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Publicado en Salamanca 24 horas, 29.05.14

Local
DEBATE SOBRE LA SALUD COMO NEGOCIO EN UNA SOCIEDAD ENFERMA

Redacción.

La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez presenta el libro ‘Consume y Calla’, en el que pretende “desenmascarar a una industria que, además de lucrarse con ello hasta extremos insospechados, es directamente responsable de las enfermedades de la sociedad occidental”.

El Colegio de Enfermería ha acogido este jueves la conferencia-coloquio “La salud como anzuelo: niños obesos y adultos obsesionados, el negocio de una sociedad enferma”. La conferenciante, psicóloga especialista en trastornos de la conducta alimentaria, Ana Isabel Gutiérrez Salegui, aborda tras este sugerente e inquietante título un tema de actualidad que preocupa cada más a toda la población y a los profesionales de la salud. 

Se debate sobre cuestiones como por qué la sociedad, que se supone más avanzada, es la más enferma psicológica y físicamente hablando. Gutiérrez ahonda en cómo y por qué la salud y sus productos mueven al año miles de millones de euros, y sin embargo cada vez son mayores las cifras de diabéticos, hipertensos, trastornos alimentarios, infartos y cánceres. ¿Qué hay detrás de estos datos? ¿Qué errores estamos cometiendo? ¿Cómo intentar evitar realmente estas enfermedades? A estas y otras preguntas se intentó contestar en el tiempo de coloquio. 

Al finalizar la conferencia-coloquio, tuvo lugar la presentación de Consume y calla, libro sobre la manipulación publicitaria en alimentación y cosmética, así como las repercusiones sociológicas, legales, económicas y, lo más importante sobre nuestros hábitos y nuestra salud. Este libro, dice la autora, pretende “desenmascarar a una industria que, además de lucrarse con ello hasta extremos insospechados, es directamente responsable de las enfermedades de la sociedad occidental”. 

A través de un minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética, se intentan desvelar y explicar los trucos a los que recurre la mercadotecnia alimentaria, las verdades a medias, las mentiras completas, las manipulaciones de los resultados de las investigaciones, los vacíos legales que lo permiten, y hacer conscientes a los consumidores de las trampas que tiende la industria y que tan nefastas consecuencias tienen sobre la salud y el bolsillo. Sólo la información combate la manipulación, sólo la educación puede combatir el engaño. Este libro busca ambas cosas, informar y educar. 
Publicado en Glamour, México, 22 mayo 2014


Belleza
DIETOADICTOS, ¿LA NUEVA ENFERMEDAD DE 2014?
Cuando la obsesión con la imagen y la salud es llevada al extremo…

Bianca Pescador

Mitos, leyendas, ideas sin fundamentos, todo alimenta la obsesión por tener una figura más estilizada. De esto y más habla el libro Consume y calla de la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui, quien en él describe cómo la publicidad de muchas marcas fortalece las creencias que más les convienen. “La mercadotecnia utiliza muchas veces un lenguaje pseudocientífico, que un ciudadano medio no suele comprender, para dar a entender que un producto tiene unas propiedades que en realidad no tiene. Lactobacilus, bífidus, sirtuinas, nucleóticos… El problema no es lo que se dice directamente en la etiqueta, sino lo que se insinúa”, dijo la especialista a Raquel Vidales, reportera de El País



Además del peso y la talla, la salud es otra de las preocupaciones del común denominador de la población, lo cual estaría bien si no fuera por una propagación de ideas sin sentido, como que el gluten engorda. “He llegado a ver paquetes de arena de juegos para niños con esa advertencia”, comentó Ana Isabel. Por otro lado, la carencia de educación nutrimental nos hace presa fácil de comida no necesariamente buena para el organismo. “¿Sabe todo el mundo que la palabra vegetal no significa que sea más sano? Por ejemplo, muchos aceites vegetales son de palma o de coco, que son malos para la salud porque tienen una gran proporción de grasas saturadas”, agregó la experta al periódico español. Lo peor es que ignorar el verdadero origen de los alimentos nos puede afectar gravemente, pues al no saber qué significa la expresión “sin azúcares añadidos”, una persona diabética podría tomar una decisión equivocada. 


Todo esto deriva en más gente con trastornos alimenticios que ha perdido la capacidad de comer con normalidad y que hace cualquier dieta –nueva y milagrosa– que se ponga en su camino. “Nosotros ya empezamos a hablar, aunque aún no está tipificado clínicamente, de los dietoadictos”, aseguró la psicóloga, pues el no saber comer, “aparte de causar graves carencias nutricionales, puede destrozar para siempre el metabolismo y provocar el efecto yo-yo (recuperar el peso perdido tras una dieta)”. 

 ¿LA COCA DE DIETA ES MALA? 

Probablemente no. “No hay suficiente evidencia científica que compruebe que los refrescos de dieta están ligados al cáncer”, dicen los expertos Stephanie Clarke y Willow Jarosh. Pero tampoco aportan ningún beneficio nutricional. Lo que es más: investigadores han encontrado que la gente que toma bebidas light pesa más que quienes no lo hacen. Posiblemente se deba a que el primer grupo se engaña al pensar que, como su soda no tiene calorías, puede consentirse con ciertos ‘placeres’ (tipo darse vuelo en el fast food). Así que OK, tómate tu coca, sólo asegúrate de comer sano también. 


NO MATA, PERO… ¿EN SERIO? 

1- Insectos en el dulce Los alimentos rojos, rosas o morados (yogurt de sabores o caramelos) usualmente contienen colorantes como carmín o extracto de cochinilla, mejor conocido como escarabajo. Aunque son seguros, hay gente que presenta sensibilidad al ingerirlos. Por ello, la FDA (Food & Drug Administration, una especie de Secretaría de Salud de EU) obliga a que estén enlistados en la etiqueta. 

2- Jugo de naranja añejo ¿Te acuerdas de ese jugo que tanto te gusta tomarte en las mañanas? Bueno, puede que no sea tan fresco como crees. El líquido quizá haya estado esperando a ser embotellado –en un tanque de metal aséptico– casi un año antes de agregarle saborizantes para que supiera rico. A pesar de que es seguro tomarlo, no nos culpes por alentarte aempezar a exprimir tus propias naranjas. 

3- Pan y cabello Son dos palabras que seguramente no quieres leer en la misma oración. Pero la L-cisteína, un endurecedor de masa que se usa para hacer muchos tipos de pan, puede derivar del cabello humano… o plumas o pelo de cerdo, depende de qué esté disponible. Está enlistado en la etiqueta y sí, es cierto que se puede comer… que tú quieras es otra historia.

Publicado en Tribuna Salamanca, 21.05.14

ANA ISABEL GUTIÉRREZ SALEGUI PRESENTA EN SALAMANCA SU LIBRO “CONSUME Y CALLA”

La obra trata sobre la manipulación publicitaria en productos de alimentación y cosmética.

La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez presenta en Salamanca su libro Consume y calla, que versa sobre la publicidad de alimentos y cosméticos “que enriquece a la industria y no mejoran nuestra salud”. 

El acto se celebrará el próximo 29 de mayo, a las 17 horas, en el Colegio Oficial de Enfermería de Salamanca (C/ Dimas Madariaga, 14). 

A través de un minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética, Ana Isabel trata de desvelar y explicar los trucos a los que recurre la mercadotecnia alimentaria, las verdades a medias, las mentiras completas, las manipulaciones de los resultados de las investigaciones, los vacíos legales que lo permiten, y hacer conscientes a los consumidores de las trampas que tiende la industria y que tan nefastas consecuencias tienen sobre la salud y el bolsillo.

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También anuncian esta conferencia Salamanca 24 horas, Salamanca al día y  Revista de Castilla y León, 28.05.14. 
Publicado en La Región de Ourense, 20.05.14
Experta en trastornos alimentarios


ANA GUTIÉRREZ: “LO ‘LIGHT’ NO ADELGAZA, SÓLO REBAJA CALORÍAS”

La autora de “Consume y calla” asegura que “ahora vamos al súper como si fuera una farmacia”

Pacientes con alteraciones alimentarias y alumnos de ciencias sanitarias con dudas sobre productos “milagros”, fueron el germen para que Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga y experta en trastornos alimentarios, decidiera investigar para acabar publicando el libro Consume y calla. Alimentos y cosméticos que enriquecen a la industria y no mejoran nuestra salud, en el que desvela las trampas a las que están sometidos los consumidores. “Que la gente tuviera dudas lo comprendo, pero que alumnos míos de enfermería me preguntaran sobre dietas milagro y productos de ese tipo, me pareció terrible. Porque el problema no es sólo su ineficacia, como los absorbegrasas, sino que pueden perjudicar a la salud, porque si tomas fármacos, parte del medicamento se puede ir con estos productos”, afirma. El problema para esta psicóloga, que formó a sanitarios en el Colegio de Enfermería de Ourense, “es que la mayoría de las cosas son medias verdades y medias mentiras. Un producto que pone sin grasas no miente, pero seguro que tendrá una auténtica burrada en azúcares. Lo light no adelgaza, sólo rebaja en un 30 por ciento las calorías, pero unas patatas fritas con 700 calorías siguen siendo muchas”, explica Ana Isabel Gutiérrez. 


Parte de la trampa está en el lenguaje que se utiliza: “Por ejemplo, en cosmética se usan palabras que nadie entiende, y se cobran auténticas burradas por productos cuya eficacia no se ha probado. Se habla de estudios que no existen, porque si vas a las letras pequeñas, ves que pone que a ellas les parece que les quitan las arrugas. Las investigaciones nuevas que se hacen cada año no son tales, porque una investigación seria tarda muchos años en ser efectiva. Debemos recuperar el sentido común. Si hubiera un anticelulítico que funcionara, ya nos habríamos enterado”, señala. 

Esta psicóloga está convencida de que “ahora estamos mejor desinformados. Hablamos de fitoesteroles u omega 3, sin saber qué significa realmente, pero como es una palabra técnica creemos que es algo bueno, es esnobismo”. Y añade que “es vital aprender a leer las etiquetas. Los productos que menos nos tienen que preocupar son los de menos etiqueta: pescado, carne, fruta y verdura”. Para Ana Isabel Gutiérrez, el problema es que “vemos muchos anuncios y pocos informes de salud. Por ejemplo, los productos con bífidus no hacen nada por el sistema inmunitario, es mucho más efectivo comer un plátano. Lo peligroso de todo esto es que dejamos de tomar la alimentación básica, creyendo que estamos cubiertos con estos productos, y de ahí pueden venir las carencias. Estamos yendo al supermercado como quien va a la farmacia, y no puede ser”.
Publicado en el blog jurídico ¿Hay Derecho?, 03.05.14

El derecho a la salud es, o debería ser, la prioridad de cualquier gobierno. Y no sólo por la idealista visión de que la salud es un componente fundamental de la calidad de vida, del bienestar y de la felicidad, si no porque, egoístamente la salud de cada uno de nosotros repercute directamente en las arcas del Estado y por ende en cada uno de nosotros. 
Es eso están de acuerdo tanto la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud) como el Banco Mundial, que, aún más prosaico, calcula impacto de diversas patologías y problemas de Salud Pública y los traduce en AVISA, años de vida saludable perdidos (en las traducciones oficiales de la OMS y del Banco Mundial, el término empleado es Años de vida perdidos ajustados por discapacidad AVAD). La Constitución Española de 1978, en su artículo 43, reconoce el derecho a la protección de la salud, encomendando a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. 
A priori parece una labor ardua y difícil. ¿Cómo proteger a los ciudadanos de las causas de enfermedad? Pues es muy sencillo, las enfermedades infectocontagiosas están controladas en este mundo occidental en el que vivimos, ahora, las principales causas de enfermedad y muerte están asociadas a diabetes, hipertensión, accidentes cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares, y estos cuatro jinetes del Apocalipsis, a su vez tiene su origen en tres hábitos fundamentales: la alimentación, el sedentarismo y el consumo de tóxicos (legales e ilegales). 
Se preguntarán ustedes qué relación tiene esto con un blog jurídico. Mucha. Estos malos hábitos nutricionales se resumen en unos pequeños puntos: el fomento de estereotipos insanos, la obsesión por la delgadez alimentada por los medios de comunicación y los anuncios, y la epidemia de alimentos con “trampa” que bajo alegaciones de salud esconden bombas nutricionales, verdades a medias y mentiras completas. Y esto es competencia del Derecho del Consumo. 
En España, el control de la publicidad es competencia de Autocontrol. En el año 2009, mientras el ASA (su homologo británico) sancionaba 444 anuncios, en España se resolvían cuatro tristes y solitarias reclamaciones, a pesar de que Muela y Perelló (1) en un estudio sobre productos alimentarios y cosméticos realizado en la radio española, hallaban 1179 ilícitos en 430 anuncios. 
Según la Constitución, además de a la salud también tenemos derecho a que no se nos mienta. Artículo 20.1: “Se reconocen y protegen los derechos: (…) d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”. 
Vamos a hablar de estas leyes de las que tan poco sabe el ciudadano medio, la Ley de Competencia Desleal, que fue parcialmente modificada al incorporarse a ella las Directivas 2005/29/CE y 2006/114/CE y la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. Estos cambios también afectaron a la Ley General de Publicidad, que fue refundida con la Ley 29/2009, de 30 de diciembre 
Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal, artículo 5.1: “Se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatarios, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico (…)”. 

Real Decreto 1334/1999, de 31 de julio, por el que se aprueba la Norma general de etiquetado, presentación y publicidad de los productos alimenticios, artículo 4: “El etiquetado y las modalidades de realizarlo no deberán, ser de tal naturaleza que induzcan a error al comprador (…) Estas prohibiciones se aplicarán igualmente a la presentación de los productos alimenticios y a la publicidad”. 
¿Podríamos decir que engañar, ocultar información o utilizar medias verdades con el fin de que cada consumidor gaste más dinero del que debería es perjudicar su interés económico? Yo creo que sí. 
Y si al mirar un envase en el que pone “0% de grasas y enriquecido con Vitaminas A, D y E” nos confiamos y no miramos la etiqueta nutricional, diminuta, ininteligible y escondida en el rincón más recóndito del mensaje en el que pone 30 gramos de azúcar ¿no estaría repercutiendo además en nuestra salud? (Para más INRI, no pone 36 gramos de azúcar, porque en la etiqueta señalan la cantidad de 100 mililitros, pone sólo 10 gr, pero es que el brick individual tiene 330 ml. Calculen. Además no ponen calorías si no energía. Y tampoco lo ponen en kilocalorías si no en kilojulios. Como ven estoy hablando de un ejemplo real. De un zumo para más señas). 
Posiblemente las empresas alimentarias alegarán “que ellos no son responsables de lo que la gente entiende o desconoce”.Ya. Obvio. Para eso el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas acuñó el concepto de consumidor medio definiéndolo como “la reacción típica del consumidor normalmente informado, razonablemente atento y perspicaz, teniendo en cuenta los factores sociales, culturales y lingüísticos.” 
¿Alguno de ustedes saben lo que son los FOS? ¿Y la glicobiología? ¿Para que sirven las sirtuinas? ¿Les ha contado alguien que según la E.F.S.A. (Agencia Europea de Seguridad Alimentaría) los bifidus no sirven para nada? 
Independientemente de la veracidad de las afirmaciones que realizan muchos productos, hay que ser licenciado en Bioquímica o Medicina para poder comprender el significado de los reclamos publicitarios que vemos, oímos o leemos. Y los tribunales hablan de la capacidad para poder tomar decisiones en base a la información emitida. Yo me estoy refiriendo a algo mucho más básico: entender lo que nos están diciendo. 

La Ley prohíbe expresamente la publicidad engañosa y la describe como: “Se considera desleal por engañosa cualquier conducta que contenga información falsa o información que, aun siendo veraz, por su contenido o presentación induzca o pueda inducir a error a los destinatarios, siendo susceptible de alterar su comportamiento económico” 

En muchos anuncios el ilícito es más sutil y, por lo tanto, más difícil de demostrar. El elemento decisivo para que una publicidad se considere engañosa es que induzca o pueda inducir a error a sus destinatarios. También es engañosa la publicidad que, aunque considerada en abstracto pueda ser exacta, los consumidores interpreten erróneamente. Como ven, no abarca solamente lo que literalmente diga el anuncio, si no también las interpretaciones erróneas que los consumidores puedan hacer. Y aquí se abre un mundo, ya que muchas veces el mensaje no está en la palabra dicha o escrita, sino en la imagen o en otros recursos aún más subliminales. 
La prohibición se extiende, por tanto, a toda forma de comunicación que pueda calificarse como publicidad económica o comercial, con independencia de la modalidad de difusión del mensaje publicitario y de los medios o soportes que se utilicen. Les sorprendería saber cuantas mentiras y engaños escuchan y ven a lo largo del día. Y aún más cuantos productos inútiles e incrementados de precio habitan en sus despensas y frigorificos. 
Un paso más allá de la publicidad está en el control del “gato por liebre” .Hace unos meses se hablaba de que el Gobierno pretendía prohibir los estudios independientes que analizan irregularidades en los alimentos. Generalmente estos estudios están promovidos por Asociaciones de Consumidores y no en pocas ocasiones han servido para sacar a la luz fraudes y engaños en productos alimenticios. 
En Inglaterra el primer estudio de ADN del arroz basmati, realizado por la Food Standards Agency (FSA) en 2002, llegó a una sorprendente conclusión: sólo el 54% de los envases etiquetados como arroz basmati contenía verdaderamente dicho producto. El resto había sido mezclado con algunas variedades de calidad inferior en más de un 60%. El cálculo de ganancia de este fraude en un solo año, se estimó en 5 millones de libras. 
Aquí en el año 2012, un estudio comparativo de la OCU fue acusado por las empresas del ramo de “tener muy mala leche”, acusación tremendamente certera dado que esa era precisamente la conclusión a la que llegaba el estudio. La calidad de un número importante de las marcas comercializadas era tan mala que, desaconsejaban directamente su compra. 
Entre los resultados del informe, destacaba que muchas de las 47 marcas de leches analizadas no aportaban el contenido mínimo de grasa, eran más pobres en calcio que hace 20 años, habían sufrido tratamientos térmicos muy agresivos que podían llegar a degradar las vitaminas y las proteínas, y algunas, incluso, habían usado leches demasiado viejas. 
Pero a pesar de que estemos en un mundo en el que aparece carne de caballo donde pone de vaca, de rata cuando debería ser de cordero y es evidente que nos intentan vender gato por liebre, la mayoría de los engaños no vienen por ahí, proceden más bien de que nos vendan productos a precio de oro, con el camelo de que nuestra salud se verá beneficiada sin ningún tipo de estudio científico que lo avale. O huevos ecológicos por los que yo estoy pagando mucho más cuando de ecológicos tienen más bien poco. O nada. 
Bien. Tenemos acuerdos, códigos de autorregulación, normativas españolas y europeas, recomendaciones de la O.M.S. (Organización Mundial de la Salud)… ¿Y para qué sirven, visto lo visto? No quiero pensar que se crearon para quedar bien ante los consumidores y justificar unos sueldos y unos despachos para después ser convenientemente arrinconadas en un cajón cogiendo polvo. Es paradójico que, en una sociedad en la que te multan por jugar a la pelota en las plazas, llevar el perro sin correa fuera de las horas marcadas o ir en patinete por las calles, salga tan barato, en muchos casos gratis, lucrarse engañando y manipulando. 
Por otro lado, lo de los Códigos de Autoregulación parece que en este país no funciona, como han podido ver. Da la impresión de que actúan como niños que prometen portarse bien y, en cuanto se dan la vuelta los responsables, aprovechan para hacer trastadas, sólo que en este caso, no son precisamente inocentes travesuras, sino argucias para torear la ley y aumentar sus ventas. Si por mi fuera, el hecho de haber firmado un compromiso ético debería ser agravante en las condenas judiciales.
Y más allá del etiquetado, los envases y la publicidad, exigir el control, de facto, sobre la calidad de los alimentos que consumimos. Después de todo nuestra alimentación debe ser uno de los factores garantes de nuestra salud y el responsabilidad de los gobiernos supervisar, regular y castigar aquellos productos y practicas comerciales que puedan suponer un riesgo, una mentira o un timo. 
Este post está escrito con párrafos extraídos del libro Consume y calla, de la autora del post Ana Isabel Gutiérrez Salegui. 
(1) Clara Muela Molina, Salvador Perelló Oliver. La publicidad con pretendida finalidad sanitaria en la radio española. Un análisis empírico por tipo de emisora. Comunicación y Sociedad, XXIV  (2): 371-410, 2011.
 

Publicado en Deia, 04.05.14,  Noticias de Gipuzkoa y Noticias de Navarra, 05.05.14.

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga experta en trastornos de nutrición

“LOS ALIMENTOS ENRIQUECIDOS CON BÍFIDUS O CON OMEGA 3 SON UNA TRAMPA, NOS ESTÁN VENDIENDO COMIDA FICCIÓN”

Yogures, cereales, batidos, leches, margarinas… Infinidad de productos son descritos ahora como saludables o funcionales. Pero ¿de verdad lo son?

Concha Lago.

Dicen que mejoran las defensas, disminuyen el colesterol, controlan la hipertensión arterial, aportan fibra, Omega 3, vitaminas o calcio… Se han convertido en las líneas de negocio más rentables para sus empresas y su consumo se ha disparado. La psicóloga guipuzcoana y experta en trastornos alimentarios, Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora del libro Consume y calla, (Editorial Foca) cree que no son necesarios y por eso destapa las medias verdades de una industria que se lucra con productos pretendidamente saludables.
¿Por qué hay que desenmascarar a la industria alimentaria?
 
– Porque los supuestos beneficios de los alimentos enriquecidos con bífidus, con Omega 3 o con isoflavonas son una trampa, nos están vendiendo comida ficción. Las empresas utilizan múltiples trucos que juegan con la sintaxis, las palabras o las imágenes para que el mensaje percibido por el consumidor sea el que les interesa. Si mientras anuncio algo me acaricio con una sonrisa la tripa y digo que me siento ligera, ¿qué entienden? Está prohibido decir que algo alivia el estreñimiento, pero no está prohibido acariciarse la barriga y así el telespectador entiende un mensaje que no es el que se emite.
 
¿Nos toman el pelo?
 
-Sí, y estamos perdiendo mucha calidad de vida porque estamos obsesionados por lo que comemos, cómo lo comemos y cuándo, y dejamos de cuidarnos correctamente. Estamos inmersos en una especie de círculo vicioso y perverso que nos presiona de forma brutal para que estemos delgados, jóvenes y sanos.
 
A ver, dispare. ¿Qué pasa, por ejemplo, con los bífidus?
 
– Pues que es mentira que beneficien al sistema inmunitario. La Agencia de Seguridad Alimentaria europea no reconoce absolutamente nada de eso. ¿Cuántos de esos productos con bífidus llevan el aval del Colegio de Médicos? Ninguno.
 
También se anuncian zumos con el 0% de grasa.
 
– Otra mentira porque para empezar los zumos no tienen por qué tener grasa. Y luego nos encontramos con que zumos pequeños, individuales, tienen 36 gramos de azúcar. 0% de grasa no significa 0% de azúcar. Y nadie se lee una etiqueta nutricional donde figura que te vas a meter dos cucharadas de azúcar.
 
Está la gran filfa del Omega 3.
 
– La fuente natural del Omega 3 es el pescado azul, las nueces… Una sola sardina en lata tiene el equivalente a cuatro litros de leche enriquecida con Omega 3. Es fácil tomar una sardina pero ¿y toda esa leche?
 
Los supermercados están llenos de los llamados productos light.
 
– Pero no son más sanos ni sirven para adelgazar. El concepto light significa exclusivamente que tiene un 30% menos calorías que el producto original, cosa que no todos cumplen. Si un bollo tiene mil calorías, el bollo light tiene 700 y es hipercalórico.
 
O sea que un batido enriquecido nunca sustituiría un gazpacho.
 
– No. Eso también lo dice el Ministerio de Sanidad pero las empresas de alimentación manejan presupuestos brutales de publicidad y nos bombardean a anuncios, mientras que los comunicados que sacan las asociaciones médicas o el Ministerio no los lee nadie.
 
¿Un marmitako es lo más sano del mundo?
 
– Sí y lleva patatas, pimiento, bonito, aceite… Tomamos hidratos de carbono, proteínas, vitaminas y antioxidantes… Es saludable, saciante, pero la carga calórica no es alta. Todo lo contrario que una ración de pizza con un montón de grasas saturadas y ninguna vitamina.
 
Hoy también está muy presente la leyenda de ‘sin gluten’.
 
– El gluten no es malo, solo perjudica a las personas que tienen intolerancia al gluten. Pero cada momento tiene que tener una moda para que las empresas que comercializan esos productos salgan ganando.
 
Vamos al mercado pendientes de las etiquetas ‘bio’ y ‘eco’.
 
– Así nos metemos en trampas que pueden perjudicar nuestra salud. Vas al súper y coges una margarina enriquecida con no sé cuántas vitaminas pero que no es buena para la salud. Entre la margarina y el aceite de oliva, elige el segundo. Además, el problema viene de la confusión con el concepto natural, que no requiere ningún tipo de cumplimiento normativo y que se puede poner en cualquier artículo. El colmo de la tomadura de pelo es que, además nos cobren un montón de dinero por eso.
Y encima nos atiborramos a suplementos nutricionales.
 
– Con una dieta normal no tienes por qué tener ninguna carencia. Los suplementos no son necesarios si la alimentación es completa y equilibrada y la persona está sana. Incluso pueden llegar a ser peligrosos. La gente no sabe que puede haber hipervitaminosis.
 
Sin embargo vivimos en una cultura del infrapeso.
 
– Sí porque encima se considera gordo a los delgados. Tengo amigos de 40 años con una talla 42 que se consideran gordos y eso es falso, pero es una creencia social. En el libro aparece el término gordofobia para referirse a la obsesión de la sociedad occidental por la delgadez y por la perfección física, que constituye el Santo Grial del siglo XXI. Un público perfecto para un mercado que genera miles de millones de euros.
 
También habla del fraude de cremas que nos hacen parecer eternamente jóvenes.
 
– Sí y eso que no hay nada que actuando desde fuera puede eliminar una arruga.
 
Usted titula ese engaño del ‘bálsamo de Fierabrás a las nanoesferas’.
 
– Es que también nos están vendiendo cosmética ficción. Esta crema se mete dentro del núcleo de tú célula…, dice el anuncio, y pagas 150 euros por un botecito. Eso es imposible porque si eso fuera así no sería una crema, sería un medicamento. Si quieres estar guapa; échate protección solar, bebe el agua que debes, aliméntate bien y descansa. No existen los milagros.
Publicada en Diario Enfermero, 29.04.14

Con nombre propio
ANA ISABEL GUTIÉRREZ SALEGUI

Es psicóloga y técnico especialista en trastornos de la conducta alimentaria, y desde el año 2004 es integrante de la Comisión de Violencia de Género del Consejo General de Enfermería. Además colabora como profesora en la Escuela de Ciencias de la Salud y acaba de publicar un libro titulado Consume y calla. Alimentos y cosméticos que enriquecen a la industria y no mejoran nuestra salud, de la editorial FOCA.
 
En él, a través de un minucioso análisis de la publicidad sobre alimentación y cosmética, Salegui intenta desvelar los trucos, verdades a medias, manipulaciones y vacíos legales que rodean a este tipo de marketing. Su objetivo es concienciar al consumidor de que las trampas de la industria tienen consecuencias nefastas para su bolsillo y, sobre todo, su salud.
 
“Las industrias son empresas y su objetivo es ganar dinero, el problema viene cuando se pisan fronteras éticas. Hay cosas con las que no se debería poder jugar, y una de ellas es la alimentación, que repercute directamente en la salud”, ha explicado Salegui en una entrevista a Diario Enfermero. Como ejemplo, menciona el caso de la publicidad de alimentos dirigida a niños: “Es muy preocupante que se enfoque la publicidad de alimentos a los niños, que no tienen conocimientos para tomar decisiones sobre qué quieren comer o merendar. Sin embargo, hay estudios que demuestran que desde los dos años los niños no sólo son capaces de distinguir marcas de productos, sino que además deciden un 30% del carro de la compra en casa. Eso se consigue con dibujos y no con calidad nutricional. Los niños no deberían ser abducidos por un mundo de dibujos animados cuando tenemos un 40% de obesidad infantil y unas tasas de diabetes tan preocupantes”, explica Salegui.
 
A su juicio, y aunque pueda parecer contradictorio, aunque nos encontramos en el momento de la Historia en que más hablamos de salud y nutrición, eso no es sinónimo de más información: “Hay un bombardeo de información sesgada, pero no se hacen modelos de prevención ni educación para la salud. Lo que tenemos es un batiburrillo de palabras que nos deslumbran, como ‘oligoelemento'”.
 
¿De quién podemos fiarnos, entonces? Salegui explica: “Te puedes fiar del frutero, del carnicero, del pescadero de tu barrio, porque sabe que si te da algo de mala calidad, vas a tardar muy poco en difundirlo por el barrio. Podemos fiarnos de los comercios de toda la vida y de los alimentos que no son procesados por la industria, las cosas que compramos en estado natural. Quien hace la ley hace la trampa. La industria alimentaria busca mensajes ambiguos desde el punto de vista del análisis legal, de manera que es posible que el texto no cometa ninguna infracción aunque el mensaje que reciba el consumidor sea completamente distinto. En nuestro país todo esto se pasa bastante por alto, hasta que vienen los problemas graves”.
 La 2 Noticias, el informativo nocturno que presenta Mara Torres en TVE, dedicó el pasado 28 de abril de 2014 un reportaje a los contenidos del libro Consume y calla sobre alimentación, con entrevista a su autora Ana Isabel Gutiérrez Salegui
La 2 Noticias se define como el “informativo de cierre de La 2 que se acerca a la actualidad desde un prisma muy particular”. “Rompe la estructura de los clásicos telediarios y se hace eco de noticias sociales, culturales y de ciencia y ofrece entrevistas”. De esta forma, cada día ofrece “con un estilo fresco y rompedor” el “análisis de la actualidad de la jornada desde una óptica diferente”. 
En esta ocasión, su forma de abordar la temática del libro fue acercarse a un mercado tradicional de Madrid y hacer visible de forma didáctica que en los alimentos naturales se encuentran los elementos necesarios para una alimentación sana, sin recurrir a los costosos -y a menudo engañosos- “alimentos funcionales” con “suplementos nutricionales”.
Publicado en Voz Pópuli, 27.04.14

¿SABES LO QUE COMES? ASÍ NOS ENGAÑA LA INDUSTRIA CON PRODUCTOS QUE NO MEJORAN NUESTRA SALUD

Miles de anuncios pasan cada día delante de nuestros ojos prometiéndonos estar más delgados, ser más guapos y combatir las arrugas con cremas milagrosas. Un libro sobre esta problemática consumista alerta de las mentiras a las que nos somete la publicidad día tras día.

Una simple sardina contiene el mismo Omega 3 que seis litros de la leche que se vende con este ácido graso. Un tetrabrick de zumo para niños contiene un extra de energía o lo que es lo mismo, un 30% más de azúcares añadidos. Pastillas para adelgazar, pastillas para tener la piel más suave, pastillas para todo. Y mentiras, muchas. Así lo recoge el libro de la psicóloga Ana Isabel Gutierrez Salegui Consume y Calla (Editorial Akal), en un intento de desenmascarar a una industria que, además de lucrarse con ello hasta extremos insospechados, tiene buena parte de responsabilidad en las “enfermedades de la sociedad occidental”. 
Y lo hacen a través de trucos que, según señala la autora a Vozpópuli, lo que provocan es que “nos sintamos a disgusto con nuestro cuerpo porque nos ofrecen una información sesgada de la realidad”. Y es que, a menudo, la publicidad a la que nos somete la industria no es del todo cierta ni del todo fiable. Gutiérrez Salegui, a través de las 358 páginas de su libro, expone una multitud de ejemplos en los que alenta al consumidor a pararse a pensar acerca de los ingredientes de los productos que consume. 
Una de las principales razones por las que, asegura, nos engañan radica en que “se aprovechan de que la gente no tiene conocimientos científicos y se inventan palabras que ni los expertos saben definir”. “Ejemplos como ‘saciactiv’, que no es nada”, dice, provocan que la gente piense que es algo novedoso que se ha descubierto. Las medias verdades hacen que desaparezca la información que ocultan. “Los anuncios cuentan una historia en muy poco tiempo pero no dan informaciones fiables”. 
“LA IMAGEN DEL ÉXITO ES LA DELGADEZ”
La perspectiva desde la que escribe no es la de una publicitaria, ni nutricionista, ni médica, sino desde el punto de vista que tiene como psicóloga de trastornos alimentarios. “Querer el mismo cuerpo a los 15 que a los 40 no puede ser”, dice. Entonces, ¿a quién le interesa que nos obsesionemos con esa problemática? Las mismas empresas que te venden snacks hipercalóricos tienen también productos light y para adelgazar. “La jugada es redonda”, dice la autora.
 “Así, ideas irracionales, verdades a medias, mentiras completas, señuelos pseudocientíficos y palabrería de bata blanca sobre dietas, alimentos, nutrientes o cosmética, son la tónica general de un mercado que mueve miles de millones de euros y en el que la mayoría de las personas desconocen que, a pesar de estar gastando muchísimo dinero en cuidarse manteniéndose ‘sanos y delgados’, en realidad están, en muchas ocasiones, asumiendo riesgos que ignoran o directamente socavando su salud y minando su economía”. 
De hecho, esta semana la OCU acusaba a dos laboratorios de influir en la compra de un producto mucho más caro. A juicio de OCU, estos dos gigantes farmacéuticos, productores de Avastin y Lucentis, dos medicamentos válidos para el tratamiento de la degeneración macular húmeda, parecen haberse puesto de acuerdo para diferenciarlos artificialmente. Así, Avastin, el fármaco más barato, es presentado como un producto más peligroso que Lucentis, con el fin de influir en las prescripciones de los médicos y servicios de salud. Lucentis es 100 veces más caro. 
Por su parte, la autora no se muerde la lengua y cita en su dedicatoria a las grandes multinacionales alimentarias y cosméticas sin las cuales “este libro no habría sido posible”. Son ellas, precisamente, las que tienen un interés máximo en lucrarse pase lo que pase. “Nos olvidamos de que las industrias no son ONGs y para ellos lo más importante son los balances de resultados”, confiesa la autora a Vozpópuli. 
LA LETRA PEQUEÑA DEL TESTADO CLÍNICAMENTE
En ocasiones, las cremas que se venden asegurando que rellenan las arrugas están solamente testadas en larvas. “No hay estudios fiables; son opiniones. No se puede basar un estudio de una crema sobre larvas o sobre 28 personas. Mi piel no es la de una larva”, dice la autora. 
Uno de los casos más graves con los que se ha topado en su investigación ha sido un dato de hace siglos. “Desde el punto de vista de la cosmética, descubrí que un maquillaje hizo desaparecer a toda a una casta, se extinguió. ¿Quién nos dice a nosotros que todas esas cosas que nos echamos en la cara no nos puede suponer algo a largo plazo?, se pregunta, no sin antes advertir de que ella no es un “talibán” y que solo quiere “que no se engañe a la gente”. 
Y es que en la industria cosmética hay muchas trampas, confirma a este diario Gutiérrez Salegui. A través de su estudio de la letra diminuta de los anuncios ha encontrado casos que rozan la ilegalidad. Por ejemplo, en un anuncio de una crema para la cara se asegura que “el 72% de las personas de tu entorno notará tu piel más joven y revitalizada”. Con esta afirmación, ¿cómo saben lo que pensará la gente? 
Aunque, en principio, pueda parecer que hay una grave desprotección ante la publicidad que nos bombardean, países como Inglaterra o Francia han sido muy tajantes a la hora de prohibir cierto tipo de argumentos utilizados en sus productos. Danone, por ejemplo, tuvo que eliminar los anuncios en los que se afirmaba que Activia y Actimel ayudan a aliviar el estreñimiento o son buenos para el sistema inmunitario. En Estados Unidos han sido multados con 21 millones de dólares por exagerar los beneficios de ambos productos. Y en Francia, una marca de cereales fue condenada por publicidad engañosa al demostrarse que era mentira que tuvieran un 0% de materia grasa. 
En definitiva, Consume y Calla consigue remover conciencias y deja clara una cosa: una simple fruta es infinitamente más sana como postre que cualquier producto procesado. 
(Fotografía: GTRES. Ilustración original del artículo en Vozpopuli.com)

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