adolescentes no sabrán cocinar cuando crezcan, porque no lo han visto hacer nunca. Sus conocimientos sobre alimentación los marcan los anuncios publicitarios y sus habilidades culinarias se limitan a calentar al microondas, al uso de la sartén o a llamar al tele-algo.
¿Somos conscientes de las consecuencias negativas para la salud de los hábitos de alimentación tan poco saludables que llevamos?
No estoy disparado al azar cuando señalo en mi libro a las empresas alimentarias como responsables de uno de los mayores problemas de salud que tenemos en nuestro país. Aunque resulte difícil de creer, España ya supera a los Estados Unidos en cifras de obesidad infantil, y la culpa de esta epidemia la tienen, casi en exclusiva, la mala alimentación y el sedentarismo.
Los pediatras ya advierten sobre las altas cifras de colesterol infantil, cuya incidencia alcanza, por el momento, a un 22% de la población infantil española. Un niño con colesterol alto es un niño que corre el riesgo de padecer problemas cardiovasculares de forma temprana.
¿Prestamos suficiente atención a las etiquetas nutricionales de los alimentos?
Te voy a contestar con otra pregunta: ¿Entendemos las etiquetas nutricionales?. De hecho, una encuesta realizada sobre alumnos de la Universidad Complutense de Madrid demostró que menos de la mitad de ellos sabían distinguir entre términos como prebiótico, probiótico, ecológico, natural o transgénico.
Sin contar con que los controles sobre el etiquetado parecen ser insuficientes, ¿son los envases y las etiquetas un reflejo fiel del producto?. En E.E.U.U, en el año 2010, lo que comenzó siendo un simple trabajo escolar de unos chavales de 17 años, reveló que muchos productos alimenticios no contenían los componentes indicados en sus etiquetas. De 66 productos alimentarios comprados en establecimientos locales, 11 no contenían lo que señalaban sus etiquetas.
Otro estudio encargado en 2012 por Freshfel, la asociación que representa el sector de frutas y hortalizas frescas en Europa, titulado “¿Dónde está la fruta?”, revelaba que la imagen y el nombre de la fruta fresca se emplean a menudo como reclamo en productos que no la contienen o lo hacen en cantidades mínimas, sobre todo lácteos, dulces y bebidas. Casi uno de cada cinco artículos analizados no contenía nada de fruta, mientras que otro 32% tenía un porcentaje inferior al 10% del peso total del producto. El informe concluía que solo el 13,5% estaban realmente autorizados a utilizar imágenes de fruta fresca en el envase o etiquetado.
Parece que solamente nos fijamos en ciertos reclamos como producto light, 0% de grasas, 0% de azúcares… ¿son realmente beneficiosos para la salud?
Hace algunos años, la aparición de los “productos light” provocó que miles de personas abrieran las puertas de sus frigoríficos a productos a los que creían haber tenido que renunciar para siempre por su alto contenido en azúcares, grasas o ambas cosas a la vez.
Mucha gente, entendió que los productos Light no engordaban, lo cual es mentira, incluso que eran más sanos que los productos no Light, siendo esta afirmación una media verdad.
Para aumentar la confusión, normalmente “lo light” viene acompañado de frases como “bajo en grasa” o “sin azúcares añadidos”, lo cual, no significa que no los lleven sino que en el proceso de fabricación no les echan más. Adicionalmente bajo en grasas no significa que sea bajo en calorías, puede llevar muchos azúcares y no les están mintiendo en absoluto. El problema es que para la inmensa mayoría de la gente bajo en grasas es sinónimo de hipocalórico.
Normalmente yo recomiendo que si pone en el paquete “bajo en grasas” miren la cantidad de azúcares, y si la referencia es sobre los azúcares le echen un vistazo a la cantidad de grasas y sobre todo a la calidad de las mismas. Según nuestra normativa para que un producto sea “light” solo debe cumplir dos requisitos:
1-Que exista el mismo alimento en su versión no-light.
2-Que se reduzca al menos un 30% la cantidad de calorías del producto original.
Como ven no se tiene en cuenta la composición del mismo, lo saludable o no de un alimento no se puede medir sólo en la cantidad de calorías que aporta, nos estamos olvidando de la calidad de las mismas.
Alimentos anticolesterol, enriquecidos Omega 3, sin gluten…¿hacia dónde vamos?
Vamos hacia una “medicalización” de la alimentación. Lo cual es de por sí enfermizo. Además, muchas veces esas alegaciones de salud y esos componentes no han demostrado en absoluto su eficacia.
Recientemente, una exhaustiva revisión de los estudios realizados sobre los omega 3 y publicada en el ‘British Medical Journal’ arrojaba como resultado final del análisis, que los ácidos grasos omega 3 no tienen ningún efecto sobre la mortalidad ni sobre los problemas cardiovasculares, independientemente de que se consuman con la dieta o en forma de suplementos alimenticios. Sólo mantenían la prescripción sobre embarazadas y personas que hubieran sufrido un infarto. Claro que la cantidad semanal recomendada se puede tomar en tres sardinas o en diez litros de leche.
El mercado de los alimentos funcionales entró en nuestros frigoríficos haciéndonos creer que eran “buenos para algo” o “que favorecían procesos normales”. Tras ser prohibidas esas afirmaciones por la EPSA, ya que en su mayoría no eran ciertas, los trucos que están utilizando para seguir poniéndolas es añadir vitaminas o similares que sí han sido aceptadas, pero que se encuentran de manera habitual en nuestra dieta. Es decir, que no las necesitamos si comemos con normalidad, de forma variada y equilibrada.
¿Este tipo de etiquetas responden a una obsesión por mantener el peso idóneo, mantenerse joven y tener una buena imagen?
Nos han convencido de que “cuidarse” es equivalente a “estar delgado” y esto no es exactamente así, sin contar con que nuestro cuerpo cambia con el desarrollo, con la edad y, en el caso de las mujeres, con el embarazo. También se obvia la cantidad de “delgados enfermos” o “falsos delgados”. Según Steve Blair, profesor de la Universidad de Carolina del Sur, los obesos en buena forma física pueden estar más sanos que los delgados en mala forma. La imposición de cánones de belleza irreales y un concepto de la salud y bienestar centrado únicamente en lograr una talla (pequeña) han dado lugar a los ‘falsos delgados’, personas que se mantienen delgadas a base de hacer ejercicio pero comen poco y mal.

Articulo original en zainduzaitez

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 Entrevista para webconsultas

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora de ‘Consume y calla’

Ana Isabel Gutiérrez Salegui 

06 de Noviembre de 2014
La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez, experta en trastornos alimentarios, nos explica en ‘Consume y calla’ cómo podemos combatir la manipulación publicitaria y llenar nuestro carro de la compra de sentido común.

“Hemos convertido la comida normal en un pecado y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias”

Consume y Calla (Editorial Akal) es el primer libro de Ana Isabel Gutiérrez Salegui, licenciada en Psicología en las especialidades Clínica y Social y del Trabajo por la Universidad de Salamanca, y técnico especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria por la Clínica Didos. Con este minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética intenta desvelar y explicar, con cierto sentido del humor, los trucos a los que recurren las marcas comerciales para alcanzar sus objetivos. En su opinión, la información es esencial para combatir la manipulación, pero también hace un llamamiento a los consumidores para que apliquen su espíritu crítico, y dejen a un lado los complejos y las falsas creencias, para vivir más sanos y felices consigo mismos.

¿Cómo surge la idea de escribir un libro contando algunas verdades sobre alimentación y cosmética?

Efectivamente, tú lo has dicho, ‘algunas’; si quisiera contar todas, este libro se habría convertido en una enciclopedia. Llevo 20 años trabajando con personas afectadas por distintos trastornos alimentarios, también imparto clases de postgrado a Enfermería, y cuando descubres que tanto tus pacientes como muchos profesionales no sólo están desinformados, sino que están perjudicando su salud y su economía siguiendo mantras falsos inculcados por la publicidad, decides que no puedes combatir los mitos erróneos uno por uno y te pones a escribir. Y puestos a intentar enseñar es mejor hacerlo con el mayor sentido del humor posible; el libro es una sucesión de pequeñas collejas para que la gente reaccione.

¿Qué pretendías con la publicación de ‘Consume y Calla’?


La única pretensión era inducir a abrir los ojos, para que la mayoría de los consumidores se diera cuenta de hasta qué punto les “están tomando el pelo”. “Eres gordo, tienes que prevenir, compra mi producto”, nos pasamos la vida escuchando mentiras tóxicas y esto, que puede parecer una tontería, a nivel de salud no lo es, ya que muchas personas piensan que por tomar determinados alimentos funcionales o suplementos ya tienen cubiertas sus necesidades nutricionales y descuidan aquellos hábitos que sí les ayudarían a prevenir. Sin contar con que hay productos que son auténticas bombas contra la salud, como los que predican 0% de grasa y esconden cantidades ingentes de azúcares, o viceversa.
Es fundamental que la gente recupere el espíritu crítico y reflexione sobre por qué, si todos esos productos son tan saludables, tenemos unos índices que rondan el 40% de sobrepeso y obesidad, tanto infantil como adulta, y las enfermedades crónicas que afectan a la mayoría de la población, como diabetes, hipertensión o colesterol alto, están relacionadas fundamentalmente con nuestros hábitos alimenticios. A lo que hay que añadir lo enfermizo que es que la gente no se pueda comer un pincho de tortilla sin sentir culpabilidad. Estamos obsesionados, hemos convertido la comida normal en un pecado, y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias. ¿No es un tanto demencial?

La sociedad parece estar un poco ciega, no es que no pueda ver, es que no quiere. ¿Crees que has conseguido el objetivo que te habías planteado con este libro?

“La inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria)”

Mucha gente que ha leído el libro me dice después “ya no me creo los anuncios” o “he aprendido a entender las etiquetas nutricionales”. La verdad es que teniendo en cuenta que es el primer libro que escribo me ha sorprendido gratamente el revuelo que ha causado, que revistas como National Geographic escriban un reportaje sobre él, o que haya salido en más de cien medios entre televisión, radio y prensa, y no sólo en nuestro país, me dice que hay un gran colectivo de gente a la que le interesa el tema y quiere aprender, formarse e informarse. La acogida ha sido muy buena, y ver como las personas que lo han leído lo recomiendan a su vez en foros de debate me hace pensar que una parte se ha logrado.

En Consume y Calla haces una radiografía del comportamiento del consumidor y de sus valores actuales ¿Ha habido algo que te haya sorprendido descubrir?

“Hay que cambiar el criterio; he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir quiero estar delgado, a casi nadie quiero estar sano”

Después de 20 años de ejercicio hay pocas cosas que me sorprendan, pero te garantizo que al lector sí, cuando vea el descaro con el que las empresas sortean la ley, cuando se ve reflejado en conductas que vistas desde una perspectiva externa son absurdas, y cuando racionaliza verdades que no son tales pero que así se las han vendido, se queda anonadado.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y nos vieran pensarían que nos hemos vuelto rematadamente locos: pasamos hambre, comemos engendros alimenticios en polvo, vamos a sitios para sudar sufriendo mientras nos gritan, y pedimos préstamos bancarios para que nos quiten cachos de culo. Y tendrían razón. Deberíamos tomar perspectiva, pensar si esta vida nos hace felices, y darnos cuenta de que la esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres.

No sabemos lo que comemos

En base al “somos lo que comemos”, buscamos alimentos que sean el no va más y que tengan cuantos más componentes saludables mejor pero, ¿realmente sabemos lo que comemos?

“La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud”

Rotundamente no. Cualquier nutricionista de verdad (no esos que se ponen el título después de un cursillo online de diez horas) te diría que cualquier fruta tiene muchísima más cantidad de vitaminas y fibra que los alimentos funcionales, también te diría que la cocina tradicional basada en la legumbre, en la verdura, en la hortaliza y en el aceite de oliva, es mil veces más saludable que tomar suplementos de cualquier tipo, y que el pescado, la carne, los huevos y la leche deben ser nuestra fuente de proteínas y no polvos de “vete a saber qué”.
Las voces discrepantes estamos hartas de decir que la inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria). En estos momentos para la industria alimentaria somos conejillos consumidores a los que vender sus productos y, si de vez en cuando aparece un escándalo alimentario, aquí tampoco pasa nada.

Muchos profesionales coinciden con usted en que más que en la sociedad de la información, en alimentación y salud, vivimos en la sociedad de la confusión. ¿A qué se debe?

“Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas”

Aquí hay muchos intereses creados, y el principal interés del Gobierno debería ser la salud de sus ciudadanos. Se permiten anuncios engañosos en cosmética y alimentación, publicidad de técnicas curanderiles que repercuten en la alimentación como los test alimenticios con nula evidencia científica, etiquetas nutricionales invisibles e ininteligibles, investigaciones financiadas por las mismas empresas que casualmente arrojan siempre resultados favorables a los productos que vende esa empresa… Si empezamos así, ¿cómo quieren que la sociedad sepa lo que es información veraz y lo que es publicidad? La gente confía en que lo que sale en los medios de comunicación está regulado, y lo está, otra cosa es que se sea muy laxo, por llamarlo algo, en el cumplimiento de esa regulación. Por ejemplo, está prohibido utilizar médicos (o personajes que lo parezcan) en los anuncios de alimentación y productos saludables. ¿A que te suena haber visto más de uno? Pues a mí no me suena que hayan retirado los anuncios.

¿Cuáles son los principales mitos que deberíamos desechar?

Que la delgadez es sana per se; hay delgados con niveles de colesterol disparados y gordos bastante saludables. También hay que cambiar el criterio; yo he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir “quiero estar delgado”, a casi nadie “quiero estar sano”. A ver si aprendemos a priorizar lo importante. Otra es que tenemos que atiborrarnos de productos milagro, las lentejas ya son suficiente producto milagro. O que las cremas mágicas nos van a cambiar la cara en un mes; la edad es la edad y hay que sentirse bella a los 20, a los 30, a los 40 y a los 80. Es enfermizo ver mujeres de sesenta operándose cada dos por tres intentando parecer quinceañeras. Como afirmo en el libro, eso es momificación en vivo y amojamamiento en directo. ¿Qué tal si nos preocupamos de estar sanos y ser felices?

Cómo detectar los engaños publicitarios

Exageración de las propiedades de los productos, verdades a medias… ¿Qué consejos darías para no caer en la trampa?

Un pequeño resumen -aunque para manejarse en la selva del supermercado yo les recomendaría que leyeran el libro, y que lo hicieran lápiz en mano- puede ser:

  1. Detectar los mensajes que contienen las palabras mágicas: natural, tradicional, libre, poderoso, joven, juventud, placer, sentidos, sensorial, vida, salud, saludable, revolucionario, milagroso, nuevo, novedoso.
  2. No fiarse de los nombres de los productos. La mayoría están buscados para que se piense que “producen determinado efecto” o “poseen alguna cualidad concreta”. Que algo se llame Viveplus o Neurocalm no significa ni que alargue la vida ni que calme las neuronas. ¿A que nadie piensa que porque alguien se apellide Bueno tiene que ser un dechado de virtudes? Pues lo mismo.
  3. Si no entiende lo que pone, no se lo crea. Una crema lo más que puede prometer es hidratar correctamente, olvídense de las nanoesferas que penetran en las células y activan genes por biomimetismo y demás palabrería pseudocientifica. ¿O no se acuerdan del estudio de la OCU y la crema de tres euros? Pues eso.
  4. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Si en algún producto especifica “0% de grasa” busque en la composición la cantidad de azúcares. Si lo que aparece es “0% de azúcares” o “Sin azúcar” busque la de grasas.
  5. Desconfíe de los que lleven “aceites vegetales”, el que echa aceite de oliva, presume de ello. Y lo cobra.
  6. Un último consejo, llévense una lupa en el bolso, la van a necesitar si quieren leer la etiqueta nutricional de muchos de los productos.
Expones y explicas diferentes anuncios publicitarios sobre alimentación y cosmética. ¿Hay alguno en especial que te resultara alarmante, indignante…?

Montones, y cada día que pasa se incorpora uno nuevo al ranking. En los anuncios de cosmética realmente te sorprende la cara dura que supone dar como resultados científicos que “a 20 mujeres les parece que funciona”, cuando lo que lees en el anuncio es “resultados probados en el 90% de las mujeres”. Claro que la primera afirmación viene en tamaño pulga, en una esquina, y con un color, llamémosle… discreto, que no llame la atención. Pero al fin y al cabo el mayor perjuicio aquí es económico, y donde realmente te llevan los demonios es con los alimentos infantiles, que muchas veces son bazofia industrial, y que ponen en grandes letras “con vitaminas D y E”. Bazofia insalubre con vitaminas. Y luego nos sorprendemos de que nos lleguen niños de 8 años con colesterol alto e hipertensión.

La alimentación infantil, ha merecido un espacio preferente en las páginas de Consume y calla. Padres deseando dar lo mejor y que acaban tomando el peor camino por estar mal informados. ¿Qué aconsejarías a estos padres? ¿Cuál es el mejor modo de que nuestros hijos estén alimentados de forma sana desde que son bebés?

“La esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres”

El mejor consejo es intentar recordar qué les daban a ellos de pequeños. Han crecido sanos ¿verdad? Antes no teníamos la epidemia de obesidad infantil que hay ahora; también los niños se movían, jugaban en la calle, y ese es un factor a no descuidar nunca. Pero lo principal es que nosotros sólo teníamos dulces y chuches los domingos y fiestas de guardar, y que las comidas se hacían regularmente y en la mesa. Y aunque no te gustaran las espinacas te las comías, nada de cambiarlas por comida basura. Enseñar a comer a un niño tiene trabajo, pero si empiezas con el ejemplo la mitad del mismo ya lo tienes hecho. Hay que comer con los niños y hay que volver a cocinar. La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud. Sobre todo con los niños.

¿Crees que nuestra forma de vida y una sociedad cada vez más materialista y obsesionada con la delgadez nos hacen más susceptibles y débiles?

Nos convierte en personas obsesionadas persiguiendo convertirnos en perfecciones de Photoshop, que han perdido el placer de disfrutar de la comida, de quererse a sí mismos, y de querer a sus cuerpos. La desnudez, cuando no es perfecta, se ha convertido en un tabú. Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas.
Y, adicionalmente, además de esta sociedad de infelices tenemos un elevado porcentaje de personas que se ponen enfermas y desarrollan un trastorno de la alimentación. Y son enfermedades muy graves, que pueden llevar a la muerte.

Publicado en abc

alejandra rodríguez / madrid
Día 30/07/2014 – 14.07h
La imposición de cánones de belleza irreales y un concepto de la salud y bienestar centrado únicamente en lograr una talla (pequeña) han dado lugar a los ‘falsos delgados’.
Todo el desbarajuste que rige en relación a la conducta alimentaria, la presión social para mantenerse eternamente joven y delgado, la imposición de cánones de belleza irreales y un concepto de la salud y bienestar centrado únicamente en lograr una talla (pequeña) han dado lugar a los ‘falsos delgados’ o TOFI; Thin outside fat inside, sus siglas en inglés.
«Se trata de gente que tiene un peso normal o incluso bastante delgada que sin embargo presenta analíticas y valores clínicos absolutamente desastrosos, así como un riesgo cardiovascular elevadísimo», explica Ana Isabel Gutiérrez.
Los expertos señalan la educación como la clave: replantear el concepto de qué es estar sano y rebajar la presión sobre la imagen
El problema es que estos falsos delgados son muy difíciles de identificar, ya que sus niveles altos de colesterol y triglicéridos, su hipertensión, su grasa visceral o su resistencia a la insulina no se ven; muy al contrario, lucen una imagen saludable simplemente porque no tienen kilos de más.
Los especialistas opinan que el ‘quid’ de la cuestión es el «caos alimentario» reinante, demás de la pérdida de hábitos de vida saludable. «Actualmente, lo que entendemos como cuidarse conlleva estar constantemente a dieta, mantenerse delgado a toda costa y sin esfuerzo aunque para ello haya que recurrir a métodos surrealistas y llevar una vida que es de todo menos saludable; el cóctel es explosivo», explica la psicóloga. ¿Y la solución?
Como casi siempre, la clave reside en la educación. Los expertos coinciden en que es necesario rebajar la presión sobre la imagen, regular la publicidad y llevar a cabo un replanteamiento total de lo que verdaderamente es estar sano y cómo conseguirlo
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Enfermeras cordobesas profundizan en la prevención de las conductas de riesgo en adolescentes

El Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba está celebrando esta semana el curso sobre ‘Prevención de conductas de riesgo en el adolescente’, en colaboración con la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud. El objetivo es que los profesionales inscritos complementen sus conocimientos como agentes de prevención y detractores de las conductas de riesgo de los adolescentes.

Enfermeras y enfermeros que siguen esta formación conocerán los principales riesgos que afectan a los adolescentes en su evolución, experimentando cambios en los últimos años, pasando de los embarazos no deseados a enfermedades de transmisión sexual, abusos, alcohol, violencia, adicciones, acoso escolar o peligros de internet, entre otras cuestiones. foto para ASOC Y VIDA COLEGIAL
Por todo ello, la docente del curso, la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui, señala que “es fundamental que los profesionales aprendan sobre estos riesgos para poder intervenir desde la figura de la enfermería, tanto la enfermera asesora de padres como la enfermera en la escuela, y la enfermera en el centro de salud”.
Para llevar a cabo tales actuaciones, Salegui apunta que “la metodología es de Educación para la Salud, entendida como una estrategia estructurada de intervención que va mucho más allá de las charlas informativas y de las campañas de sensibilización”.
En este sentido, la profesora recomienda a los asistentes la web www.adolesweb.org, y dedica además un módulo del curso exclusivamente a los riesgos de internet, donde los jóvenes con trastornos alimentarios encuentran su “fuente de inspiración” o donde también pueden sufrir acosos, chantajes y abusos relacionados con su imagen  y sexualidad, tanto por parte de adultos como de otros adolescentes.
Bífidus, sirtuínas, fitoestenoles, absorción celular, nanoesferas…, palabras mágicas con las que nos bombardean desde los anuncios y los estantes del supermercado. Todo el mundo quiere que nos cuidemos, todos los productos parece que nos ayudan a ello. Sin embargo, a pesar de este aparente conocimiento sobre alimentación y nutrición y del acceso fácil, que no barato, a todos estos compuestos, las principales causas de enfermedad y muerte en nuestra sociedad tienen que ver con lo que comemos y cómo lo hacemos: hipertensión, bulimia, diabetes, colesterol, anorexia y obesidad. Con tantas voces a nuestro alrededor “investigando” para crear alimentos “saludables y funcionales” y cremas que nos hagan parecer eternamente jóvenes, ¿cómo es posible que estas enfermedades se hayan multiplicado hasta extremos epidémicos en las últimas décadas? ¿Estamos haciendo algo mal o estamos siendo engañados por esas mismas empresas que tanto dicen preocuparse por nuestra salud y la de nuestros hijos?
 
El nuevo libro de Ana Isabel Gutiérrez Salegui, que acaba de ver la luz bajo el elocuente título de Consume y calla, pretende desenmascarar a una industria que, además de lucrarse con ello hasta extremos insospechados, es directamente responsable de “las enfermedades de la sociedad occidental“.
 
A través de un minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética, se intentan desvelar y explicar los trucos a los que recurre la mercadotecnia alimentaria, las verdades a medias, las mentiras completas, las manipulaciones de los resultados de las investigaciones, los vacíos legales que lo permiten, y hacer conscientes a los consumidores de las trampas que tiende la industria y que tan nefastas consecuencias tienen sobre la salud y el bolsillo.
 
Sólo la información combate la manipulación, sólo la educación puede combatir el engaño. Este libro busca ambas cosas, informar y educar.
 
El contenido de esta nueva publicación de la psicóloga y docente Ana Isabel Gutiérrez Salegui es el siguiente:
 
1. Introducción
2. El cambio de una sociedad a través de sus estereotipos
3. Diccionario básico para detectar engaños
4. ¿Qué dice la Ley al respecto?
5. De paseo por el súper
6. La salud y la belleza en la publicidad
7. Picaresca y publicidad cosmética, ¿viejas amigas? Del bálsamo de Fierabrás a las nanoesferas
8. Manual del publiescéptico
9. Ranking de los mejores asteriscos
10. Quién es quién
11. Fuentes y recursos utilizados
 
La obra está publicada por el sello Foca, del grupo editorial Akal, donde también han tenido cabida polémicos títulos muy vendidos, tan diversos entre sí como El precio de la libertad, de Jesús Cacho, Adios, Princesa, de David Rocasolano, Traficantes de información, de Pascual Serrano, 11-S, las verdades ocultas, de Eric Raynaud, Una monarquía protegida por la censura, de Iñaki Anasagasti, o Catarsis, de Javier Benegas y Juan M. Blanco.
Publicado en Salamanca 24 horas, 15.05.13
 
 
“HAY GENTE QUE VIVE DE ENGAÑAR CON DIETAS MIENTRAS OTROS SE ESTÁN ESTROPEANDO EL CUERPO”
Local. Sara Mateos
 
La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez ha impartido una charla-coloquio sobre los ‘Mitos en la alimentación’ y los intereses de las empresas de mercadotecnia para vender sin tener en cuenta la salud de los consumidores. Advierte del peligro de las dietas milagrosas de cara al verano y de la desinformación de los consumidores ante determinados productos que prometen falsos resultados
 
Esta mañana el Colegio Oficial de Enfermería ha acogido la charla-coloquio “Mitos en la alimentación. Dietas y productos milagro”, organizada por el mismo Colegio de Enfermería y a la que ha asistido la concejala de Salud Pública, María José Fresnadillo. En ella, la psicóloga, Ana Isabel Gutiérrez Salegui, ha explicado el engaño de los consumidores ante determinados productos: “Normalmente nos encontramos con mucha gente que cree saber mucho sobre nutrición y, realmente, la gente no tiene ni idea. No es que lo diga yo, es que se ha comprobado en una investigación realizada con estudiantes de la Complutense. De hecho, podemos hacer cualquier tipo de encuesta a la puerta de un supermercado y todo el mundo te dice: ‘esto tiene isoflavonas y soja, esto tiene antioxidantes, etc’; luego les preguntas: ‘¿y para qué sirven?’ y te dicen ‘¡ah, no sé!’. Pero sin embargo, han pagado mucho más por comprarse un producto que les promete un 0% materia grasa. Luego vienen los problemas cardiovasculares, el cáncer, la diabetes… Todo enfermedades relacionadas con la alimentación”.
 
La psicóloga asegura que las empresas de mercadotecnia actúan en su propio beneficio, traicionando la confianza del consumidor con promesas falsas: “Hay mucha gente que tiene ideas incorrectas. Hoy me he traído un zumo en el que pone ‘0% materia grasa’. Ahora le damos la vuelta, nos vamos a la letra diminuta, y tiene el equivalente a tres cucharadas de azúcar. Pero, el que se lo compra, se va convencido de que se está cuidando un montón y es supersano. Luego, como se supone que es sano, se toman tres zumos y ya son nueve cucharadas. Hay ideas incorrectas alimentadas por las empresas de mercadotecnia. Son ellas las que fomentan esa idea equivocada. Normalmente no hay nada que esté muy rico y sea supersano, todo eso tiene químicos. Primero aparecen los problemas físicos y luego los psicológicos, porque la gente sigue engordando con esta alimentación y se pone a dieta y entran en el síndrome del yo-yo. Viven infelices y obsesionados. El cuerpo además se altera, va perdiendo su punto de equilibrio y los rebotes cada vez son más grandes”.
 
Sobre las dietas ‘milagrosas’ de cara al verano, Ana Isabel advierte de su peligro: “Son todas peligrosísimas. La Dukan es la que ahora está de moda. Esta dieta puede provocar daño renal, hepático… Y la gente dice: ‘es que a mí los análisis me salen bien’. Claro, salen bien hasta el día que salen mal. Cuando salen mal ya no se puede dar marcha atrás. De hecho, ese doctor fue expulsado de las sociedades médicas francesas y aquí no se sabe porque no interesa, porque se han vendido cientos y miles de libros sobre esa dieta. Hay gente que vive de eso y de vender complementos proteicos, gracias a gente que se está destrozando el cuerpo convencido de que lo están haciendo bien. Lo mejor es estar vigilado por un nutricionista, por la salud sólo velan los profesionales sanitarios. Lo mejor es comer de todo, seguir la alimentación tradicional y recuperar el tipo de recetas que hacían nuestros abuelos. No hace falta ir a un gimnasio, con moverse un poquito y caminar en lugar de coger el coche es suficiente”.
Publicado en La Gaceta, 16.05.13

Sanidad. Colegio de Enfermería
 
LA DIETA DUKAN Y OTROS “CUENTOS”
 
Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga experta en trastornos alimenticios, critica duramente estos sistemas de adelgazar
 
Alejandro Segalás
 
Las dietas “milagro” y en concreto el famoso sistema Dukan no cuenta con el respaldo de la comunidad médica y ayer en el Colegio de Enfermería de Salamanca se puso de manifiesto en la ponencia de la psicóloga experta en trastornos alimentarios Ana Isabel Gutiérrez Salegui “Mitos en la alimentación. Dietas y productos milagro”.
 
“La dieta Dukan es un engaño que está provocando que mucha gente se esté haciendo daño, pero como se venden muchos libros y hay dinero detrás de esto pues nadie hace nada. Las sociedades científicas francesas han expulsado de la comunidad médica francesa al autor de este método, pero no interesa que se sepa”, criticó Ana Isabel Gutérrez Salegui, quien alertó de que puede provocar problemas graves irreversibles desde el punto de vista renal.
 
La experta en trastornos alimenticios destacó que este tipo de conductas provocan un efecto “yo-yo” en el que el paciente no para de coger kilos y de adelgazar, lo que provoca cuadros de depresión y de desequilibrio psicológico.
 
Gutiérrez Salegui también recalcó que, en general, la población “no tiene ni idea” y que cree que tiene conocimientos de alimentación cuando en realidad no es así.
 
En cuanto a la mejor dieta, la ponente puso de manifiesto que hay que volver a la buena cocina de las madres y las abuelas. “Es mucho mejor comer un buen plato de lentejas, con chorizo y verduras que no los productos de sustitución de comitadas, batidos energéticos y demás productos que venden ahora”, explicó ayer en las instalaciones del Colegio de Enfermería de Salamanca, aunque recalcó que una buena alimentación debe ir de la mano con un poco de ejercicio físico que no tiene que ser estrictamente ir al gimnasio. Somos los que comemos.
 
 
Publicado en LaGacetadeSalamanca.es, 15.05.13
 
 
LOS MILAGROS NO EXISTEN… EN LAS DIETAS PARA ADELGAR
 
Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga experta en trastornos alimenticios, critica duramente algunos sistemas de alimentación para perder peso.
 
Las dietas “milagro” y en concreto el famoso sistema Dukan no cuenta con el respaldo de la comunidad médica, como este miércoles puso de manifiesto en el Colegio de Enfermería de Salamanca la psicóloga experta en trastornos alimentarios Ana Isabel Gutiérrez Salegui, con una ponencia titulada “Mitos en la alimentación. Dietas y productos milagro”.
 
“La dieta Dukan es un engaño que está provocando que mucha gente se esté haciendo daño, pero como se venden muchos libros y hay dinero detrás de esto pues nadie hace nada. Las sociedades científicas francesas han expulsado de la comunidad médica francesa al autor de este método, pero no interesa que se sepa”, criticó Ana Isabel Gutiérrez Salegui, quien alertó de que puede provocar problemas graves irreversibles desde el punto de vista renal.
 
La experta en trastornos alimenticios destacó que este tipo de conductas provocan un efecto “yo-yo” en el que el paciente no para de coger kilos y de adelgazar lo que provoca cuadros de depresión y de desequilibrio psicológico.

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