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Publicado en Deia, 04.05.14,  Noticias de Gipuzkoa y Noticias de Navarra, 05.05.14.

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga experta en trastornos de nutrición

“LOS ALIMENTOS ENRIQUECIDOS CON BÍFIDUS O CON OMEGA 3 SON UNA TRAMPA, NOS ESTÁN VENDIENDO COMIDA FICCIÓN”

Yogures, cereales, batidos, leches, margarinas… Infinidad de productos son descritos ahora como saludables o funcionales. Pero ¿de verdad lo son?

Concha Lago.

Dicen que mejoran las defensas, disminuyen el colesterol, controlan la hipertensión arterial, aportan fibra, Omega 3, vitaminas o calcio… Se han convertido en las líneas de negocio más rentables para sus empresas y su consumo se ha disparado. La psicóloga guipuzcoana y experta en trastornos alimentarios, Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora del libro Consume y calla, (Editorial Foca) cree que no son necesarios y por eso destapa las medias verdades de una industria que se lucra con productos pretendidamente saludables.
¿Por qué hay que desenmascarar a la industria alimentaria?
 
– Porque los supuestos beneficios de los alimentos enriquecidos con bífidus, con Omega 3 o con isoflavonas son una trampa, nos están vendiendo comida ficción. Las empresas utilizan múltiples trucos que juegan con la sintaxis, las palabras o las imágenes para que el mensaje percibido por el consumidor sea el que les interesa. Si mientras anuncio algo me acaricio con una sonrisa la tripa y digo que me siento ligera, ¿qué entienden? Está prohibido decir que algo alivia el estreñimiento, pero no está prohibido acariciarse la barriga y así el telespectador entiende un mensaje que no es el que se emite.
 
¿Nos toman el pelo?
 
-Sí, y estamos perdiendo mucha calidad de vida porque estamos obsesionados por lo que comemos, cómo lo comemos y cuándo, y dejamos de cuidarnos correctamente. Estamos inmersos en una especie de círculo vicioso y perverso que nos presiona de forma brutal para que estemos delgados, jóvenes y sanos.
 
A ver, dispare. ¿Qué pasa, por ejemplo, con los bífidus?
 
– Pues que es mentira que beneficien al sistema inmunitario. La Agencia de Seguridad Alimentaria europea no reconoce absolutamente nada de eso. ¿Cuántos de esos productos con bífidus llevan el aval del Colegio de Médicos? Ninguno.
 
También se anuncian zumos con el 0% de grasa.
 
– Otra mentira porque para empezar los zumos no tienen por qué tener grasa. Y luego nos encontramos con que zumos pequeños, individuales, tienen 36 gramos de azúcar. 0% de grasa no significa 0% de azúcar. Y nadie se lee una etiqueta nutricional donde figura que te vas a meter dos cucharadas de azúcar.
 
Está la gran filfa del Omega 3.
 
– La fuente natural del Omega 3 es el pescado azul, las nueces… Una sola sardina en lata tiene el equivalente a cuatro litros de leche enriquecida con Omega 3. Es fácil tomar una sardina pero ¿y toda esa leche?
 
Los supermercados están llenos de los llamados productos light.
 
– Pero no son más sanos ni sirven para adelgazar. El concepto light significa exclusivamente que tiene un 30% menos calorías que el producto original, cosa que no todos cumplen. Si un bollo tiene mil calorías, el bollo light tiene 700 y es hipercalórico.
 
O sea que un batido enriquecido nunca sustituiría un gazpacho.
 
– No. Eso también lo dice el Ministerio de Sanidad pero las empresas de alimentación manejan presupuestos brutales de publicidad y nos bombardean a anuncios, mientras que los comunicados que sacan las asociaciones médicas o el Ministerio no los lee nadie.
 
¿Un marmitako es lo más sano del mundo?
 
– Sí y lleva patatas, pimiento, bonito, aceite… Tomamos hidratos de carbono, proteínas, vitaminas y antioxidantes… Es saludable, saciante, pero la carga calórica no es alta. Todo lo contrario que una ración de pizza con un montón de grasas saturadas y ninguna vitamina.
 
Hoy también está muy presente la leyenda de ‘sin gluten’.
 
– El gluten no es malo, solo perjudica a las personas que tienen intolerancia al gluten. Pero cada momento tiene que tener una moda para que las empresas que comercializan esos productos salgan ganando.
 
Vamos al mercado pendientes de las etiquetas ‘bio’ y ‘eco’.
 
– Así nos metemos en trampas que pueden perjudicar nuestra salud. Vas al súper y coges una margarina enriquecida con no sé cuántas vitaminas pero que no es buena para la salud. Entre la margarina y el aceite de oliva, elige el segundo. Además, el problema viene de la confusión con el concepto natural, que no requiere ningún tipo de cumplimiento normativo y que se puede poner en cualquier artículo. El colmo de la tomadura de pelo es que, además nos cobren un montón de dinero por eso.
Y encima nos atiborramos a suplementos nutricionales.
 
– Con una dieta normal no tienes por qué tener ninguna carencia. Los suplementos no son necesarios si la alimentación es completa y equilibrada y la persona está sana. Incluso pueden llegar a ser peligrosos. La gente no sabe que puede haber hipervitaminosis.
 
Sin embargo vivimos en una cultura del infrapeso.
 
– Sí porque encima se considera gordo a los delgados. Tengo amigos de 40 años con una talla 42 que se consideran gordos y eso es falso, pero es una creencia social. En el libro aparece el término gordofobia para referirse a la obsesión de la sociedad occidental por la delgadez y por la perfección física, que constituye el Santo Grial del siglo XXI. Un público perfecto para un mercado que genera miles de millones de euros.
 
También habla del fraude de cremas que nos hacen parecer eternamente jóvenes.
 
– Sí y eso que no hay nada que actuando desde fuera puede eliminar una arruga.
 
Usted titula ese engaño del ‘bálsamo de Fierabrás a las nanoesferas’.
 
– Es que también nos están vendiendo cosmética ficción. Esta crema se mete dentro del núcleo de tú célula…, dice el anuncio, y pagas 150 euros por un botecito. Eso es imposible porque si eso fuera así no sería una crema, sería un medicamento. Si quieres estar guapa; échate protección solar, bebe el agua que debes, aliméntate bien y descansa. No existen los milagros.
Publicado en Deia, 14.11.07

La violencia de género desde la óptica médica
MALTRATADAS EN LA SALA DE URGENCIAS
El Colegio de Enfermería de Bizkaia ha puesto en marcha un curso a través del cual los profesionales de este sector aprenden a intervenir de manera adecuada cuando tienen delante una supuesta víctima de violencia de género.
Texto: Leire Gondra. Fotos: Zigor Alkorta y Asier Bastida.
Es casi medianoche. La chica del mostrador de urgencias levanta la vista de sus papeles y se la encuentra cara a cara. Apenas tiene 30 años, la cara desencajada y se abraza a sí misma, temblorosa. Le duelen las costillas. Los riñones. Le duele todo. Viene con su novio que no se separa de ella. Se pega a su nuca, a su espalda, a su vida y no quiere que ella se vaya sola con la enfermera, que le mira con desconfianza. Acaba de darle una paliza a la mujer a la que dice querer; pero nadie, nunca, tiene por qué saberlo…
Podría ser el comienzo de una novela, pero es una escena que se repite demasiado: una mujer víctima de la violencia de género que acude a los servicios sanitarios tras sufrir una agresión. Y es precisamente el personal de enfermería quien toma contacto en primer lugar con ella. Por eso, estos días un centenar de enfermeros y enfermeras están asistiendo al curso “Actuación de la Enfermería ante la Violencia de Género” organizado por el Colegio de Enfermería de Bizkaia. El objetivo de este curso es sensibilizar e informar a estos profesionales acerca de la violencia de género y de lo que puede hacer la enfermería en cuanto a prevención de este tipo de agresiones, detección precoz y modo de intervenir en caso de atender a una posible víctima. Es decir, cómo comunicarse con ella, cómo derivarle correctamente, etc. “Cada vez nos toca atender más patologías de este tipo. Nuestra obligación como profesionales es colaborar en la medida de nuestras posibilidades”, explica Mará José García, presidenta del Colegio de Enfermería de Bizkaia.
Muchas veces las víctimas de la violencia de género acceden a la asistencia sanitaria a través de los servicios de urgencias de los centros. “En estos casos la agredida llega con signos externos importantes, como fracturas, hematomas, hemorragias nasales o de oído. A veces es el propio maltratador el que la lleva, pero este mismo señor no te deja actuar. Cuando intentas dejarle en la sala de espera te dice ‘oiga, que ella no se va a saber explicar, está nerviosa’, explica García. En otros casos, la víctima de las agresiones acude una y otra vez a los servicios de atención primaria. Hoy va a tomarse la tensión, mañana porque le duele la tripa, pasado porque no se encuentra bien… “No es capaz de decir cuál es su necesidad pero está demandando ayuda. Está diciendo subliminalmente: ‘a ver si eres capaz de detectar lo que me pasa’ “, afirma García.
Hoy día, un 85 % de los profesionales de enfermería son mujeres, lo que hace de éste un colectivo especialmente sensible a estas situaciones. “Cuando estás delante de un caso de estos sientes rabia como mujer e impotencia. Luego debes tener el suficiente coraje y capacidad para hacerle entender a esa persona qeu tiene profesionales para evitar que eso vuelva a suceder”, concluye.
La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez es colaboradora de la Asociación de Mujeres Maltratadas 8 de marzo y coautora del “Protocolo de actuación de enfermería de violencia de género”. Ella es la encargada de impartir este curso. “Lo importante sería que estuviéramos capacitados para atender estos casos todos los trabajadores sanitarios”, explica, pero reconoce que la enfermería “tiene más fácil el acercamiento a la víctima. Son mujeres en su mayoría, y es más fácil que la mujer confíe en otra mujer”.
Así, cuando un enfermero o enfermera se encuentra con una supuesta víctima de maltrato, lo primero que debe hacer es encontrar un lugar tranquilo en el que se sienta segura para poder hablar. Es importante que perciba que quieren ayudarle, y se le explicará qué recursos tiene para escapar de esa situación de maltrato, pero sin obligarle, sin asustarle, de manera que sea ella misma la que decida. Después lo adecuado es que, una vez detectado el maltrato, se derive a la paciente a psicología.
Gutiérrez destaca el hecho de que muchas de estas mujeres poseen una dependencia emocional y a veces económica de su maltratador, lo que hace que vuelvan con él. “Hay que saber qué proceso hay detrás de esa mujer y no culparla de lo que está sucediendo”. Y es que, tal y como explica Gutiérrez, existe el denominado “Síndrome de Estocolmo doméstico”, que sufre el 27 % de las mujeres maltratadas y que tiene el mismo cuadro psiquiátrico que padecen los prisioneros de guerra o las víctimas de un secuestro. “La persona queda anulada psicológicamente y llega a pensar que ella tiene la culpa de lo que le pasa, justifica al maltratador y le defiende”, concluye.

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