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Tras hablar en su anterior artículo de la labor general de los psicólogos en la pandemia de la covid, la psicóloga Raquel Tomé nos ofrece ahora tres testimonios de tres profesionales, incluida ella misma, dentro de su serie “Resiliencia: cuerpo a cuerpo con el virus”

El colectivo sanitario es considerado de los más resilientes y capaz de soportar grandes cargas emocionales, pero durante la pandemia de la Covid 19, las psicólogas/os enfrentamos un gran desafío personal: mantenernos equilibrados mentalmente y resilientes mientras dábamos apoyo psicológico a otros.

Teníamos en nuestras manos algo tan importante como el bienestar emocional y la salud mental de la población.

Durante este desafío monumental casi todos nosotros en mayor o menor grado transitamos por situaciones cargadas de angustia. ¿Cómo nos sostuvimos y apoyamos a otros?

Testimonios

Han compartido sus vivencias dos compañeros, Guillermo Fouce, profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del Área de Salud y Consumo del Ayuntamiento de Getafe, y Ana Isabel Gutiérrez, Psicóloga Sanitaria y Jurídica.

Y también me he atrevido a compartir con ustedes mi testimonio personal como Psicóloga Sanitaria y Psicoterapeuta e integrante del Programa de atención al Duelo del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid durante la pandemia.

Queremos trasmitirles qué nos ayudo y qué herramientas psicológicas empleamos para enfrentarnos a condiciones difíciles y adversidades personales y convertirlas en oportunidades para el crecimiento.

Desgranamos aquí nuestras historias:

Guillermo Fouce

A Guillermo le golpeó en su familia el Covid19 al principio de marzo 2020 mientras se hallaba inmerso en montar y coordinar equipos de asistencia telefónica psicológica con distintas instituciones.

Sus padres enfermaron, fueron trasladados al hospital e ingresaron al día siguiente en la UCI. Trascurrieron tres semanas preñadas de incertidumbre y angustia, llamadas escuetas, noches de insomnio. Pese a tantos desvelos nada más se pudo hacer y ambos murieron con la diferencia de una semana.

A esta honda tragedia personal se sumó que unos meses más tarde él también enfermó gravemente, ingresó en la UCI. Esta vez cuenta que tuvo suerte y se salvó. Aun hoy en día pelea con algunas secuelas de esta experiencia.

El psicólogo Guillermo Fouce junto a la psicóloga Raquel Tomé/ Foto cedida

Ana Gutiérrez

Ana comparte emocionada cómo su padre, médico de 77 años, sufrió una recaída de una enfermedad y poco después murió al ser contagiado de covid.

Sucedió a principios de 2021 y en aquel entonces la permitieron permanecer con él para cuidarlo. Mientras duró la hospitalización, trasformó el baño en su consulta personal online y siguió pendiente de sus pacientes.

Su padre, en las fases donde mejoraba de su enfermedad, atendía a sus pacientes telefónicamente. “Todo un ejemplo de valentía, fortaleza y responsabilidad”, rememora Ana con orgullo.

La enfermedad avanzaba hacia los momentos finales y la inevitabilidad de la muerte y puso todo su empeño en la despedida y acompañamiento a su padre con todo el amor:

Cuando una persona está en un estado de gran necesidad es cuando más necesarios somos, cuando más necesita que les acariciemos, les pasemos la mano por la cabeza y que nos preguntemos: ¿qué puedo hacer en esos momentos por esa persona que sea bueno para él? Buscaba el confort, decir “te quiero”, mostrar cariño, porque incluso cuando se desvanece la conciencia no sabemos qué grado de contacto con la realidad pueden tener”.

Las psicólogas Raquel Tomé (izq) y Ana Gutiérrez/Foto cedida

Raquel Tomé

Por mi parte, era el Viernes Santo de 2020 y mi madre de 85 años que vivía en una Residencia de mayores en Carrión de los Condes empezó a sentir los primeros síntomas.

A los pocos días fue trasladada al Hospital provincial donde ingresó en la planta Covid19.

Me comunicaron que padecía una neumonía doble. Y, entramos en un periodo crítico. Su estado empeoraba rápido y me advirtieron telefónicamente que no sería trasladada a la UCI pero que me avisarían para que me fuera a despedir.

Vivía en Madrid y estaba al igual que ella, asustada, pero sabía lo importante que sería vernos por última vez para las dos y tener la posibilidad de despedirnos.

Como terapeuta integrante del dispositivo de atención a duelo, todos los días confortaba y trataba con gente angustiada y culpabilizada porque no se pudo despedir de un familiar y decirle todo lo que le quería o encargarse de sus cuidados finales.

Sabía la huella imborrable que eso deja y que en el futuro yo misma también lo necesitaría para transitar por un duelo normal. Así que decidí viajar sin saber muy bien si la policía podría detenerme en el camino por cambiar de autonomía.

Fue muy importante cuando llegué al hospital hablar con su médico y que me explicara en primera persona sus razones médicas para no subirla a la UCI si empeoraba.

Me preocupaba que estuviera agonizante, que no me reconociera, no saber qué decir, encontrar las palabras para confortarla en la soledad de su aislamiento. Pero el vernos tuvo un efecto sanador. Ver el entorno de cariño y cuidado del hospital también. Nos ayudó a las dos. En mí a aceptar y comprender que no se podía prolongar su sufrimiento si empeoraba. Pero lo más bonito es que con esa visita inesperada ella sintió muchísima sorpresa, alegría y elevó su estado anímico, a partir de ese momento mejoró y venció la enfermedad.

La psicóloga Raquel Tomé, autora de los artículos “Resiliencia: cuerpo a cuerpo con el virus”/Foto cedida

Herramientas psicológicas

Mientras escribo este artículo y repaso nuestros testimonios creo que todos coincidimos en algo. Contábamos con una gigantesca ventaja: los conocimientos que nuestra profesión nos aporta. Nada mejor que estas circunstancias para emplearlos a fondo.

Y, nadie mejor que nosotros para ser conscientes del gran nivel de estrés que afrontábamos y de la necesidad de apoyo y ayuda para poder elaborar el duelo y la angustia de la enfermedad y sus secuelas.

Creo que el hecho de que seamos Psicólogos hace que naturalicemos la ayuda emocional y busquemos y usemos todas las estrategias disponibles para transitar el dolor y la angustia.

Porque ser resiliente no significa que una persona no experimente dificultades o angustias. Y, es probable que la manera que tenemos los humanos de probarnos a nosotros mismos y de desarrollar resiliencia implique soportar una angustia emocional considerable. Pero también sabemos, que la resiliencia se construye y que hay comportamientos, pensamientos y emociones que nos predisponen a ello y que cualquier persona puede aprender y desarrollar.

Así, Guille se embarcó en elaborar la muerte de sus padres honrando su “legado” de intentar cambiar y trasformar el mundo. Abandonó la asistencia psicológica de primera línea y comenzó un periplo sanador hablando de su historia en los medios de comunicación, trasmitiendo sus conocimientos para elaborar el duelo y compartió todas las estrategias empleadas por él y su familia.

Ana y yo misma transitamos por dificultades similares. Ambas somos psicoterapeutas experimentadas y nos encontramos a ambos lados de la frontera dando asistencia a personas que pasaban por momentos de especial dificultad y estrés similares a los nuestros.

A nuestro favor contaba una larga experiencia profesional, haber transitado en el pasado por otras etapas difíciles en la vida nos permitió estar entrenadas y acostumbradas a identificar y gestionar nuestras emociones negativas, autorregularnos emocionalmente y dar sostén a nuestros pacientes.

Mantuvimos nuestro equilibrio, pero nos apoyamos en colegas que sumaban su postura reflexiva sobre el contexto que vivíamos, familia, amigos, pareja y en mi caso personal fue importante mi terapia.

En definitiva, luchamos por mantener nuestra capacidad de “mentalización”. Y, ésta es clave porque equivale a la función reflexiva. Es decir, aquella que permite comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás en términos de pensamientos, sentimientos, creencias, deseos y expectativas. Y, de interpretar la conducta de los demás en términos intencionales.

La mentalización se resiente gravemente con el estrés. Y, esta función reflexiva los terapeutas la precisamos y se nos presupone para acompañar y guiar a los pacientes.

No sucumbir para ayudar

Dado que todos somos personas vulnerables fue muy importante estar atentos a nuestro autocuidado y no sucumbir para ayudar. Así que, si bien no podíamos ayudar a cambiar la realidad ni sus circunstancias, si pudimos ayudar a:

* Validar y reflexionar sobre las formas en que percibimos y procesamos el estrés.

* Fomentar la empatía y la curiosidad hacia ellos mismos y los demás.

* Observar y aprender desde las perspectivas de los otros.

Comprender con compasión nuestros límites y dificultades.

Pero hay otro elemento clave que los tres empleamos y fue introducir un sentido en la ecuación del sufrimiento. Porque como decía Elisabeth Kübler-Ross:

Se crece si no se esconde la cabeza en la arena, sino que se acepta el sufrimiento intentando comprenderlo, no como una maldición o un castigo, sino como un regalo hecho con un fin determinado”.

Y, si de algo estoy segura, es que las muescas de esta experiencia trágica han profundizado nuestra humanidad, nos ha hecho crecer al alinearse con nuestros valores humanos y como Psicólogos los tres nos comprometimos con la misión de divulgar lo aprendido porque lo entendimos como una bella oportunidad para ayudar.

 

La situación de confinamiento y de restricciones a la movilidad y a determinadas actividades, haber sufrido la pérdida de un ser querido, situaciones de incertidumbre e inseguridad económica y laboral, y desarrollar trabajos que suponen estar en contacto con múltiples muertes relacionadas con el Covid-19 (no solo en el caso de personal sanitario, sino otros empleos como funerarios, conductores de ambulancias y personal de limpieza de hospitales) se encuentran entre los principales factores de riesgo de sufrir un trastorno de estrés postraumático en los tiempos actuales marcados por la pandemia del coronavirus.retos de los centros.

De igual manera, padecer la propia enfermedad con síntomas -y máxime si se ha tenido que ingresar en el hospital o en la UCI-, también es un importante factor de riesgo, porque la pregunta que subyace es “¿y si soy yo el caso que se complica?” Así lo explica Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga clínica, experta en psicología forense y tutora del curso on-line Estrés postraumático y otras lesiones psíquicas en la epidemia Covid-19 del Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba. Un curso que comenzó el pasado 4 de noviembre y se prolongará hasta el 4 de enero, con 100 horas de formación y en el que están inscritos 34 enfermeros cordobeses.

Este curso, junto a otros cinco on-line desarrollados en este 2020, forma parte de la oferta formativa que el Colegio ofrece a sus colegiados de manera gratuita, subvencionado por la Organización Colegial de Enfermería de España e impartido por el Instituto Superior de Formación Sanitaria (ISFOS, del Consejo General de Enfermería) para diplomados (DUE) y graduados en Enfermería. Un curso válido para la Oferta de Empleo Público (OPE) de Andalucía que se realiza a través de la plataforma educativa de ISFOS, y que previa y posteriormente a las citadas fechas también está siendo impartido por otros colegios profesionales de España.

El curso tiene una doble aplicación, pues ofrece a los enfermeros conocimientos, herramientas y recomendaciones para prevenir y tratar este tipo de lesiones en pacientes, pero también para evitar sufrir en primera persona estos trastornos a consecuencia de la tensión y dificultades a las que también tienen que hacer frente ahora en su labor diaria, sobre todo en hospitales, a consecuencia de la situación provocada por el Covid-19.

Precisamente, esta doble vertiente del curso es una de las características que destaca Ana Torres Santiago, una de las 34 enfermeras cordobesas que lo está realizando, quien afirma que entre otras causas decidió apuntarse al mismo “por el desconocimiento en torno a este tipo de enfermedades psíquicas y también para aprender a protegernos a nosotros mismos, porque como enfermeros, sobre todo a principios de esta pandemia, había cierto miedo y mucha inseguridad”.

Ana Torres, que empezó su carrera profesional en el año 2016 y que actualmente trabaja en el Hospital Infanta Margarita de Cabra, aunque recientemente ha estado en el Hospital de Antequera y antes en el Reina Sofía de Córdoba, también resalta “lo bien aclarado que viene todo el material, herramientas y videoclases” de los que se compone el curso, que los participantes van realizando en el horario que desean y a su ritmo, con la posibilidad de ir planteando dudas y preguntas a la tutora, siendo evaluados mediante test intermedios y una prueba al final de conocimientos.

Recomendaciones

En este sentido, los participantes en este curso aprenden que, tanto para sus pacientes como en su propio trabajo diario, es muy importante tener espacios de relajación tras la jornada, desconectar y descansar, mantener el contacto familiar aunque sea virtualmente y aceptar nuestras emociones. De igual manera, y en caso de ser necesario, en el curso se explica los casos en los que puede necesitarse un tratamiento farmacológico, mediante la prescripción de ansiolíticos o antidepresivos.

Todo ello para la prevención o tratamiento no sólo del estrés postraumático, sino de todo un abanico de posibles lesiones psíquicas que, según Ana Isabel Gutiérrez, pueden ir desde la sintomatología subclínica (afecciones psicológicas que no presentan signos o síntomas detectables o visibles, pero que se reflejan a través del desempeño y funcionalidad del sujeto), hasta trastornos de ansiedad y depresivos, agravación de patologías previas como trastornos obsesivos compulsivos, o trastorno adaptativo mixto, conjunto de síntomas ansiosos y depresivos acompañado de uno o varios factores estresantes que afectan a la vida de una persona.

El primer eslabón, la sintomatología subclínica, casi se presenta en el 100% de unos casos que han aumentado durante la pandemia, “donde las consultas por este tipo de problemas se han incrementado un 168% en la Atención Primaria en toda España”, según Ana Isabel Gutiérrez. Y por lo que respecta a los síntomas ya concretos, el más precoz y habitual suele ser padecer trastornos del sueño.

No en vano, y como explica la tutora de este curso on-line del Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba, “el ser humano no puede vivir con incertidumbre, y la actual situación, junto a la inseguridad laboral y económica que padecen muchas personas, puede provocar estrés y depresión” a los que hay que poner remedio en cuanto antes.

FUENTE:https://www.eldiadecordoba.es/cordoba/Factores-riesgo-postraumatico-tiempos-Covid-19_0_1522348010.html

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