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‘Ana Isabel Gutiérrez Salegui’ Category

CAPITULO EN EL LIBRO COMPILADO “LA ENFERMERIA ANTE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. 
Consejería de Sanidad. Comunidad de Madrid

Ana Isabel Gutiérrez Salegui. Psicóloga.

PSICOLOGIA Y VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO: MÁS ALLÁ DE LAS HERIDAS

Índice del capitulo

1-      Cultura, roles de género y violencia.
2-      La sociedad cómplice de los agresores.
3-      Infradiagnóstico en Violencia: Factores asociados.
4-      Los malos tratos psicológicos en la génesis de la violencia y como factor mantenedor de la relación.
5-      Psicopatología de la mujer victima de malos tratos.
6-      Las secuelas psicológicas del maltrato. Cicatrices en la mente.
7-      Intervención desde los distintos niveles asistenciales.

8-      Los tratamientos psicológicos. Una asignatura pendiente de la Sanidad  Pública

Abstrac: Antes de la violencia física aparece el maltrato psicológico, que es el que incapacita a la víctima para reaccionar. Mientras están inmersas en la relación, es el Síndrome de la Mujer maltratada uno de los factores que le impiden escapar de ella. Cuando la violencia física se acaba y el cuerpo cicatriza, quedan los recuerdos, los miedos, los pensamientos, las secuelas psicológicas.
Comprender los procesos psicológicos implicados en la génesis de la violencia, durante la relación y cuando termina, es fundamental para poder ayudar a las victimas, solo empatizando y entendiendo que ocurre en su mente podremos percibir su sufrimiento y sólo si lo percibimos podremos ayudar a sanar las “heridas invisibles”.
Adicionalmente comprender los componentes sociales que influyen en estos procesos es la única manera de poder empezar a cambiarlos. La violencia no es un problema de las víctimas, es un problema de toda la sociedad, junto con la intervención y apoyo a las victimas actuales debemos abordar la prevención de la violencia futura.
Construir una sociedad igualitaria y no sexista es un deber que tenemos que asumir como profesionales y como ciudadanos
Abstrac: Physical violence is preceeded by psychological abuse, which inhibits the victim from reacting. What is known as the Abused Woman Syndrome is one of the factors which prevents these women from escaping from a relationship in which they are immersed. When physical violence is over and the body heals from its wounds, the memories, fears, thoughts and psychological sequels are left.
In order to help the victims  it is vital to understand the psychological processes involved in the origin of violence, during the relationship and once it is over. It is only through empathy and understanding of what is going through the victim’s mind that we will be able to percieve their suffering and help heal the “invisible wounds”.
Aditionally, being able to understand the social components which impinge on these processes is the only way to start changing them. Violence is not the problem of the victims, it is a problem experienced by society at large. Not only must we work on the intervention and support of present victims but also address the prevention of future violence. 
Building an egalitarian and non-sexist society is a duty which we all have to undertake as professionals and as citizens.
Key Words: Sociedad, cultura, maltrato psicológico, depresión ansiedad, Síndrome de Estrés Postraumático, suicidio, secuelas.
Key Words: Society, culture, psychological abuse, depression, anxiety, Post Traumatic Estress Disorder, suicide, consequence.
CULTURA, ROLES DE GÉNERO Y VIOLENCIA
Cuando se habla de violencia de género la mayoría de las personas visualizan hematomas, golpes, cortes….  un collage de imágenes construido en nuestra mente con la información que recogemos día a día a través de los medios de comunicación.
Quizás esta percepción sesgada de lo que es la violencia en la pareja nos impide ver la realidad que nos rodea, al igual que se lo ha impedido a las mismas víctimas.
En el año 2000 la “Macroencuesta sobre la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico” del Ministerio de Asuntos Sociales (1) nos arrojaba unos datos que, por primera vez nos enfrentaban a la prevalencia real del problema en nuestra sociedad.
640.000 mujeres (un 4,2% de la población femenina mayor de 18 años) eran maltratadas habitualmente y un 12,4% adicional (1.865.000 mujeres) tenían criterios objetivos (habían sido golpeadas, empujadas o insultadas de forma habitual) para ser consideradas víctimas de malos tratos, aunque ellas no se definían como tales.
¿Cómo se explica esta “ceguera psicológica? Podemos entender que la sociedad no vea algo que tiende a ocultarse, a encerrarse entre las cuatro paredes de un mal llamado hogar. También podemos entender que no veamos lo que no queremos ver, que neguemos la existencia de algo si, aceptar que lo sabemos, nos coloca en el dilema ético y moral de tener que implicarnos.
Pero ¿Cómo es posible que las propias victimas desconozcan que lo son? Porque el criterio sobre lo que es el maltrato no es uniforme, en nuestra cultura la “anormalidad” en lo que respecta a malos tratos físicos, psíquicos y sexuales es un concepto muy vago.
Por un lado no podemos olvidar que “padecemos” una cultura sexista que impone un orden en base a formas de dominación relacionadas con el sexo de los sujetos, Así el substrato cultural justifica cierta “violencia contra la mujer”, amparado en el planteamiento paternalista del “fragilitas sexus”. Protección y corrección no dejan de ser derivaciones de esa visión paternalista. Proteger de los demás…y de sus propios errores.
La mujer, como ser dependiente y débil, debe ser “protegida” y cuando no acata las pautas que se han dictado “por su bien”, puede ser aleccionada. No en vano el “Derecho de Corrección” que amparaba a los maridos que “castigaban” a sus mujeres (el caso inverso no se contemplaba) ha seguido vigente, aunque en desuso, en el Código Civil español  hasta 1975.
La cultura modela los rasgos de personalidad inhibiendo aquellos que no se ajustan a los roles de género y potenciando los que sí se adecuan a los mismos. Así, estos roles definen como se deben comportar las personas en función del sexo y todo aquello que se salga de este estereotipo será definido como una anomalía. Sirvan como ejemplo las categorías “mariquita” y “marimacho” en las que nuestra sociedad engloba a aquellas personas que, perteneciendo a un sexo, poseen características atribuidas al otro.
Desde niños se nos asigna un rol en función de nuestro sexo biológico, y en función del mismo así somos tratados. La ropa en rosa, azul o los pendientes  * cumplen el papel de indicador y condicionan el trato que el grupo nos da. De esta manera, un bebé-niña será obsequiado con un comentario sobre su aspecto físico, en cambio a los niños se les regala un sonoro “machote” que alude a su virilidad….acompañado incluso, en casos extremos, de su correspondiente cachete. Desde muy pequeños esperamos que las conductas de niños y niñas sean diferentes porque “como todo el mundo sabe”los niños son brutos, descuidados, gamberros…y las niñas dulces, cariñosas y tranquilas. No nos damos cuenta de que esos rasgos no son innatos sino que se adquieren fundamentalmente a través del modelado y el aprendizaje vicario. A través de los modelos que ven en casa, en el colegio, en la televisión, los niños se van ajustando al estereotipo de género imperante.
Mas adelante, en la adolescencia los roles de género se percibirán en toda su intensidad, dobles mensajes sobre sexualidad (“las chicas buenas no hacen eso”), sobre peligrosidad ( “cuida de tu hermana”, ”que te acompañen al volver”), sobre conductas adecuadas (“ayúdame a recoger la mesa” “ no es un sitio para una chica”) que acabarán de determinar en la mente de los sujetos las pautas a seguir en función del sexo que le haya tocado.
Uno de los pilares que sustentan la violencia de género se encuentra en esta educación de doble rasero que inconscientemente seguimos perpetuando.
Hay conductas que no son aceptables dentro del rol femenino y por lo tanto “deben” ser corregidas por parte de la familia o de toda la sociedad. El concepto de “disciplina global” (Lorente 2001) (2)  explica como una persona que se sale de las “normas sociales vigentes”  se enfrenta al “castigo” del grueso de la sociedad en forma de crítica, desvalorizaciones u ostracismo y por supuesto, se le culpabiliza parcialmente de lo que ocurre. 
Los malos tratos y las agresiones sexuales son los únicos delitos en los que se presupone culpabilidad a la víctima, y “curiosamente”, ambos delitos, afectan mayoritariamente a las mujeres. “A saber lo que habrá hecho ella para que él se ponga así”, “no son horas para una chica” o “si no hubiera subido a su casa no le habría pasado”son verbalizaciones habituales en nuestra cultura.
Así, las mujeres muchas veces ocultan lo que les ocurre para evitar enfrentarse al juicio social que les asigna el doble papel de ser víctimas, y a la vez, cómplices del verdugo.
Es difícil conseguir que la violencia contra las mujeres sea una conducta percibida como reprobable y más aun erradicarla, sino eliminamos antes los roles de género, y ese hecho pasa porque la sociedad tome conciencia de que existen y de que están directamente implicados en la génesis de la misma.  
Los roles de género, arrastrados desde hace miles de años, siguen trasmitiéndose hoy en los juguetes, en los cuentos, en el papel de las mujeres en los medios de comunicación y a través del modelado.  Una educación no sexista se impone como primera medida preventiva de este tipo de violencia.

* Perforar las orejas es un hecho completamente aceptado en nuestra cultura, hasta el punto que si nos dijeran que en otra sociedad marcan con un pequeño hierro candente en la frente a las niñas para que sean diferenciadas por el grupo social nos parecería “una bestialidad propia de salvajes machistas” , sin darnos cuenta de que nosotros hacemos algo similar.

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 Entrevista para webconsultas

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora de ‘Consume y calla’

Ana Isabel Gutiérrez Salegui 

06 de Noviembre de 2014
La psicóloga Ana Isabel Gutiérrez, experta en trastornos alimentarios, nos explica en ‘Consume y calla’ cómo podemos combatir la manipulación publicitaria y llenar nuestro carro de la compra de sentido común.

“Hemos convertido la comida normal en un pecado y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias”

Consume y Calla (Editorial Akal) es el primer libro de Ana Isabel Gutiérrez Salegui, licenciada en Psicología en las especialidades Clínica y Social y del Trabajo por la Universidad de Salamanca, y técnico especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria por la Clínica Didos. Con este minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética intenta desvelar y explicar, con cierto sentido del humor, los trucos a los que recurren las marcas comerciales para alcanzar sus objetivos. En su opinión, la información es esencial para combatir la manipulación, pero también hace un llamamiento a los consumidores para que apliquen su espíritu crítico, y dejen a un lado los complejos y las falsas creencias, para vivir más sanos y felices consigo mismos.

¿Cómo surge la idea de escribir un libro contando algunas verdades sobre alimentación y cosmética?

Efectivamente, tú lo has dicho, ‘algunas’; si quisiera contar todas, este libro se habría convertido en una enciclopedia. Llevo 20 años trabajando con personas afectadas por distintos trastornos alimentarios, también imparto clases de postgrado a Enfermería, y cuando descubres que tanto tus pacientes como muchos profesionales no sólo están desinformados, sino que están perjudicando su salud y su economía siguiendo mantras falsos inculcados por la publicidad, decides que no puedes combatir los mitos erróneos uno por uno y te pones a escribir. Y puestos a intentar enseñar es mejor hacerlo con el mayor sentido del humor posible; el libro es una sucesión de pequeñas collejas para que la gente reaccione.

¿Qué pretendías con la publicación de ‘Consume y Calla’?


La única pretensión era inducir a abrir los ojos, para que la mayoría de los consumidores se diera cuenta de hasta qué punto les “están tomando el pelo”. “Eres gordo, tienes que prevenir, compra mi producto”, nos pasamos la vida escuchando mentiras tóxicas y esto, que puede parecer una tontería, a nivel de salud no lo es, ya que muchas personas piensan que por tomar determinados alimentos funcionales o suplementos ya tienen cubiertas sus necesidades nutricionales y descuidan aquellos hábitos que sí les ayudarían a prevenir. Sin contar con que hay productos que son auténticas bombas contra la salud, como los que predican 0% de grasa y esconden cantidades ingentes de azúcares, o viceversa.
Es fundamental que la gente recupere el espíritu crítico y reflexione sobre por qué, si todos esos productos son tan saludables, tenemos unos índices que rondan el 40% de sobrepeso y obesidad, tanto infantil como adulta, y las enfermedades crónicas que afectan a la mayoría de la población, como diabetes, hipertensión o colesterol alto, están relacionadas fundamentalmente con nuestros hábitos alimenticios. A lo que hay que añadir lo enfermizo que es que la gente no se pueda comer un pincho de tortilla sin sentir culpabilidad. Estamos obsesionados, hemos convertido la comida normal en un pecado, y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias. ¿No es un tanto demencial?

La sociedad parece estar un poco ciega, no es que no pueda ver, es que no quiere. ¿Crees que has conseguido el objetivo que te habías planteado con este libro?

“La inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria)”

Mucha gente que ha leído el libro me dice después “ya no me creo los anuncios” o “he aprendido a entender las etiquetas nutricionales”. La verdad es que teniendo en cuenta que es el primer libro que escribo me ha sorprendido gratamente el revuelo que ha causado, que revistas como National Geographic escriban un reportaje sobre él, o que haya salido en más de cien medios entre televisión, radio y prensa, y no sólo en nuestro país, me dice que hay un gran colectivo de gente a la que le interesa el tema y quiere aprender, formarse e informarse. La acogida ha sido muy buena, y ver como las personas que lo han leído lo recomiendan a su vez en foros de debate me hace pensar que una parte se ha logrado.

En Consume y Calla haces una radiografía del comportamiento del consumidor y de sus valores actuales ¿Ha habido algo que te haya sorprendido descubrir?

“Hay que cambiar el criterio; he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir quiero estar delgado, a casi nadie quiero estar sano”

Después de 20 años de ejercicio hay pocas cosas que me sorprendan, pero te garantizo que al lector sí, cuando vea el descaro con el que las empresas sortean la ley, cuando se ve reflejado en conductas que vistas desde una perspectiva externa son absurdas, y cuando racionaliza verdades que no son tales pero que así se las han vendido, se queda anonadado.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y nos vieran pensarían que nos hemos vuelto rematadamente locos: pasamos hambre, comemos engendros alimenticios en polvo, vamos a sitios para sudar sufriendo mientras nos gritan, y pedimos préstamos bancarios para que nos quiten cachos de culo. Y tendrían razón. Deberíamos tomar perspectiva, pensar si esta vida nos hace felices, y darnos cuenta de que la esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres.

No sabemos lo que comemos

En base al “somos lo que comemos”, buscamos alimentos que sean el no va más y que tengan cuantos más componentes saludables mejor pero, ¿realmente sabemos lo que comemos?

“La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud”

Rotundamente no. Cualquier nutricionista de verdad (no esos que se ponen el título después de un cursillo online de diez horas) te diría que cualquier fruta tiene muchísima más cantidad de vitaminas y fibra que los alimentos funcionales, también te diría que la cocina tradicional basada en la legumbre, en la verdura, en la hortaliza y en el aceite de oliva, es mil veces más saludable que tomar suplementos de cualquier tipo, y que el pescado, la carne, los huevos y la leche deben ser nuestra fuente de proteínas y no polvos de “vete a saber qué”.
Las voces discrepantes estamos hartas de decir que la inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria). En estos momentos para la industria alimentaria somos conejillos consumidores a los que vender sus productos y, si de vez en cuando aparece un escándalo alimentario, aquí tampoco pasa nada.

Muchos profesionales coinciden con usted en que más que en la sociedad de la información, en alimentación y salud, vivimos en la sociedad de la confusión. ¿A qué se debe?

“Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas”

Aquí hay muchos intereses creados, y el principal interés del Gobierno debería ser la salud de sus ciudadanos. Se permiten anuncios engañosos en cosmética y alimentación, publicidad de técnicas curanderiles que repercuten en la alimentación como los test alimenticios con nula evidencia científica, etiquetas nutricionales invisibles e ininteligibles, investigaciones financiadas por las mismas empresas que casualmente arrojan siempre resultados favorables a los productos que vende esa empresa… Si empezamos así, ¿cómo quieren que la sociedad sepa lo que es información veraz y lo que es publicidad? La gente confía en que lo que sale en los medios de comunicación está regulado, y lo está, otra cosa es que se sea muy laxo, por llamarlo algo, en el cumplimiento de esa regulación. Por ejemplo, está prohibido utilizar médicos (o personajes que lo parezcan) en los anuncios de alimentación y productos saludables. ¿A que te suena haber visto más de uno? Pues a mí no me suena que hayan retirado los anuncios.

¿Cuáles son los principales mitos que deberíamos desechar?

Que la delgadez es sana per se; hay delgados con niveles de colesterol disparados y gordos bastante saludables. También hay que cambiar el criterio; yo he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir “quiero estar delgado”, a casi nadie “quiero estar sano”. A ver si aprendemos a priorizar lo importante. Otra es que tenemos que atiborrarnos de productos milagro, las lentejas ya son suficiente producto milagro. O que las cremas mágicas nos van a cambiar la cara en un mes; la edad es la edad y hay que sentirse bella a los 20, a los 30, a los 40 y a los 80. Es enfermizo ver mujeres de sesenta operándose cada dos por tres intentando parecer quinceañeras. Como afirmo en el libro, eso es momificación en vivo y amojamamiento en directo. ¿Qué tal si nos preocupamos de estar sanos y ser felices?

Cómo detectar los engaños publicitarios

Exageración de las propiedades de los productos, verdades a medias… ¿Qué consejos darías para no caer en la trampa?

Un pequeño resumen -aunque para manejarse en la selva del supermercado yo les recomendaría que leyeran el libro, y que lo hicieran lápiz en mano- puede ser:

  1. Detectar los mensajes que contienen las palabras mágicas: natural, tradicional, libre, poderoso, joven, juventud, placer, sentidos, sensorial, vida, salud, saludable, revolucionario, milagroso, nuevo, novedoso.
  2. No fiarse de los nombres de los productos. La mayoría están buscados para que se piense que “producen determinado efecto” o “poseen alguna cualidad concreta”. Que algo se llame Viveplus o Neurocalm no significa ni que alargue la vida ni que calme las neuronas. ¿A que nadie piensa que porque alguien se apellide Bueno tiene que ser un dechado de virtudes? Pues lo mismo.
  3. Si no entiende lo que pone, no se lo crea. Una crema lo más que puede prometer es hidratar correctamente, olvídense de las nanoesferas que penetran en las células y activan genes por biomimetismo y demás palabrería pseudocientifica. ¿O no se acuerdan del estudio de la OCU y la crema de tres euros? Pues eso.
  4. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Si en algún producto especifica “0% de grasa” busque en la composición la cantidad de azúcares. Si lo que aparece es “0% de azúcares” o “Sin azúcar” busque la de grasas.
  5. Desconfíe de los que lleven “aceites vegetales”, el que echa aceite de oliva, presume de ello. Y lo cobra.
  6. Un último consejo, llévense una lupa en el bolso, la van a necesitar si quieren leer la etiqueta nutricional de muchos de los productos.
Expones y explicas diferentes anuncios publicitarios sobre alimentación y cosmética. ¿Hay alguno en especial que te resultara alarmante, indignante…?

Montones, y cada día que pasa se incorpora uno nuevo al ranking. En los anuncios de cosmética realmente te sorprende la cara dura que supone dar como resultados científicos que “a 20 mujeres les parece que funciona”, cuando lo que lees en el anuncio es “resultados probados en el 90% de las mujeres”. Claro que la primera afirmación viene en tamaño pulga, en una esquina, y con un color, llamémosle… discreto, que no llame la atención. Pero al fin y al cabo el mayor perjuicio aquí es económico, y donde realmente te llevan los demonios es con los alimentos infantiles, que muchas veces son bazofia industrial, y que ponen en grandes letras “con vitaminas D y E”. Bazofia insalubre con vitaminas. Y luego nos sorprendemos de que nos lleguen niños de 8 años con colesterol alto e hipertensión.

La alimentación infantil, ha merecido un espacio preferente en las páginas de Consume y calla. Padres deseando dar lo mejor y que acaban tomando el peor camino por estar mal informados. ¿Qué aconsejarías a estos padres? ¿Cuál es el mejor modo de que nuestros hijos estén alimentados de forma sana desde que son bebés?

“La esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres”

El mejor consejo es intentar recordar qué les daban a ellos de pequeños. Han crecido sanos ¿verdad? Antes no teníamos la epidemia de obesidad infantil que hay ahora; también los niños se movían, jugaban en la calle, y ese es un factor a no descuidar nunca. Pero lo principal es que nosotros sólo teníamos dulces y chuches los domingos y fiestas de guardar, y que las comidas se hacían regularmente y en la mesa. Y aunque no te gustaran las espinacas te las comías, nada de cambiarlas por comida basura. Enseñar a comer a un niño tiene trabajo, pero si empiezas con el ejemplo la mitad del mismo ya lo tienes hecho. Hay que comer con los niños y hay que volver a cocinar. La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud. Sobre todo con los niños.

¿Crees que nuestra forma de vida y una sociedad cada vez más materialista y obsesionada con la delgadez nos hacen más susceptibles y débiles?

Nos convierte en personas obsesionadas persiguiendo convertirnos en perfecciones de Photoshop, que han perdido el placer de disfrutar de la comida, de quererse a sí mismos, y de querer a sus cuerpos. La desnudez, cuando no es perfecta, se ha convertido en un tabú. Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas.
Y, adicionalmente, además de esta sociedad de infelices tenemos un elevado porcentaje de personas que se ponen enfermas y desarrollan un trastorno de la alimentación. Y son enfermedades muy graves, que pueden llevar a la muerte.

Publicado en abc

alejandra rodríguez / madrid
Día 30/07/2014 – 14.07h
La imposición de cánones de belleza irreales y un concepto de la salud y bienestar centrado únicamente en lograr una talla (pequeña) han dado lugar a los ‘falsos delgados’.
Todo el desbarajuste que rige en relación a la conducta alimentaria, la presión social para mantenerse eternamente joven y delgado, la imposición de cánones de belleza irreales y un concepto de la salud y bienestar centrado únicamente en lograr una talla (pequeña) han dado lugar a los ‘falsos delgados’ o TOFI; Thin outside fat inside, sus siglas en inglés.
«Se trata de gente que tiene un peso normal o incluso bastante delgada que sin embargo presenta analíticas y valores clínicos absolutamente desastrosos, así como un riesgo cardiovascular elevadísimo», explica Ana Isabel Gutiérrez.
Los expertos señalan la educación como la clave: replantear el concepto de qué es estar sano y rebajar la presión sobre la imagen
El problema es que estos falsos delgados son muy difíciles de identificar, ya que sus niveles altos de colesterol y triglicéridos, su hipertensión, su grasa visceral o su resistencia a la insulina no se ven; muy al contrario, lucen una imagen saludable simplemente porque no tienen kilos de más.
Los especialistas opinan que el ‘quid’ de la cuestión es el «caos alimentario» reinante, demás de la pérdida de hábitos de vida saludable. «Actualmente, lo que entendemos como cuidarse conlleva estar constantemente a dieta, mantenerse delgado a toda costa y sin esfuerzo aunque para ello haya que recurrir a métodos surrealistas y llevar una vida que es de todo menos saludable; el cóctel es explosivo», explica la psicóloga. ¿Y la solución?
Como casi siempre, la clave reside en la educación. Los expertos coinciden en que es necesario rebajar la presión sobre la imagen, regular la publicidad y llevar a cabo un replanteamiento total de lo que verdaderamente es estar sano y cómo conseguirlo
Link del artículo:abc
Publicado en ¿Hay Derecho?, 05.04.15
A raíz del accidente de aviación de Germanwings hemos vuelto a ver la enfermedad mental en titulares. Titulares en su mayoría, carentes de fundamento médico y tremendamente dañinos para la idea que la sociedad se hace de la enfermedad mental y para la que los propios enfermos mentales se pueden hacer de sí mismos. 
Al igual que durante mucho tiempo se reivindicó que las noticias relacionadas con crímenes no aludieran al origen étnico o racial, para evitar una asociación injusta o un sesgo, en el que la sociedad percibiera a los pertenecientes a esos grupos concretos como delincuentes, debería plantearse lo mismo en el caso de las enfermedades mentales, ya que la imagen que la sociedad tiene de las personas que sufren este tipo de patología conlleva un terrible estigma que hace muy difícil su integración total, lo que a su vez conlleva ocultamiento a todo el entorno (entorno laboral incluído), vergüenza y resistencia, muchas veces, a ponerse en tratamiento. Sólo en contados casos la enfermedad mental tiene que ver con el delito cometido, por ello, es extremadamente necesario ser cauteloso en su tratamiento informativo. Es fácil ver la ausencia de relación en una cabecera que rezara Varón con hemorroides secuestra a un vecino pero no es tan fácil verla cuando hablamos de enfermedad mental. 
Mucho se ha hablado estos días de ideación suicida y suicidio, también en un principio de depresión severa y, en los últimos días, ya completamente cegados por el morbo especulativo, de suicidio extendido, trastorno psicosomático, crisis confusional, trastorno delirante, trastorno bipolar y trastorno de ansiedad generalizada. Pero, con mucho, mi diagnóstico favorito ha sido ictus obnubilante, que, por cierto, de existir esa categoría, no sería ninguna enfermedad mental. Les advierto, señores periodistas, que a este paso se les va a agotar el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) y a ampliar, ustedes solitos, la terminología médica. 
El mayor problema además es la atribución de causalidad de la conducta a la enfermedad en sí, en lugar de a la persona. Cada una de las enfermedades que han sacado a relucir en sus vistosas portadas podrían haber sido sufridas por el copiloto de Germanwings y también puede haber sido una conducta propositiva la que le ha llevado a estrellar el avión, pero una cosa no tiene per se por qué ser la causa de la otra. Esperemos al dictamen de los psiquiatras y psicólogos forenses que llevan el caso directamente. 
Empecemos por el suicidio. En el año 2012, 3.549 personas se quitaron la vida en España. Les aseguro que lo intentaron muchísimas más, pero el INE no registra a los que sobreviven a los intentos de autolisis. 
De ellas casi nadie hizo daño físico a nadie más que a sí mismo y puntualizo el casi porque hay dos excepciones, los casos de violencia machista en los cuales el agresor mata primero a su pareja e incluso a sus hijos y después se suicida y los suicidios extendidos, bastante infrecuentes y en los que el suicida intenta evitar el sufrimiento en la vida a las personas que quiere, siendo las victimas, más frecuentes hijos, padres o parejas. En ambos, aunque parejas e hijos pueden ser victimas la motivación y el estado mental del perpetrador son muy diferentes. Este último, que sería la categoría en la que se ha querido incluir al Señor Lubitz, es bastante inhabitual.
Respecto a la depresión, European Study of the Epidemiology of Mental Disorders (ESEMeD) (Alonso et al., 2004) el 40% de los europeos han sufrido un trastorno del estado de ánimo en su vida. Casi la mitad de las personas con las que nos cruzamos por la calle, o la mitad de los lectores de este post. Las personas deprimidas, al igual que los suicidas sólo se hacen daño, indirecta o directamente a sí mismas. Bastante tienen con que muy poca gente entienda su enfermedad, con sentirse culpable en una sociedad que “te exige ser feliz” pero que te ayuda poco a ello, como para que además ahora crean que les miran como a potenciales “asesinos en masa”.
El trastorno de ansiedad generalizada, también bastante frecuente entre la población, tampoco genera instintos homicidas. Y lo mismo ocurre con los trastornos psicosomáticos entre los cuales pueden estar algunos tipos de migrañas, dolores abdominales, el colon irritable, la rinitis vasomotora, dermatitis y un largo etcétera entre los que sí, también se incluyen problemas de visión.
Veo muchos trastornos psicosomáticos en mi consulta, nunca se me ocurriría preguntar si su síntoma, enfermedad o problema les provoca ganas de matar. Como todos los anteriores, quienes sufren son ellos. 
Respecto a los bipolares, en un estudio realizado por Jillian Peterson y publicado por la revista Law and Human Behavior encontraron que de 429 casos analizados bajo tres tipos de enfermedades, los investigadores descubrieron que únicamente el 3% de los delitos estaban asociados con la depresión (desesperanza y pensamientos suicidas), el 4% con la esquizofrenia (alucinaciones y delirios) y el 10% con la bipolaridad (impulsividad y conductas de riesgo). En los casos estudiados, las personas cometían la mayoría de los delitos por pobreza, marginalidad o consumo de drogas, no inducidos por NINGUN síntoma de su enfermedad. Vamos, los mismos delitos que podríamos haber cometido cualquiera de nosotros si fuéramos pobres, viviéramos en condiciones de marginalidad o consumiéramos drogas, y entre estos delitos, creo que mi condición de psicóloga forense me capacita para afirmar, no se encuentra el asesinato de 150 personas. 
Por su parte el Estudio MacArthur, un trabajo multidisciplinar realizado en EE.UU. durante más de una década, intentó ser un instrumento de valoración científica del riesgo de violencia y crear una posible herramienta clínica . La investigación arrojó dos predictores para la conducta violenta: uno la psicopatía y otro, el haber sido víctima de malos tratos durante la infancia. 
Y, por si no lo saben, la psicopatía no es una enfermedad mental, es un trastorno de personalidad. El trastorno antisocial de la personalidad sabe perfectamente lo que está bien, lo que está mal y las consecuencias de sus actos. Pero tampoco estigmaticemos a los psicópatas, después de todo estamos rodeados de ellos. Y para su tranquilidad la mayoría es lo que denominamos psicópata adaptado. 

En el caso Germanwings habrá que buscar los motivos que provocaron los hechos y, de probarse un trastorno, determinar si los controles psicológicos han sido los adecuados en una profesión en la que muchas vidas están bajo el control de un reducido equipo humano. Pero si se hace con los pilotos debería hacerse con los conductores de autobuses, los encargados de confeccionar caterings, las fuerzas de seguridad, los feriantes y -¿por que no?- los jueces. 
La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), defiende que “la mayor parte de las personas violentas no sufren enfermedad mental y que con tratamiento, la persona con trastorno mental no es más peligrosa que la población general”, así que señores periodistas, dejen de ser psicoamarillistas y sean conscientes del daño que están haciendo a un colectivo vulnerable, estigmatizado y, en su casi totalidad, inofensivo.

Enfermeras cordobesas profundizan en la prevención de las conductas de riesgo en adolescentes

El Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba está celebrando esta semana el curso sobre ‘Prevención de conductas de riesgo en el adolescente’, en colaboración con la Escuela Internacional de Ciencias de la Salud. El objetivo es que los profesionales inscritos complementen sus conocimientos como agentes de prevención y detractores de las conductas de riesgo de los adolescentes.

Enfermeras y enfermeros que siguen esta formación conocerán los principales riesgos que afectan a los adolescentes en su evolución, experimentando cambios en los últimos años, pasando de los embarazos no deseados a enfermedades de transmisión sexual, abusos, alcohol, violencia, adicciones, acoso escolar o peligros de internet, entre otras cuestiones. foto para ASOC Y VIDA COLEGIAL
Por todo ello, la docente del curso, la psicóloga Ana Isabel Gutiérrez Salegui, señala que “es fundamental que los profesionales aprendan sobre estos riesgos para poder intervenir desde la figura de la enfermería, tanto la enfermera asesora de padres como la enfermera en la escuela, y la enfermera en el centro de salud”.
Para llevar a cabo tales actuaciones, Salegui apunta que “la metodología es de Educación para la Salud, entendida como una estrategia estructurada de intervención que va mucho más allá de las charlas informativas y de las campañas de sensibilización”.
En este sentido, la profesora recomienda a los asistentes la web www.adolesweb.org, y dedica además un módulo del curso exclusivamente a los riesgos de internet, donde los jóvenes con trastornos alimentarios encuentran su “fuente de inspiración” o donde también pueden sufrir acosos, chantajes y abusos relacionados con su imagen  y sexualidad, tanto por parte de adultos como de otros adolescentes.
  • Los especialistas alertan del incremento de afectados por conductas alimentarias, cada vez más difíciles de detectar. Espido Freire es la última cara conocida en hablar de su experiencia sin tabúes

Cualquiera que mire las estadísticas relativas a los TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria) podría pensar que la situación se ha mantenido estable en los últimos 15 o 20 años, época en la que comenzaron a ser conocidos por el gran público. Actualmente, se estima que entre el 1% y el 3% de la población sufre anorexia nerviosa; que entre el 3% y el 5% padece bulimia y que en torno a un 2% manifiesta lo que se ha dado en llamar trastorno por atracón (ingesta compulsiva en episodios que se repiten con cierta frecuencia). Es decir, prácticamente lo mismo que entonces.
Sin embargo, según el discurso de los especialistas la situación no es, ni de lejos, halagüeña. «No hay cifras oficiales y no tenemos porcentajes precisos, pero sí hemos observado que los perfiles de los pacientes han cambiado mucho y las fronteras entre los diversos TCA se han difuminado. Los clásicos (anorexia y bulimia) siguen existiendo en la misma proporción, pero tenemos además que sumar los llamados TCA no especificados, que en realidad son los que más se diagnostican actualmente», apunta Cecilia Caruana, psicóloga de Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia (ADANER), en Madrid.

PERFILES DIFUSOS

Este concepto de TCA no especificado hace referencia a personas que no cumplen estrictamente todos los criterios clínicos para ser diagnosticados de un TCA puro, pero presentan varias conductas patológicas propias de ellos. Así, los terapeutas se encuentran cada vez más trastornos mixtos, incompletos o asociados a otros problemas mentales.

«Indudablemente, tenemos más volumen en las consultas, independientemente de las estadísticas, pero lo verdaderamente destacable es que el diagnóstico y el tratamiento es más complejo porque nos encontramos cuadros clínicos mixtos y también muchas comorbilidades; es decir, otras enfermedades o sintomatología mental asociada al TCA; fundamentalmente trastorno límite de la personalidad y problemas graves de conducta», dibuja Gustavo Faus, director asistencial del Instituto de Trastornos Alimentarios (ITA) de Barcelona; un centro especializado en el manejo de estas patologías.

De esta manera, y según explican los expertos, los tentáculos de los TCA están empezando a llegar a edades cada vez más tempranas, a mujeres que rondan la menopausia y a los varones. «En realidad, el grueso sigue estando en la adolescencia, pero es cierto que el resto de casos va siendo menos infrecuente», relata José Manuel Moreno, de la Asociación Española de Pediatría.
Este especialista llama la atención sobre un fenómeno que ha influido en este cambio de tendencia. «Se ha adelantado la edad en la que los niños, concretamente las niñas, comienzan a recibir mensajes acerca de la importancia de tener una imagen, una talla y un peso concretos. Es un momento en el que la personalidad apenas está empezando a forjarse y son muy vulnerables».

La escritora Espido Freire coincide en todas y cada una de las apreciaciones de estos expertos y movida precisamente por estos cambios decidió escribir un segundo libro al respecto. En el primero, ‘Cuando comer es un infierno’ (Ed. Aguilar) ahondaba en las causas, secuelas y testimonios de personas que, como ella, habían sucumbido a la bulimia. En el segundo, ‘Quería volar, cuando comer era un infierno’ (Ed. Ariel), Freire refleja esta ampliación de perfiles y la diversificación de diagnósticos. «Los límites y los estereotipos de los TCA se han roto por completo. Aunque no esté diagnosticado, prácticamente todos mantenemos una relación anómala con la comida. El problema es que estamos medicalizados y si no se presenta el cuadro típico completo no se hace nada, cuando en realidad, si se dan dos o más conductas juntas hay que actuar», explica la autora quien, también coincidiendo con el resto de profesionales, apunta que a pesar de todos estos cambios hay cosas que siguen igual; para mal.

LA IMPORTANCIA DEL ENTORNO

Según denuncian, la conciencia de las familias, el entorno escolar y las propias pacientes ha evolucionado a mejor; por eso el diagnóstico cada vez es más precoz (lo cual es beneficioso). Sin embargo, no ha sido así en otros aspectos como la presión social sobre el físico, el desorden alimentario (oferta no saludable, horarios irregulares, normalización de dietas de riesgo…), la banalización de la cirugía y otros procedimientos estéticos que te hacen creer que puedes cambiar tu imagen ilimitadamente y, sobre todo, la percepción que tenemos de lo que realmente es un TCA.

Y es que aún persiste la idea de que se trata de un problema de adolescentes o de niñas tontas que aspiran a ser modelos, cuando en realidad son problemas mentales mucho más complejos que se manifiestan en una conducta alimentaria anómala, pero que van mucho más allá. Por este error de concepto, se está obviando a pacientes masculinos o a mujeres adultas (y mayores), a personas que no tienen problemas de peso evidentes y a las enfermas que no están curadas del todo. «Una de las características de estos pacientes es su capacidad de adaptación, así como su perfeccionismo. Así, si únicamente prestamos atención a su relación con la comida y a su peso, en cuanto hayan logrado pesar lo adecuado se les dará el alta, pero el problema seguirá larvado, con el consiguiente riesgo de cronificación y recaídas», apostilla la portavoz de ADANER.

Con respecto a los varones, «progresivamente, la presión sobre la imagen de los hombres está adquiriendo los mismos tintes negativos que sobre la mujer; aunque a ellos lo que se les exige es machacarse en el gimnasio para obtener un cuerpo cincelado, lo que a veces les lleva a obsesionarse con el ejercicio y el control de la dieta, así como al consumo de sustancias poco recomendables», abunda Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga especialista en adolescencia y TCA.

El escenario social y familiar está regido por unas reglas perversas en las que el éxito está asociado indefectiblemente a la belleza exterior y a la juventud; aspectos que hay que lograr de cualquier manera y cueste lo que cueste (económica y emocionalmente) porque de lo contrario «o eres pobre o eres un descuidado», resume Freire.

¿Y cómo se rompe ese bucle nocivo? Además de pedir más atención para la psiquiatría y psicología infantojuvenil, un acuerdo definitivo sobre el tallaje, una mayor formación en hábitos de vida saludable, una menor presión sobre la imagen y el peso corporal, una regulación efectiva sobre los mensajes publicitarios y sobre los medios de comunicación, una articulación óptima de los recursos sanitarios, los especialistas coinciden en un aspecto fundamental que no depende de las instituciones ni organismos reguladores: dar ejemplo.

UN APOYO FUNDAMENTAL

«Los impactos están ahí y no podemos negarlo. Pero la familia es fundamental para acompañar y ofrecer una visión crítica que ayude a los más jóvenes a interpretar la realidad y a ver que la realidad es otra cosa», argumenta Faus.

La nutricionista María Teresa Barahona, quien está a punto de sacar un cuento solidario titulado ‘¡Qué divertido es comer fruta!’, enfatiza este punto. «No podemos pretender que nuestros hijos establezcan una relación saludable con la comida si nosotros mismos estamos haciendo dietas milagro por nuestra cuenta, si permanentemente hacemos comentarios sobre los kilos que nos sobran o sobre el trasero tan gordo que tiene tal o cual persona; es decir, si nosotros mismos no lo tenemos asimilado».

De esta manera, ha de haber coherencia entre lo que se dice y lo que se hace y desterrar la idea de que hay que lograr la perfección absoluta y sin fisuras, así como eliminar la belleza como único parámetro para medir la valía de las personas. En definitiva, inculcar otros valores que no tienen relación con lo puramente físico.

«Incluso en profesiones asociadas a la imagen y a una cierta frivolidad encontramos ejemplos que nos pueden servir como referente porque son buenas profesionales, tienen una trayectoria destacable, se identifican con causas solidarias, son inteligentes… independientemente de que su belleza se ajuste a los cánones o no; pongamos el foco en esto y no solo en las tallas o la comida», anhela Espido Freire.

Para consultar el artículo completo: Link

Publicada en sinkingintheshadow.wordpress.com

Tras un primer post aludiendo al trabajo que lleva a cabo Alberche Área Jurídica, contactamos directamente con Carlos Javier Galán, titular del despacho, colegiado del  Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.
Como abogado , ha llevado a cabo un intenso ejercicio profesional en todos los ámbitos jurisdiccionales. También ha ejercido de profesor, ha dado numerosas conferencias y ha escrito varios libros y artículos jurídicos. Además de multitud de apariciones en los medios, como Onda Cero, Cuatro, La Sexta o TVE.
Nos dirigimos a él para realizarle una breve entrevista, que no tiene desperdicio, sobre su visión y experiencia con el Shadow Banking y de lo que este conlleva en el plano jurídico.

¿Qué le llevó a especializarse en este ámbito?
“Seguramente no queda muy glamouroso decirlo, pero la verdad es que inicialmente fue el azar el que me acercó a esta realidad, aunque luego mi sentido de la responsabilidad hizo que me implicara en ella. Mi dedicación desde hace años está centrada con preferencia en una materia completamente ajena a este mundo, como es el Derecho Laboral. Sin embargo, el caso de un amigo al que no podía decir que no, me hizo toparme con un fenómeno prácticamente desconocido y, sin embargo, de grandes dimensiones en nuestro país: las estafas en préstamos hipotecarios de capital privado. Y, aunque no fuera mi área habitual de trabajo, acabé tirando del hilo, primero sorprendido, luego indignado y finalmente concienciado. Y adquirí un compromiso personal y profesional con el colectivo de víctimas de estas prácticas”.

¿Dónde está el límite legal del Shadow Banking? ¿Dónde está el delito si el estafado acepta previamente unos términos?
 “El Shadow Banking en un concepto amplio que aludiría a todo el sistema de crédito extrabancario y, en principio, no tendría por qué tener connotaciones negativas: la existencia de un sistema de crédito alternativo a los bancos puede resultar muy positivo. El problema es cuando ese sector, como sucede en España, está regulado de forma muy deficiente y, además, esa escasa normativa tiene un grado de incumplimiento elevado.
Las estafas de prestamistas son una de las consecuencias de la falta de control.
En el ámbito civil, aunque el prestatario acepte unos términos de forma voluntaria, si lo hace frente a un profesional y, por tanto, sin capacidad de negociar individualmente las condiciones, hay que aplicar la normativa de consumidores, que protege a la parte  más débil. Y pueden existir cláusulas abusivas y, por tanto, legalmente nulas aunque hayan sido aceptadas formalmente.
El ámbito penal entra en juego cuando ha existido, como es frecuente, un engaño deliberado para que la víctima haga una disposición patrimonial en perjuicio propio, y el consentimiento prestado es fruto de ese engaño planificado”.

¿Qué ocurre cuando la persona estafada gana el caso? ¿Y cuándo lo pierde?
“Si lo gana en vía civil, se declaran nulas las cláusulas abusivas y no se aplican o incluso en algunas ocasiones la nulidad afecta a la operación en su conjunto. Si lo ganase en vía penal, se impondría una pena al estafador condenado y de ordinario el contrato fruto de la estafa será nulo.
Por el contrario, si lo pierde, en vía civil se seguirá adelante la ejecución hipotecaria contra su vivienda. Y en vía penal, el denunciado será declarado inocente y la operación será válida”.

¿Cuál es su porcentaje de casos ganados en este ámbito?
“En vía civil los casos de declaración de cláusulas abusivas son elevados, prácticamente todos los préstamos de capital privado que conocemos tenían cláusulas que han resultado nulas: en intereses de demora, en intereses remuneratorios, en tasaciones no profesionales realizadas a la baja, etc.
En algunos casos –pocos aún, aunque la cifra es creciente- se llega a archivar por completo la propia ejecución hipotecaria.
En penal nosotros aún no hemos llegado a juicio. Nuestra labor empezó hace dos años y los casos aún están en fase de instrucción. Al haberse firmado ante notario y, además, existir poco conocimiento judicial de esta realidad, la dificultad probatoria es inmensa. Pero vamos avanzando”.

¿Las denuncias están aumentando o disminuyendo?
“Las denuncias por este tipo de prácticas crecen. El cierre del grifo del crédito bancario hizo que los prestamistas de capital privado fueran un recurso para muchas personas con dificultades económicas. Y, por tanto, eso hizo aumentar los abusos y los engaños.
Las redes sociales y hecho de que los afectados se hayan asociado en la plataforma Stop Estafadores (www.stop.estafadores.blogspot.com), ayudan a que haya mayor información, mayor apoyo y mayor conciencia”.

 ¿Podría hablarnos de algún caso concreto y anónimo de algún cliente víctima de este tipo de estafas?
“Podríamos hablar de centenares de casos con nombre propio, todos con un denominador común: personas con una situación económica apremiante, con dificultad o imposibilidad de acceso al crédito bancario y con un inmueble libre de cargas o con pequeñas cargas que es el objeto del deseo de los estafadores, que buscan apropiarse de él con un desembolso real irrisorio, un negocio redondo.
En todos los casos se les engaña con distintas estratagemas para firmar sin ser conscientes un capital superior al que realmente reciben, con un plazo de devolución muy breve, con unos intereses de demora disparatados y con una tasación de su vivienda a la baja.

Una psicóloga, Ana Isabel Gutiérrez Salegui, ha publicado un reciente estudio, muy interesante, para comprender los mecanismos de cómo se consigue este engaño: http://hayderecho.com/2014/10/01/estafas-en-prestamos-hipotecarios-claves-psicologicas-del-engano-a-las-victimas

¿Podría darnos el nombre de alguna red que se anuncie actualmente?
“La red a la que hemos detectado mayor volumen de operaciones presuntamente delictivas y de denuncias es la que encabeza el prestamista Antonio Arroyo Arroyo, con una nutrida red de intermediarios.
 Pero hay varios prestamistas que, siempre desde el absoluto respeto a su presunción de inocencia, sí podemos decir que tienen denuncias de afectados que les acusan de actuar de forma muy similar, como es el caso de las firmas Lumafuresa, Credit Garpi o Centro Financiero Micenas en Madrid, Angel Gómez Martínez y Francesc Josep García Alandete en la zona de Levante; Manuel Piedra Ortas en Andalucía; García Renduelles en la zona Noroeste de España…
Nos hemos encontrado un caso en la Comunidad Valenciana, el de Juan Manuel Hita, que asegura ante notario ser un prestamista particular, no profesional, y resulta que en los últimos años ha tenido centenares de derechos inscritos sobre inmuebles.
En Murcia, hay una red, la de Omarcux y Créditos Murcia, que tiene muchas denuncias por estafas y en la actualidad sigue ejecutando desahucios. En Cataluña, son también muchas las denuncias contra AFV Unión Hipotecaria. Son sólo algunos ejemplos, porque por desgracia hay muchos más”.
En resumen, Carlos Javier Galán nos muestra como el Shadow Banking llegó hasta él por azar y como le ha absorbido debido al número de victimas que han ido proliferando en los últimos años, y que desgraciadamente lejos de disminuir, están aumentando.
Con estas respuestas logramos arrojar luz sobre como se esta tratando este tema en el plano jurídico en nuestro país, en el que la connotación negativa del Shadow Banking procede directamente de la falta de regulación de estas entidades no bancarias.

“El problema es cuando ese sector, como sucede en España, está regulado de forma muy deficiente y, además, esa escasa normativa tiene un grado de incumplimiento elevado”.

Protagonistak / Protagonistas

Entrevista publicada en Zaindu Zaitez

Ana Isabel Gutiérrez Salegui, autora de ‘Consume y calla’

Consume y Calla (Editorial Akal) es el primer libro de Ana Isabel Gutiérrez Salegui, licenciada en Psicología en las especialidades Clínica y Social y del Trabajo por la Universidad de Salamanca, y técnico especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria por la Clínica Didos. Con este minucioso trabajo de análisis del mundo de la publicidad sobre alimentación y cosmética intenta desvelar y explicar, con cierto sentido del humor, los trucos a los que recurren las marcas comerciales para alcanzar sus objetivos. En su opinión, la información es esencial para combatir la manipulación, pero también hace un llamamiento a los consumidores para que apliquen su espíritu crítico, y dejen a un lado los complejos y las falsas creencias, para vivir más sanos y felices consigo mismos.

¿Cómo surge la idea de escribir un libro contando algunas verdades sobre alimentación y cosmética?

Efectivamente, tú lo has dicho, ‘algunas’; si quisiera contar todas, este libro se habría convertido en una enciclopedia. Llevo 20 años trabajando con personas afectadas por distintos trastornos alimentarios, también imparto clases de postgrado a Enfermería, y cuando descubres que tanto tus pacientes como muchos profesionales no sólo están desinformados, sino que están perjudicando su salud y su economía siguiendo mantras falsos inculcados por la publicidad, decides que no puedes combatir los mitos erróneos uno por uno y te pones a escribir. Y puestos a intentar enseñar es mejor hacerlo con el mayor sentido del humor posible; el libro es una sucesión de pequeñas collejas para que la gente reaccione.

¿Qué pretendías con la publicación de ‘Consume y Calla’?

La única pretensión era inducir a abrir los ojos, para que la mayoría de los consumidores se diera cuenta de hasta qué punto les “están tomando el pelo”. “Eres gordo, tienes que prevenir, compra mi producto”, nos pasamos la vida escuchando mentiras tóxicas y esto, que puede parecer una tontería, a nivel de salud no lo es, ya que muchas personas piensan que por tomar determinados alimentos funcionales o suplementos ya tienen cubiertas sus necesidades nutricionales y descuidan aquellos hábitos que sí les ayudarían a prevenir. Sin contar con que hay productos que son auténticas bombas contra la salud, como los que predican 0% de grasa y esconden cantidades ingentes de azúcares, o viceversa.
Es fundamental que la gente recupere el espíritu crítico y reflexione sobre por qué, si todos esos productos son tan saludables, tenemos unos índices que rondan el 40% de sobrepeso y obesidad, tanto infantil como adulta, y las enfermedades crónicas que afectan a la mayoría de la población, como diabetes, hipertensión o colesterol alto, están relacionadas fundamentalmente con nuestros hábitos alimenticios. A lo que hay que añadir lo enfermizo que es que la gente no se pueda comer un pincho de tortilla sin sentir culpabilidad. Estamos obsesionados, hemos convertido la comida normal en un pecado, y nos pasamos la vida cumpliendo penitencias. ¿No es un tanto demencial?

La sociedad parece estar un poco ciega, no es que no pueda ver, es que no quiere. ¿Crees que has conseguido el objetivo que te habías planteado con este libro?

Mucha gente que ha leído el libro me dice después “ya no me creo los anuncios” o “he aprendido a entender las etiquetas nutricionales”. La verdad es que teniendo en cuenta que es el primer libro que escribo me ha sorprendido gratamente el revuelo que ha causado, que revistas como National Geographic escriban un reportaje sobre él, o que haya salido en más de cien medios entre televisión, radio y prensa, y no sólo en nuestro país, me dice que hay un gran colectivo de gente a la que le interesa el tema y quiere aprender, formarse e informarse. La acogida ha sido muy buena, y ver como las personas que lo han leído lo recomiendan a su vez en foros de debate me hace pensar que una parte se ha logrado.

En Consume y Calla haces una radiografía del comportamiento del consumidor y de sus valores actuales ¿Ha habido algo que te haya sorprendido descubrir?

Después de 20 años de ejercicio hay pocas cosas que me sorprendan, pero te garantizo que al lector sí, cuando vea el descaro con el que las empresas sortean la ley, cuando se ve reflejado en conductas que vistas desde una perspectiva externa son absurdas, y cuando racionaliza verdades que no son tales pero que así se las han vendido, se queda anonadado.
Si nuestros abuelos levantaran la cabeza y nos vieran pensarían que nos hemos vuelto rematadamente locos: pasamos hambre, comemos engendros alimenticios en polvo, vamos a sitios para sudar sufriendo mientras nos gritan, y pedimos préstamos bancarios para que nos quiten cachos de culo. Y tendrían razón. Deberíamos tomar perspectiva, pensar si esta vida nos hace felices, y darnos cuenta de que la esclavitud de la imagen nos ha hecho perder montones de placeres.

No sabemos lo que comemos

En base al “somos lo que comemos”, buscamos alimentos que sean el no va más y que tengan cuantos más componentes saludables mejor pero, ¿realmente sabemos lo que comemos?

Rotundamente no. Cualquier nutricionista de verdad (no esos que se ponen el título después de un cursillo online de diez horas) te diría que cualquier fruta tiene muchísima más cantidad de vitaminas y fibra que los alimentos funcionales, también te diría que la cocina tradicional basada en la legumbre, en la verdura, en la hortaliza y en el aceite de oliva, es mil veces más saludable que tomar suplementos de cualquier tipo, y que el pescado, la carne, los huevos y la leche deben ser nuestra fuente de proteínas y no polvos de “vete a saber qué”.
Las voces discrepantes estamos hartas de decir que la inmensa mayoría de los productos que realizan alegaciones de salud no han demostrado su eficacia y, por lo tanto, no han sido aprobados por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria). En estos momentos para la industria alimentaria somos conejillos consumidores a los que vender sus productos y, si de vez en cuando aparece un escándalo alimentario, aquí tampoco pasa nada.

Muchos profesionales coinciden con usted en que más que en la sociedad de la información, en alimentación y salud, vivimos en la sociedad de la confusión. ¿A qué se debe?

Aquí hay muchos intereses creados, y el principal interés del Gobierno debería ser la salud de sus ciudadanos. Se permiten anuncios engañosos en cosmética y alimentación, publicidad de técnicas curanderiles que repercuten en la alimentación como los test alimenticios con nula evidencia científica, etiquetas nutricionales invisibles e ininteligibles, investigaciones financiadas por las mismas empresas que casualmente arrojan siempre resultados favorables a los productos que vende esa empresa… Si empezamos así, ¿cómo quieren que la sociedad sepa lo que es información veraz y lo que es publicidad? La gente confía en que lo que sale en los medios de comunicación está regulado, y lo está, otra cosa es que se sea muy laxo, por llamarlo algo, en el cumplimiento de esa regulación. Por ejemplo, está prohibido utilizar médicos (o personajes que lo parezcan) en los anuncios de alimentación y productos saludables. ¿A que te suena haber visto más de uno? Pues a mí no me suena que hayan retirado los anuncios.

¿Cuáles son los principales mitos que deberíamos desechar?

Que la delgadez es sana per se; hay delgados con niveles de colesterol disparados y gordos bastante saludables. También hay que cambiar el criterio; yo he visto a mucha gente llegar a una consulta y decir “quiero estar delgado”, a casi nadie “quiero estar sano”. A ver si aprendemos a priorizar lo importante. Otra es que tenemos que atiborrarnos de productos milagro, las lentejas ya son suficiente producto milagro. O que las cremas mágicas nos van a cambiar la cara en un mes; la edad es la edad y hay que sentirse bella a los 20, a los 30, a los 40 y a los 80. Es enfermizo ver mujeres de sesenta operándose cada dos por tres intentando parecer quinceañeras. Como afirmo en el libro, eso es momificación en vivo y amojamamiento en directo. ¿Qué tal si nos preocupamos de estar sanos y ser felices?

Cómo detectar los engaños publicitarios

Exageración de las propiedades de los productos, verdades a medias… ¿Qué consejos darías para no caer en la trampa?

Un pequeño resumen -aunque para manejarse en la selva del supermercado yo les recomendaría que leyeran el libro, y que lo hicieran lápiz en mano- puede ser:

  1. Detectar los mensajes que contienen las palabras mágicas: natural, tradicional, libre, poderoso, joven, juventud, placer, sentidos, sensorial, vida, salud, saludable, revolucionario, milagroso, nuevo, novedoso.
  2. No fiarse de los nombres de los productos. La mayoría están buscados para que se piense que “producen determinado efecto” o “poseen alguna cualidad concreta”. Que algo se llame Viveplus o Neurocalm no significa ni que alargue la vida ni que calme las neuronas. ¿A que nadie piensa que porque alguien se apellide Bueno tiene que ser un dechado de virtudes? Pues lo mismo.
  3. Si no entiende lo que pone, no se lo crea. Una crema lo más que puede prometer es hidratar correctamente, olvídense de las nanoesferas que penetran en las células y activan genes por biomimetismo y demás palabrería pseudocientifica. ¿O no se acuerdan del estudio de la OCU y la crema de tres euros? Pues eso.
  4. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Si en algún producto especifica “0% de grasa” busque en la composición la cantidad de azúcares. Si lo que aparece es “0% de azúcares” o “Sin azúcar” busque la de grasas.
  5. Desconfíe de los que lleven “aceites vegetales”, el que echa aceite de oliva, presume de ello. Y lo cobra.
  6. Un último consejo, llévense una lupa en el bolso, la van a necesitar si quieren leer la etiqueta nutricional de muchos de los productos.
Expones y explicas diferentes anuncios publicitarios sobre alimentación y cosmética. ¿Hay alguno en especial que te resultara alarmante, indignante…?

Montones, y cada día que pasa se incorpora uno nuevo al ranking. En los anuncios de cosmética realmente te sorprende la cara dura que supone dar como resultados científicos que “a 20 mujeres les parece que funciona”, cuando lo que lees en el anuncio es “resultados probados en el 90% de las mujeres”. Claro que la primera afirmación viene en tamaño pulga, en una esquina, y con un color, llamémosle… discreto, que no llame la atención. Pero al fin y al cabo el mayor perjuicio aquí es económico, y donde realmente te llevan los demonios es con los alimentos infantiles, que muchas veces son bazofia industrial, y que ponen en grandes letras “con vitaminas D y E”. Bazofia insalubre con vitaminas. Y luego nos sorprendemos de que nos lleguen niños de 8 años con colesterol alto e hipertensión.

La alimentación infantil, ha merecido un espacio preferente en las páginas de Consume y calla. Padres deseando dar lo mejor y que acaban tomando el peor camino por estar mal informados. ¿Qué aconsejarías a estos padres? ¿Cuál es el mejor modo de que nuestros hijos estén alimentados de forma sana desde que son bebés?

El mejor consejo es intentar recordar qué les daban a ellos de pequeños. Han crecido sanos ¿verdad? Antes no teníamos la epidemia de obesidad infantil que hay ahora; también los niños se movían, jugaban en la calle, y ese es un factor a no descuidar nunca. Pero lo principal es que nosotros sólo teníamos dulces y chuches los domingos y fiestas de guardar, y que las comidas se hacían regularmente y en la mesa. Y aunque no te gustaran las espinacas te las comías, nada de cambiarlas por comida basura. Enseñar a comer a un niño tiene trabajo, pero si empiezas con el ejemplo la mitad del mismo ya lo tienes hecho. Hay que comer con los niños y hay que volver a cocinar. La comida basura es muy cómoda, pero a la larga sale muy cara desde el punto de vista de la salud. Sobre todo con los niños.

¿Crees que nuestra forma de vida y una sociedad cada vez más materialista y obsesionada con la delgadez nos hacen más susceptibles y débiles?

Nos convierte en personas obsesionadas persiguiendo convertirnos en perfecciones de Photoshop, que han perdido el placer de disfrutar de la comida, de quererse a sí mismos, y de querer a sus cuerpos. La desnudez, cuando no es perfecta, se ha convertido en un tabú. Hay que volver a quererse y a cuidarse, a darse mimos y a verse bellos frente al espejo, seas como seas.
Y, adicionalmente, además de esta sociedad de infelices tenemos un elevado porcentaje de personas que se ponen enfermas y desarrollan un trastorno de la alimentación. Y son enfermedades muy graves, que pueden llevar a la muerte.
 
La entrevista original aquí

Publicado en el periódico El Tiempo de Colombia, 25 octubre 2014. 

¿Y SI VOLVIÉRAMOS A COMER COMO ANTES?

En su libro Consume y calla, la psicóloga Ana Gutiérrez desenmascara casos de publicidad engañosa

Por Zulma Sierra.

Comer como en tiempos de la abuela. Esto es lo que, en resumen, recomienda la psicóloga y especialista en trastornos de la conducta alimentaria, Ana Isabel Gutiérrez Salegui. Su último libro, Consume y calla, va de frente contra las grandes multinacionales de la alimentación que anuncian productos milagrosos.

‘Sin conservantes’, ‘cero colesterol’, ‘sin grasas’, ‘refuerza tus defensas’… Son frases tan populares como cuestionables, pues según Gutiérrez, “muchos de los estudios que supuestamente avalan las propiedades de estos productos han sido contratados por las mismas empresas”.

“Consume y calla” se apoya en más de 200 referencias de estudios publicados en revistas científicas o avalados por la Agencia Europea de la Seguridad Alimentaria (Efsa), aunque algunas librerías han preferido no exhibirlo para evitar problemas con las grandes marcas citadas en el texto.

¿Estamos ante casos de publicidad engañosa?

Las grandes empresas juegan con sobreentendidos para quedar en el límite de la ley. Las abuelas se compran el yogur con calcio porque tienen los huesos débiles pero nadie les dice que ciertos tipos de pescado, como las sardinas, tienen cien veces más calcio. Tendríamos que elegir de acuerdo a la información y no a la publicidad, porque estamos hablando de salud.

Las madres buscan alimentos con suplementos vitamínicos, ¿también caen en un error?

Hay un montón de alimentos que en sus empaques dicen ‘con hierro y vitaminas A y D’ en letras muy grandes, pero la información nutricional, que es la más importante, viene siempre en letras pequeñas y difíciles de entender. ¿Cuánto azúcar tiene? 36 gramos en un jugo es demasiado para un niño. Tú a lo mejor dices ‘no le voy a dar una gaseosa que contiene mucha azúcar, sino este jugo con vitaminas’, pero no te das cuenta de que tiene la misma o más cantidad de azúcares y solo ocho gramos de fruta.

Pero sí hay productos bajos en azúcares, ¿o no?

Si dice ‘bajo en azúcares’, mira cuántas grasas tiene. Si dice ‘bajo en grasas’, mira cuántos azúcares tiene. Estos mensajes no significan que el producto sea hipocalórico. Siempre hay que irse a la etiqueta. En Europa fracasó una buena iniciativa que consistía en poner un semáforo nutricional en los productos en los que el rojo significaba ‘comer esporádicamente’; amarillo, ‘comer con moderación’; y verde, ‘se puede comer en cualquier momento’. Las empresas invirtieron más de mil millones de euros para que no saliera adelante.

¿Cuál fue el caso que más le impactó de su investigación?

Hay varios, pero yo hablaría de los yogures para bebés. Marcas muy reconocidas sacaron este producto anunciando que contenía leche de continuación. Un estudio independiente determinó que una de las dos marcas no tenía leche de continuación, de manera que estaba mintiendo y además, las dos marcas ponían grandes cantidades de azúcares y grasas en este producto, superando las recomendaciones de la OMS para bebés. Esto es muy grave, porque los sabores los desarrollamos desde bebés, y con tantos azúcares, están fidelizando a sus clientes desde la cuna.

Y desde niños estamos pidiendo los productos más dulces…

¡Claro! Se supone que dentro de algunos códigos de autorregulación comercial está prohibido poner muñequitos y dibujitos en los alimentos para niños, pero las grandes marcas lo siguen haciendo. Para una mamá en un supermercado es difícil decirle ‘no’ al niño o explicarle por qué no puede llevar ese alimento tan llamativo, pero no podemos dejar en un niño de 4 años la decisión de lo que va a comer. La decisión tiene que ser nutricional. Hay un estudio que descubrió que los niños a partir de los dos años son capaces de distinguir las marcas. La publicidad de alimentos para niños debería estar libre de manipulaciones.

¿Qué quiere decir que un producto sea ‘light’?

Que tiene un 30 por ciento menos de calorías que el producto original. No significa que no tenga grasas ni azúcares. Si el original tiene 1.000 calorías, el light tiene 700. Entonces, si te metes cinco refrescos light, a lo mejor te estás metiendo 3.500 calorías, 1.000 por encima de la dieta total diaria de un adulto.

¿Y la gente que dice que adelgaza sin consumir gluten?

Ahora se pusieron de moda las dietas sin gluten porque algunas famosas dicen que funcionan. No es que dejar de comer gluten adelgace, sino que a lo mejor has dejado de consumir determinados hidratos de carbono y por eso bajas de peso. Si tú no tienes ninguna alergia, no te va a hacer daño consumir pan común y corriente.

¿Quiere decir que el pan no engorda?

No. Es perfectamente saludable, lo mismo que la pasta porque no tienen mucha carga calórica. Lo realmente hipercalórico es la grasa y los azúcares refinados.

¿Cuál es el secreto para una buena salud?

Yo diría que es comer lo que cocinaba tu abuela. Normalmente el almuerzo era un plato grande de sopa con mucha legumbre y verdura, y una carne en el seco. Antes se desayunaba muy bien y se cenaba ligero. ¿Y si volviéramos a comer lo mismo que antes? Nos saldría más barato, estaríamos menos preocupados por la imagen y mucho más sanos.

LA PELIGROSA “GORDOFOBIA”

En su libro ‘Consume y calla’, Ana Isabel Gutiérrez Salegui también analiza las dietas milagro.“Es curioso”, dice, “que en las zonas rurales encuentro gente más delgada y fibrosa. Se alimentan de forma natural y hacen ejercicio sin matarse en un gimnasio”. Gutiérrez alerta de que la gente se cuida de no engordar pero nunca de adelgazar demasiado. “Que una niña de 20 años se pueda quedar en un quirófano por una liposucción de una grasa que no le sobraba, es muy grave”. También advierte sobre los falsos delgados; personas que hacen mucho ejercicio pero cuya dieta es tan cuestionable que pueden tener altos niveles de colesterol.

SOBRE LA AUTORA

Ana Isabel Gutiérrez es psicóloga con especialidad clínica, social y del trabajo, por la Universidad de Salamanca. También es autora de ‘Trastornos del comportamiento alimentario: anorexia y bulimia’ (1999).

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