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‘Psicologia Forense’ Category

Publicado originalmente en la pagina de Alberche Area Juridica

TSJM: reiterar prueba innecesaria revictimizaría a trabajador acosado

26/12/2016

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La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Sección 6ª, ha confirmado una sentencia condenatoria por acoso laboral, desestimando los recursos de suplicación interpuestos tanto por la empresa como por los trabajadores autores de las conductas lesivas, y acogiendo sustancialmente los argumentos del letrado del afectado, Carlos Javier Galán, de Alberche Abogados.
El recurso de la empresa se basaba fundamentalmente en que la inadmisión de una segunda prueba pericial sobre la persona de la víctima constituía una infracción procesal grave, generadora de indefensión, por lo que solicitaba la nulidad de todas las actuaciones procesales posteriores a dicha denegación.
El TSJ considera que “el examen pericial cuyos resultados se aportaron con la demanda resultaba imprescindible porque sobre la parte actora recaía la carga de la prueba”. Subraya que dicho dictamen, del que es autora la perito Ana Isabel Gutiérrez Salegui“se fundamenta mediante una completa metodología y presenta una considerable consistencia en sus apreciaciones”, además de recordar que “existen en las actuaciones otras pruebas documentales y la testifical”.

El mero hecho de la existencia de esa pericial no ampara la interpretación de la contraparte según la cual “para garantizar la igualdad de las partes (…) la demandada tendría automáticamente el derecho a practicar de nuevo las mismas pruebas sobre la persona del demandante”. 

Ha de justificarse suficientemente la necesidad de ese segundo examen porque “el artículo 90.1 LRJS impone a las partes la carga de la previa justificación de la utilidad y pertinencia de las pruebas propuestas y no se considera suficiente a tal efecto la mera manifestación de que se pretende reiterar un reconocimiento médico y psicológico en la persona del demandante que ya ha sido practicado de manera exhaustiva”.

Afirma la sentencia que “sin ese esfuerzo de motivación de la pertinencia y utilidad de la prueba no sería responsable que los jueces autorizasen la práctica de un nuevo reconocimiento al demandante”.

Y ello porque “no se trata de una prueba pericial sobre una cosa inanimada” sino que se pretende repetir “un detallado y dilatado examen médico” sobre una persona que –en aquel momento indiciariamente- “había sufrido graves ataques a su dignidad y a su integridad física y moral”.

La parte recurrente se preguntaba con sorna si acaso la juez es médico para saber que dicha prueba puede afectar negativamente a la víctima de acoso. El TSJ es inequívoco al responder a semejante argumento: “Sin necesidad de ser un experto (…) y sólo con la sensibilidad de una persona común, no cabe negar que sea altamente inconveniente para el paciente rememorar una vez más acontecimientos como los que se narran en los hechos probados y someterse para ello de nuevo a una serie de pruebas, tests, conversaciones, etc., lo que daría lugar a lo que se viene denominando victimización procesal o secundaria”.


Informes médicos y psicológicos, forenses y de parte, ante la administración de Justicia

/en  /por 
Publicado en Hay Derecho?


A pesar de la altísima frecuencia con la que jueces, letrados y fiscales trabajan con informes médicos o psicológicos, en muchas ocasiones, el desconocimiento de las diferencias entre ambas ramas del ejercicio de la Psicología o la Medicina, hace que se utilicen mal, perjudicando con ello, indefectiblemente a una de las partes.
Obviando la incompatibilidad señalada por la Deontología y los Códigos de buena praxis que obliga a que, quien ha tenido conocimiento de los hechos en su ejercicio profesional, como psicólogo o como médico, sólo puede actuar en calidad de perito-testigo y nunca como perito forense, hay diferencias que pueden afectar directamente a la correcta interpretación de los documentos sanitarios, y por ende, al resultado del litigio.
El perito tiene como objetivo primordial ayudar a la administración de justicia en la toma de decisiones, independientemente de que la demanda de su intervención provenga del mismo tribunal, de cualquiera de las partes o de sus representantes procesales. Su fidelidad se debe exclusivamente a la administración de Justicia, cambiando además la obligatoriedad del “secreto profesional”. En el caso del perito toda información obtenida debe ser facilitada al proceso.
Un rol diferente es el de aquellos profesionales que han tenido conocimiento total o parcial de los hechos en el ejercicio de su profesión, tanto en intervenciones de urgencia (en crisis), como en tratamientos prolongados. En ese caso puede ser llamado a declarar como testigo, pero dado el tipo de intervención profesional en la que ha participado, se encuentra en la tesitura de que debe secreto profesional a su cliente. Secreto del cual sólo puede ser eximido por el mismo cliente o por providencia judicial.
Esta es una situación muy habitual en las salas de Justicia, pero sin embargo, por desinformación en la mayoría de las ocasiones,  pocos profesionales de la salud saben cómo se debe resolver correctamente para evitar verse envueltos en una maraña de demandas deontológicas, o lo que es peor, recibiendo una sanción del correspondiente colegio profesional.
Como explica Ramon J. Vilalta Suárez, Coordinador de Psicología Jurídica del Consejo General de la Psicología “La entrada en vigor de la ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, aún añade complicación a la distinción establecida anteriormente entre peritos y testigos, pues dentro del epígrafe de los testigos, introduce la figura del Testigo-perito (Art 370 de la LEC) e incluso contempla un trámite para la solución de la mentada situación del deber de secreto profesional (Artículo 371.1 de la LEC): 1. Cuando, por su estado o profesión, el testigo tenga el deber de guardar secreto respecto de hechos por los que se le interrogue, lo manifestará razonadamente y el tribunal, considerando el fundamento de la negativa a declarar, resolverá, mediante providencia, lo que proceda en Derecho. Si el testigo quedare liberado de responder, se hará constar así en el acta.”
J.M Muñoz de TSJ de Madrid llega incluso más allá en la interpretación del deber de separar ambos roles, asistencial y forense: “En las primeras actuaciones procesales inmediatas al delito puede demandarse la intervención del psicólogo forense para valorar la capacidad procesal de la persona denunciante, evitando situaciones de inseguridad jurídica. También puede solicitarse al perito psicólogo una intervención en crisis que permita, tras la estabilización del estado psicológico de la persona, el desarrollo de la diligencia judicial oportuna con las adecuadas garantías procesales (i.e., toma de declaración, reconocimiento en rueda, etc.). En esa circunstancia, si se diera el caso de que posteriormente se solicitara del técnico una evaluación pericial, ésta debería ser realizada por otro psicólogo forense para salvaguardar la objetividad e imparcialidad que la actuación asistencial pudiera haber contaminado”.
Pero más allá del deber ético y deontológico al que todos los profesionales estamos obligados, existen importantísimas diferencias de tipo técnico, que es fundamental conocer por parte de los profesionales no sanitarios implicados en temas judiciales.
Para empezar, la primera diferencia básica, es que el profesional clínico, tanto de la Sanidad pública como de la privada y ya estemos hablando de asistencia de urgencias, atención primaria u hospitalaria no desconfía, ni tiene por qué hacerlo, de lo que le manifiesta la persona que acude. Es una relación de ayuda y el profesional establece una relación terapéutica cuyo único fin es curar o paliar los síntomas. Uno de los objetivos primordiales es el establecimiento del tratamiento adecuado para la dolencia que el paciente le refiere. En líneas generales, y a excepción de casos muy evidentes, el diagnóstico diferencial de la simulación no se contempla, así como tampoco se cuestiona la causa que la persona afectada señala como origen del síntoma.
Así, como les resultará familiar a los profesionales del derecho, a la hora de recopilar documentación para elaborar un informe forense, nos encontramos casos en los que, por ejemplo, resulta difícil demostrar episodios de violencia de género, dado que aunque los documentos clínicos señalen las lesiones de forma evidente, como una fractura espiroidea o un hematoma periorbital en ausencia de otros daños, y estas lesiones observadas sean de difícil origen accidental, pero dado que la víctima, en el momento de acudir al hospital, refirió “que se había caído por las escaleras” o “que se había golpeado con una puerta”, eso y sólo eso es lo que consta como causa del accidente.
Por eso es tan importante, en un caso como el anterior, entre otros muchos posibles ejemplos, tener un buen médico forense que pueda explicar que, la fractura que aparece descrita es incompatible con el mecanismo de producción alegado, y un buen psicólogo forense que explique cómo, mientras una mujer se encuentra dentro de una relación violenta, tanto el miedo, como la dependencia o el Síndrome de la Mujer maltratada, pueden provocar que mienta reiteradamente a los facultativos.
También ocurre al contrario, cuando una persona señala “que tiene problemas con compañeros” y que a ello atribuye la ansiedad, tristeza o insomnio que sufre, queda recogido como tal, siendo posible que la presencia de otros factores explique esos síntomas como causa o concausa, pero dado que el paciente los omite, intencionalmente o no, el profesional no los puede recoger ni inferir.
Y muchas veces, todos esos informes se presentan como prueba irrefutable, sólo por estar recogido en un documento sanitario, sin tener en cuenta que el facultativo suele diferenciar siempre cuando el “paciente refiere” y cuando el profesional observa o constata.  Y ambas cosas, como saben, no son lo mismo.
Como señalan Fariñas y Arce “Los instrumentos usuales de medida clínica están desarrollados sobre la base de que estamos ante un paciente. Por tanto, no tiene interés el estudio de la simulación. Por ello, las entrevistas estructuradas o semi-estructuradas, al igual que los listados de síntomas e instrumentos de medida psicométricos, no cumplen con el propósito de controlar la simulación de un trastorno mental al propiciar información que la facilita. Por ejemplo, ante la pregunta ¿tiene usted dolores de cabeza?, el sujeto simulador tiene ante sí un efecto facilitador de respuesta de simulación. Este tipo de preguntas proporcionan al sujeto un camino conducente para la selección de los síntomas asociados a una determinada enfermedad psíquica, con lo que ya sólo sería suficiente que tenga la habilidad precisa para discriminar entre ítem pertenecientes a una patología u otra.”.
No obstante en ocasiones, incluso en los informes médicos pueden verse señales de que al clínico “algo no le cuadra” y estas, son difíciles de advertir por parte de un lego, ya que si en el informe del hospital se señala que “el paciente acude a Urgencias por elevada ansiedad” y en la exploración clínica se señala, por ejemplo que se encuentra eupneico, normotenso etc… o que “no resuena afectivamente”, precisamente está diciendo que no observa nada de lo que el paciente afirma. Y aun así se presentan como prueba de un cuadro ansioso.  Y después se indignan de que el forense haya dictaminado que no ve indicios de dicho trastorno, cuando precisamente, lo que ha hecho, ha sido corroborar y traducir a un lenguaje más inteligible los partes médicos aportados.
Por otro lado muchos de los síntomas tienen un componente subjetivo. Dolores musculares, insomnio, tristeza continuada, ansiedad, son de difícil constatación y de aún más difícil determinación de la simulación en consultas, que generalmente suelen ser breves. Es relativamente fácil simular durante quince minutos, pero no lo es tanto cuando la entrevista estructurada dura más de una hora y el profesional forense sí está entrenado en la detección de la simulación. Mantener la coherencia, no solo en el discurso, sino en la resonancia afectiva, en la postura corporal, en los gestos que reflejan nerviosismo, en la sudoración o la respiración… etc durante sesiones que pueden exceder las dos hora,  es mucho más difícil.
Pero los forenses no nos encontramos solamente ante la necesidad de valorar la simulación, ya que esto no es una realidad dicotómica, de blancos y negros, debemos evaluar también la disimulación, la sobresimulacion (exageración de síntomas existentes), la presimulacion (simulación del cuadro para cometer un delito y utilizarlo como atenuante y/o eximente) la metasimulacion (prolongación de síntomas ya desaparecidos) o la atribución de unos síntomas existentes causados por otro problema distinto  no relacionado con el tema judicial que se esté tratando.
En un informe forense, lo más importante no es el diagnostico en sí, si no establecer que la génesis  del mismo forma parte, total o parcialmente (causa o concausa) del problema judicial planteado. El diagnóstico puede existir, la enfermedad o el trastorno alegado ser reales, pero ¿tienen su origen en el trasfondo de la demanda? ¿Existe alguna otra patología de fondo que el cliente nos esté ocultando y que pueda explicar total o parcialmente la enfermedad actual? En este punto dada la dificultad de acceso a la historia clínica anterior de la persona, la exploración forense puede verse seriamente limitada (Echeburúa, Muñoz y Loinaz, 2011). Por ello es fundamental solicitar la Historia Clínica completa de la persona a evaluar y maximizar las precauciones si esta no se aporta en su totalidad para su estudio.
Otra de las cuestiones es que, dado que el profesional, en múltiples ocasiones, ha sido contratado por una de las partes, la primera pregunta que suele hacer la otra parte implicada durante la ratificación es “¿quién paga al perito?” en cualquiera de sus formas posibles, intentando sembrar la duda sobre la parcialidad del mismo. Ante esta estrategia, que los psicólogos denominamos ziskinización debemos plantear una escrupulosa metodología que pueda ser sometida al escrutinio de peritos propuestos por cualquiera de las partes intervinientes, incluyendo aquí a los profesionales forenses adscritos a la administración de justicia, sin que pueda encontrase una sola fisura en el diseño de la evaluación, en las herramientas utilizadas, ni una inferencia que no esté apoyada por una sólida base teórica.
Como afirma en Colegio de Psicólogos de Asturias en su Guía Ética: “El acto de la ratificación, en ocasiones convertido en ziskinización, donde se plantea una estrategia de descrédito del experto, nos responsabiliza de cada afirmación contenida en el informe, nos impele a cuestionarnos los métodos e instrumentos utilizados, interpelándonos sobre el conocimiento de cada caso en particular y nos aleja de los informes «tipo».
Una de las pautas que ayudan, no sólo a defender la imparcialidad, si no a evitar momentos incomodos con quien nos haya solicitado la pericial, cuando esta es una de las partes o sus representantes procesales (cuando la designación es por insaculación este problema no existe), es plantear una valoración previa, que debe ser abonada con anterioridad a la realización de la misma y tras la cual se aportarán al solicitante los resultados de la evaluación, respetando a partir de ese momento que la persona decida continuar con la emisión del informe o no.
Respecto a la metodología, siguiendo pautas del Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales sobre evaluación forense de la enfermedad mental la información clínica obtenida será grabada para, después, proceder al análisis de contenido de la misma a través de las categorías descritas en el DSM-IV-TR. (Manual Diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales)
En esas entrevistas, además se procederá a administrar una serie de pruebas psicodiagnósticas que contengan escalas de medida que permitan una valoración de veracidad, deseabilidad o manipulación de la imagen, así como de pruebas específicas de control de la simulación.
Todas las pruebas realizadas deberán cumplir los criterios de calidad: fiabilidad y validez para la población española, habiendo sido seleccionadas siguiendo estricto cumplimiento del Código Ético de la APA: American Psychological Association (1992). Así como las directrices de Heilbrun para la determinación de test de uso forense .
La hoja de respuestas de cada una de las pruebas debe ser firmada por el cliente y el perito y estar a disposición de quien quiera replicar los resultados obtenidos, si así se solicita y lo dispone el Tribunal.
Actualmente casi todas las pruebas existentes se corrigen a través de plataformas externas mecanizadas, facilitadas con la adquisición de la licencia de cada prueba, minimizándose así las posibilidades de error en la generación de perfiles. Respecto a la interpretación de los resultados es conveniente el uso, no sólo de los manuales de corrección de las pruebas, sino la cita obligada de la base teórica o los estudios que fundamenten las conclusiones más importantes.
Como indican los profesores Arce y Fariña “si se observan más de dos criterios de simulación el perito forense habrá de proceder al control de los falsos positivos (verdaderos enfermos informados como simuladores) mediante el uso de los criterios positivos, el registro de sintomatología no accesible a la simulación y el Modelo de Decisión Clínica de Cunnien (1997)”
La realización de una pericial forense debe minimizar al máximo posible la ambigüedad, la posibilidad de error y reseñar el alcance y limitaciones de las conclusiones emitidas. Solamente mediante la más escrupulosa metodología y observando todos y cada uno de los principios éticos y deontológicos de la profesión se puede acaban siendo citado en sentencias judiciales de la manera siguiente: “En este sentido, es contundente la prueba pericial practicada, rigurosa, objetiva y muy profesional…”  u otra mención que subraya que un determinado dictamen …”se fundamenta mediante una completa metodología y presenta una indudable consistencia en sus apreciaciones.” Y ello a pesar de ser dictámenes “de parte”.

En colaboración con la Fundación QSD Global :

Superar una pérdida es difícil, casi cualquier pérdida, pero hay factores que van a dificultar aún más la asunción de la misma. Y muchos de ellos aparecen en la elaboración del duelo de las personas desaparecidas.

La primera es el factor sorpresivo, una enfermedad te prepara para la despedida, en cambio un accidente, un infarto o una desaparición te cogen por sorpresa, dejando a abuela con la comida puesta, a los amigos preparando esa fiesta de cumpleaños, y a la hermana organizando ese viaje juntas. Con frases a medio decir y sentimientos de incredulidad. Nos cuesta creer aquello que nunca hemos pensado previamente.

El segundo factor está preñado de dudas. La familia no sabe si prefiere creer que se ha ido, aún sin comprender por qué, aún sin encontrar motivos para ello, que pensar que alguien se ha llevado a la persona que quieren.  Si se ha ido puede volver a aparecer en cualquier momento, extrañándose de la expectación que ha generado su ausencia. La esperanza y la incertidumbre protagonizan una etapa en la que muchos familiares se quedan anclados. Creer que se fue da menos miedo que pensar que lo llevaron.
En esos casos, la cama sigue hecha y la ropa recién planchada sobre ella, convirtiéndose la habitación en una extensión de la esperanza de los familiares. Cualquier día se abrirá la puerta y la vida continuará donde la dejaron ayer.
A veces hay indicios, más o menos contundentes que señalan que la persona no se ha ido, que alguien ha tenido que llevársela y entonces aparecen el recelo y las sospechas, llegando en ocasiones al paranoidismo, pensando casi cada momento, que aquel vecino que nos pregunta insistentemente, a lo mejor sabe algo que no nos quiere contar. En nuestra mente es más fácil aceptar una desaparición por una catástrofe natural que cuando interviene la mano humana, esto último nos enfrenta al hecho incuestionable de que la maldad existe. Y se nos rompe algo más dentro, algo fundamental para convivir en sociedad, la confianza en el ser humano.

Y aun así, aunque todo apunte a que alguien le hizo desaparecer necesitamos creer que nuestro ser querido está secuestrado, pero vivo, quizás en manos de una mafia, pero vivo, atrapado en una secta, pero vivo, amnésico, orate o enganchado a las drogas. Pero vivo.

Pero pasan las semanas, los meses y los años y solo quedan dos opciones, aceptar que no va a regresar o perder el contacto con la realidad y seguir creyendo absolutamente a ciegas en lo que casi nadie ya puede creer. No hay duelo si no hay pérdida pero la ausencia y las preguntas sin respuesta martillean constantemente sobre los que se quedan.

“La muerte de un ser querido es una experiencia amarga. El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se producen por el fallecimiento de una persona próxima y que pueden oscilar desde un sentimiento transitorio de tristeza hasta una sensación de desgarro y de desolación completa, que, en los casos más graves, puede durar años e incluso toda la vida” (Echeburúa, 2004)[i]

¿Pero qué ocurre cuando no podemos saber con certeza si esa muerte se produjo? ¿Cuándo queda un resquicio que nos hace que nos neguemos a creerla? En el duelo patológico la persona niega la pérdida pero ¿cómo no negarla en estas circunstancias?

La pérdida de un ser querido puede ser el factor más estresante en la vida de una persona, especialmente si se produce de forma imprevista y se trata de un hijo. El proceso de aceptación de su muerte es el más difícil de todos. La muerte de un hijo es un hecho antinatural, que produce una inversión del ciclo biológico normal. Ni siquiera hay un término para describir al superviviente, como lo hay en el caso de la pérdida de un padre (huérfano) o de un marido (viuda). Alrededor de un 20% de los padres que pierden a un hijo no llegan a superarlo nunca (Pérez Trenado, 1999)[ii]. (Echeburua y Herran 2007)[iii].

 Criterios diagnósticos del duelo complicado. (Lacasta y Soler 2004)[iv]

Criterio A: estrés por la separación afectiva que implica la muerte
Presentar, cada día o de forma acusada, 3 de los 4 síntomas siguientes:
1.      Pensamientos intrusivos (que entran en la mente sin control) acerca del fallecido.
2.      Añoranza del fallecido (recuerdo de su ausencia con enorme y profunda tristeza).
3.      Conductas de búsqueda del fallecido, aún sabiendo que está muerto.
4.      Sentimientos de soledad como consecuencia del fallecimiento.

Criterio B: estrés por el trauma psíquico que supone la muerte Presentar, cada día o de forma acusada, y como consecuencia del fallecimiento, 4 de los 8 síntomas siguientes:
1.      Falta de metas y/o tener la sensación de que todo es inútil respecto al futuro.
2.      Sensación subjetiva de frialdad, indiferencia y/o ausencia de respuesta emocional.
3.      Dificultad para aceptar la realidad de la muerte.
4.      Sentir que la vida está vacía y/o que no tiene sentido.
5.      Sentir que se ha muerto una parte de uno mismo.
6.      Asumir síntomas y/o conductas perjudiciales del fallecido, o relacionadas con él.
7.      Excesiva irritabilidad, amargura y/o enfado en relación con el fallecimiento.
8.      Tener alterada la manera de ver o interpretar el mundo.

Criterio C: Cronología La duración de los síntomas mencionados debe ser de al menos 6 meses.

Criterio D: Deterioro El trastorno causa un importante deterioro de la vida social, laboral o de otras actividades significativas de la vida de la persona en duelo.

Cuando pensamos en personas desaparecidas la mayoría de la gente piensa en la victima, en el desaparecido, no en las otras víctimas de esa ausencia, sus padres, esposas, maridos, hermanos o hijos. Personas encerradas en esa habitación vacía, atrapadas en ese momento del pasado en que le vieron por última vez, atadas a preguntas sin respuesta. 



[i]Echeburúa, E. (2004). Superar un trauma: el tratamiento de las víctimas de sucesos violentos. Madrid: Pirámide.
[ii] Pérez Trenado, M. (1999). El proceso de duelo y la familia. En W. Astudillo, C. Arrieta, C. Mendinueta y 1. Vega de Seoane (Eds.). La familia en la terminalidad. Bilbao. Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos.
[iii]Echeburúa, E. y Herrán, A. (2007). ¿Cuándo el duelo es patológico y cómo hay que tratarlo? Análisis y Modificación de Conducta, 33(147), 31-50.
[iv] . Lacasta Reverte MA, Soler Sáiz MA. El duelo: prevención y tratamiento del duelo patoló- gico. Cuidados después de la muerte. En: Manual SEOM de Cuidados Continuos. Camps Herrero C, Carulla Torrent J, Casas Fdez. de Tejerina A, González Barón M, Sanz Ortiz J, Valentín V (eds.). Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). 2004.

Recientemente, tras los terribles incendios que afectaron a Galicia, Asturias y Portugal, en Octubre del 2017, la psicóloga forense Ana Isabel Gutiérrez Salegui participo como experta en el programa Sin Filtros explicando los distintos perfiles psicológicos que suelen encontrarse detrás de estas catástrofes “no naturales”.

Para ver el vídeo completo pulsa aquí

Perfilación de víctimas de delitos violentos. Más allá del análisis forense.


En una inmensa mayoría de actos criminales las víctimas no son aleatorias. Hay algún factor, característica o rasgo directamente relacionado con el hecho de que el actor se fije como objetivo esa persona concreta. 

Incluso en los casos de asesinos seriales, donde muchas veces la relación entre víctima y agresor puede ser nula, podemos encontrar características en la victima que nos señalan la firma del agresor, las necesidades emocionales y psicológicas que está cubriendo y que pueden orientarnos hacia un posible sospechoso o hacía su perfil, ayudando a acotar la búsqueda del autor.

Más allá de los datos que puede aportar una víctima superviviente, en los casos de mayor dificultad como pueden ser víctimas incapaces de comunicarse, afectas de demencia, de amnesia postraumática psicógena o en coma, están los casos en los que la víctima está muerta o incluso desaparecida, punto este último que nos sitúa en la duda de si efectivamente ha sido víctima de un delito, o se trata de una desaparición voluntaria, inducida o no.

Este es el núcleo central de la perfilación de las víctimas, ayudar a desentrañar de la mano de los datos aportados por la investigación pero con los conocimientos teóricos de la victimología, qué ha podido ocurrir, cuales son las motivaciones implicadas y por último que tipo de persona debemos buscar como causante de los hechos. 
Contenidos: 
1-Objetivos en la perfilación de víctimas.

2- Datos relevantes en la elaboración de perfiles.

3-Integracion de perspectivas: Lo que la persona es realmente-Lo que su familia conoce-Lo que revela sus interacciones sociales.

4-Tipos de delitos más habituales en función de factores:

Sexo:
El hombre como víctima.
La mujer como víctima.
Edad:
Victimas hasta tres años.
Victimas menores hasta 12 años
Adolescentes.
Perfilación en la victima adulta.
Ancianos

Discapacitados.

5-La autopsia psicológica: ¿Accidente, suicidio o crimen?


Perfilación Criminal. 


6-Fundamentos teóricos.
Por otro lado están los perfiles criminales. Que características psicológicas o psicopatológicas poseen los autores de los mismos. A través del estudio de múltiples casos y desde la perspectiva nomotética se puede realizar una aproximación al perfil psicológico del causante en función de datos y características de la víctima, la escena, el modus operandi o el tipo de delito. Si bien cada investigación debe iniciarse con total ausencia de ideas previas, para evitar sesgos que nos confundan, los hallazgos obtenidos deben relacionarse con las tipologías desarrolladas, siendo la relación entre hallazgos y conocimientos teóricos quienes nos ayuden en la formulación de hipótesis, para lo cual es fundamental el conocimiento exhaustivo de los perfiles criminales.

7-Fuentes de información para realizar el perfil criminal.
La escena/s
La victima
Autopsia forense.
Modus operandi
Firma del autor
Medidas de precaución forense.

De las fuentes anteriores debemos ser capaces de intentar completar un perfil del criminal con la mayor exactitud posible, es verdad que en los casos de desapariciones o en los que desconocemos donde está la escena primaria y sólo tenemos una escena secundaria a la que ha sido trasladado el cadáver, la obtención de datos fiables se complica, no obstante, es fundamental que si se realizan inferencias o suposiciones sean reseñadas como tales.

Este es un resumen de las áreas que pretende abordar el Curso de Elaboración de Perfiles de IPIC (Instituto de Probática e Investigación Criminal) que se celebrará los próximos 3 y 4 de Marzo en el Club 567 Dirección: Calle de Velázquez, 12, 4º.  28001 Madrid
Precio: 100 euros
Organiza IPIC. Instituto de Probática e Investigación Criminal http://www.icriminal.org/
Información y matriculas: info@icriminal.org

Como reseña el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid el pasado día 28 se celebró una Jornada de análisis sobre el triple crimen de Burgos, caso aún sin resolver.
En dicha Jornada participaron la Dra Sylvia Llado, médico forense, D. Jose Antonio Tuero, presidente de la Sección Penal del ICAM, D. Angel Galán  Ex-Comisario Jefe de la Brigada de Desaparecidos y Delitos Violentos y actual Director del Instituto de Probática e Investigación Criminal y Ana Isabel Gutiérrez Salegui, encargada de exponer el perfil del autor del brutal asesinato.

Publicado en Gente Digital 05.07.13
UN SERVICIO SANITARIO URGENTE, TAMBIÉN PARA VÍCTIMAS E INCLUSO CONDENADOS
Patricia Costa 

Lourdes tiene el potasio bajo fruto de un trastorno alimenticio y, según los expertos, una alta probabilidad de sufrir un infarto. Esta mañana se enfrenta por primera vez a su agresor en los juzgados de Plaza de Castilla, el hombre que presuntamente la violó hace varios meses. Le acompaña de forma altruista Ana Gutiérrez Salegui, psicóloga forense. En la audiencia previa, Lourdes sufrió un desmayo y Ana teme que hoy pueda atravesar una crisis de ansiedad. Todavía no está preparada para verle la cara. Por este motivo, y previa presentación del informe médico de su paciente, Gutiérrez Salegui ha solicitado que en el juicio se movilice a una ambulacia del SAMUR. Prefiere prevenir. Lamentablemente, el juez Ángel Luis del Olmo, fallecido el pasado 2 de julio a causa de un infarto mientras trabajaba, no tuvo esta opción. Ni en el Juzgado de lo Social número 25 de Madrid, en la calle Princesa, donde Del Olmo perdió la vida, ni en Plaza de Castilla cuentan con servicios sanitarios o desfibriladores para atender situaciones de urgencia, según indican los propios trabajadores. Al caso de este magistrado, de 58 años, se suma la presunta tardanza de la ambulancia, 40 minutos dicen unos, 16 asegura SUMMA 112. Un perito forense que se encontraba en el juzgado asistió a Ángel Luis en un primer momento, pero de nada sirvió la reanimación.

800 EUROS LA AMBULANCIA

“Movilizar a una ambulancia cuesta unos 800 euros. Teniendo en cuenta que los juzgados funcionan más o menos de 9 a 15 horas, sería más barato que tuviese un servicio médico fijo”, opina Salegui. Con ella coincide otra persona que frecuenta los juzgados, el abogado Carlos Javier Galán. “No sé si sería viable por la dispersión actual de las sedes judiciales, pero creo que debería existir ese servicio especialmente en los juzgados de lo penal, donde se tratan temas como la violencia machista o las agresiones sexuales, situaciones más complejas y conflictivas”, apunta. Sin embargo, subraya, “hay que ir a las causas de lo que le ha ocurrido a este juez. La actual carga de trabajo en los juzgados y la escasez de medios es intolerable”.

MÁS CRISIS, MÁS LITIGIOS, MÁS ESTRÉS

A raíz de la muerte del juez Del Olmo, la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial acordó dirigirse a la Comunidad de Madrid, a fin de que lleve a cabo, “a la mayor brevedad posible, la implantación de las medidas necesarias en el ámbito de la prevención de riesgos laborales, en los edificios judiciales”. El Ejecutivo regional aclaró que no está obligado por ley a tener desfibriladores en el edificio donde falleció el magistrado, el Juzgado de lo Social número 25. Por su parte, la Unión Progresista de Fiscales denunció la escasez de medios y la situación de estrés a la que se enfrentan jueces y fiscales debido al incremento de la litigiosidad derivada de la actual situación económica.

Por Ana Isabel Gutiérrez Salegui
Capítulo del libro colectivo Marea Blanca, 
coordinado y recopilado por Luis Daniel Martín. ViveLibro, 2013.

Me llamo Ana y soy psicóloga forense. La gente asocia habitualmente a los forenses con los muertos -será que hemos visto muchas series de televisión-, pero los psicólogos forenses trabajamos con víctimas, con supervivientes. Ser víctimas de una agresión sexual o física, o encontrarse en el escenario de un atentado, nos puede ocurrir a cualquiera. Y aunque no se vean las heridas físicas, porque no las haya, un hecho así puede condicionar el resto de tu vida. A nadie le deja indiferente. Algunos desarrollan tal miedo que no vuelven a salir de casa. Otros acaban sufriendo una depresión porque no pueden entender ni la maldad humana ni por qué les tocó a ellos. Muchos se sienten culpables por haber sobrevivido cuando el que estaba a su lado, a veces un amigo o un familiar, no lo hizo.
 
Aun antes de especializarme, ya trabajaba con víctimas de todo tipo: de atropellos, de agresiones sexuales, de mobbing, de violencia de género… Contando esos años de estudiante, en los que fui voluntaria de diferentes asociaciones, llevo ya veinte años trabajando con víctimas de todo tipo. Por eso sé que la ayuda psicológica en los primeros momentos es crucial, que es fundamental estar pendiente de la aparición de los primeros síntomas, que éstos pueden aparecer incluso meses y meses después de los hechos, que hay que estar muy alerta para actuar ante las primeras señales. A nadie se le escapa que es más fácil y tiene mejores resultados una detección e intervención precoz que intentar hacer remitir un cuadro instaurado.
 
Por otro lado, la asistencia sanitaria integral es un derecho de cualquier enfermo, sea su patología física o mental. Y ese derecho precisamente es el que se va a ver vulnerado con los recortes sanitarios. Si bien toda la asistencia sanitaria va a resentirse en su calidad, es en Salud Mental donde más se va a notar, sobre todo entre los enfermos crónicos que, en muchos casos, son un producto directo del sistema sanitario. En ausencia de tratamientos que incluyan la rehabilitación psicosocial, un fármaco no puede curar el déficit de habilidades, por poner un ejemplo. En el momento actual y según datos oficiales, el consumo de fármacos antidepresivos y ansiolíticos se ha disparado. Eso no significa directamente que el número de personas con diagnósticos haya aumentado, sino que ha aumentado el número de personas que tienen algún síntoma psicológico y, por lo tanto, están en situación de riesgo de acabar desarrollando una enfermedad.
 
Si traducimos esto a términos económicos nos encontramos con que el impacto sólo de la depresión en nuestro país se ha estimado en 5.005 millones de euros anuales, según Valladares, Dilla y Sacristán (2008) (1).
 
Es evidente que cada problema requiere sus propios especialistas, y es obvio que ningún ginecólogo  debería atender un enfisema pulmonar ni que ningún médico de familia puede hacer un trasplante de riñón. ¿Qué quiero decir con esto? Si nos atenemos a las estadísticas que nos sitúan a la cabeza de Europa (junto con Reino Unido) en prevalencia de trastornos psicológicos (2), los estudios de King M. et al (2008) (3) y comparamos el ratio de psicólogos en nuestro país (4,3 por cada cien mil habitantes frente a 19,6 psicólogos/100.000 en el resto de Europa, datos de la OMS), nos encontramos con la paradoja de no poder dar la asistencia necesaria ni a las víctimas de cualquier hecho, atentado, agresión o accidente ni al resto de los afectados por patologías mentales.
 
El número de psicólogos en el Sistema nacional de Salud es muy escaso en Atención Especializada y prácticamente inexistente en Atención Primaria, a pesar de que sociedades médicas de atención primaria estiman que hasta el 66 % de las consultas en Primaria tienen un componente principalmente psicológico. Con este panorama no es extraño que muchas personas estén mal diagnósticas, su abordaje terapéutico se realice exclusivamente con psicofármacos, contribuyendo así al enmascaramiento de los síntomas, la cronificación del cuadro y a que la distancia temporal entre sesión y sesión, en ocasiones, supere el mes y medio.
 
El tratamiento de cualquier víctima pasa por hacer una intervención en crisis, cuando llegan a Urgencias por agresiones sexuales, agresiones físicas, crisis de pánico o intentos de suicidio. No dejarlas solas y acompañarlas durante todo el proceso, desde que ingresan hasta que acuden a poner la denuncia. Pero no hay psicólogos en Urgencias.
 
Pasa también por la detección de los problemas psicológicos en Atención Primaria y la derivación a Centro de Salud Mental de forma preferente, para que, coordinados, se pueda hacer un abordaje integral de cada caso, afrontando los problemas físicos, los psicológicos y la valoración de la trabajadora social. Pero apenas hay psicólogos en Atención Primaria, no los suficientes. Por eso hay que recurrir a los psicólogos de las  múltiples asociaciones de afectados, sobradamente motivados pero escasamente remunerados y valorados. La labor de las asociaciones es admirable, pero una de las causas de que existan es que hay deficiencias en el sistema.
 
Nos encontramos a menudo con el uso exclusivo de tratamientos farmacológicos como terapia, que inhiben o hacen desaparecer los síntomas, pero sólo mientras se mantiene la medicación. A nadie se le escapa que, si no se dota de las habilidades necesarias para afrontar la situación, o  no se soluciona el problema de base que la provoca, la sintomatología reaparecerá en el momento en que se interrumpa el consumo de los fármacos, provocando que, antes o después, nos encontremos con una recaída, lo cual empeora el pronóstico desde el punto de vista de intervención psicológica. 
 
A pesar de todas estas dificultades, la atención psicológica se iba haciendo un hueco en la asistencia sanitaria, pero ahora los recortes nos llevan a un marco diferente y desolador, en el que sólo tendrá acceso a ella quien se la pueda pagar. Los seguros privados suelen limitar las terapias a un número concreto de sesiones de una duración concreta, en ocasiones ridículo, como la duración máxima de veinte minutos. Sobra decir que va contra la ética decirle a alguien que su sesión ha terminado si en ese momento ha roto a llorar desconsoladamente o te acaba de plantear que tiene ideas suicidas. Por otro lado, el planteamiento de limitar sesiones de psicoterapia es tan irracional como decir, de antemano, sin ver al paciente, sin valorar la gravedad del caso ni el alcance de la lesión, que cualquier lesión muscular “tiene” que curarse, sí o sí, en diez sesiones de rehabilitación.
 
La privatización de la Sanidad no va a llevar sólo a una vulneración de uno de los derechos fundamentales del hombre, la salud; va a llevarnos a un mundo en el que todos aquellos que hayan sufrido cualquier hecho que les lleve a una lesión psíquica, tengan que convivir con sus fantasmas si no pueden asumir unos tratamientos caros y prologados. Hasta la cicatriz más horrible puede dejar de estar presente en la mente porque la herida se cura y deja de doler, lo que pervive en la mente es el trauma psicológico, ese que solo se puede vencer enfrentándose a él y que ningún fármaco puede borrar.
 
Por ello soy una de las batas blancas que salen a la calle, porque quiero un mundo en que toda persona que haya sufrido un hecho así tenga una segunda oportunidad y no se vea obligada a arrastrar unas consecuencias que le lastren y que podemos evitar. Que no haya enfermos de primera o de segunda en función de su poder adquisitivo y en el que la Salud, con mayúsculas, la física y la mental, esté al alcance de todos.
(1) Valladares, A. Dilla, T. Sacristán, J. Actas Españolas de Psiquiatría, 2009.
(2) Investigación dirigida por la doctora Carmen Fernández y presentada por la Sociedad Castellano y Leonesa de Medicina de Familia y Comunitaria (Socalemfyc) como ponencia Violencia de género, una prioridad y un reto social. Valladolid-Salamanca, 2007.
(3) King M. et al (2008)  “Prevalence of common mental disorders in general practice attendees across Europe.” British Journal of Psychiatry, 192, 5, pages 362-367.

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