Ángel Peralbo, psicólogo y autor de “De niñas a malotas”, afirma que la solución pasa por valorar sus capacidades y potenciar su felicidad y su valía como personas.
Madrid. Alejandra Rodríguez.
Por una parte, parecen haber emprendido una carrera frenética para igualarse a los varones, pero no precisamente en los aspectos positivos tradicionalmente asociados al sexo masculino.
Por otra, hacen gala de un machismo recalcitrante teóricamente impropio de mujeres jóvenes que han crecido y han sido educadas en una sociedad más progresista e igualitaria. Y todo ello a una edad cada vez más precoz, que no va a acompañada de ninguna madurez emocional.
De esta manera, la incidencia de conductas agresivas ha aumentado en más de un 30% en los últimos cinco años entre las chicas de 13 y 14 años y, según avisan varios juzgados de menores, se trata de episodios cada vez más graves y continuados.
Asimismo, también están alcanzando, e incluso rebasando, a los chicos en lo referente al abuso de sustancias como el tabaco y el alcohol.
Concretamente, ellas ya fuman más que los varones y aunque éstos beben de forma más habitual, son las menores las que se emborrachan con mayor frecuencia. Emborracharse casi por sistema cada vez que salen de marcha suele llevar aparejada una conducta sexual irreflexiva, promiscua y “objetal”, término que los especialistas emplean para denominar el sexo “de usar y tirar”, relaciones en las que no hay sentimientos no ya de amor, sino siquiera de un mínimo aprecio.
EL DIÁLOGO, RIDICULIZADO
“Se trata de ser la más dura, la más macarra, la más malhablada, la que se enrolla con más tíos, la que impone sus gustos y normas por narices y la que dirime las diferencias a base de fuerza bruta”, resume Ana Isabel Gutiérrez Salegui, psicóloga especialista en adolescentes.
“Las chicas que presentan un perfil más conciliador, dialogante y, en definitiva, poco conflictivo, pasan a ser la ñoñas a las que se ridiculiza”, prosigue la experta.
Otros profesionales del sector refrendan estas cifras. Carine Sánchez, trabajadora social en Málaga, con una amplia experiencia en proyectos con menores, confirma no solamente el incremento de la agresividad y de la violencia femenina sino también el del machismo. “Trabajamos con chicas que no salen un fin de semana porque él ha trazado planes con sus amigos y se enfada si ella hace lo propio; que tienen que revisar su atuendo antes de salir de casa, que viven controladas por llamadas constantes de sus parejas… y que tienen interiorizadas ideas caducas como que son ellas las que han de asumir las tareas domésticas o que los celos responden al amor verdadero”, explica.
Por su parte, Ángel Peralbo, psicólogo en el gabinete Álava Reyes y autor del libro “De niñas a malotas”, corrobora que “no avanzamos en una línea y retrocedemos en la otra”, lo que hace que a partir de los 13 años las chicas sean mucho más proclives a sufrir trastornos psicológicos que los varones, según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que además dichos problemas sean más severos e incapacitantes que los que afectan al género masculino.
MÁS ESTADOS DEPRESIVOS
“Hasta esa edad las cosas están bastante igualadas, pero a partir de la preadolescencia las cosas se complican. Los problemas masculinos suelen estar asociados al comportamiento; los de ellas eran fundamentalmente de tipo anímico y relacionados con su sensibilidad, como la ansiedad o los estados depresivos. Ahora lidiamos con una situación desconcertante por esa mezcla de chicas que tienen un comportamiento malote combinado con una conducta de sometimiento, sumisión e infravaloración de su papel dentro de la pareja”, explica el experto.
En cualquier caso, los especialistas consultados por “SaludRevista.es” coinciden en que, afortunadamente, nunca es tarde para enmendar la situación y que las terapias con adolescentes dan frutos, a veces dulces.
¿Cuáles son las claves para que nuestras niñas transiten por el difícil periodo de la adolescencia sin caer en esta paradoja? Peralbo lo tiene claro, al menos en lo referente a dos áreas: la autoestima y la inteligencia emocional.
“Tenemos que valorar sus capacidades y potenciar su felicidad y su valía como personas, no sólo sus logros. Hemos descuidado la inteligencia emocional en favor de la formación curricular y no hemos favorecido su responsabilidad, su independencia, su juicio crítico o su tolerancia a la frustración. Concedemos mucha importancia al resultado, pero no al método y los valores que hay que cultivar para lograrlo”.
Si a esto le sumamos una comunicación más fluida y el refuerzo positivo (no incidir constantemente en lo que hacen mal y dar relevancia a lo que sí llevan a cabo bien) estaremos en el buen camino.
SEÑALES Y CLAVES A TENER EN CUENTA
Alertas: cambios bruscos de comportamiento, lenguaje soez, faltas de respeto, violencia contra las cosas, empujones… Con respecto a las parejas tóxicas, atención a variaciones en el modo de vestir en función de los mandatos de él, control excesivo a través del teléfono y de las redes sociales, renuncia a salir si no es con él, discusiones frecuentes por teléfono en las que se repiten gritos, lloros, rotura de objetos por rabia e impotencia.
Límites:desde pequeños han de aprender que no todo vale, que habrá ocasiones en que no logren lo que quieren y que no pueden obtenerlo a la fuerza. Sus actos negativos tienen consecuencias en forma de castigos proporcionados, pero firmes y que se cumplen.
Juicio crítico: darles herramientas para pensar por sí mismos. Fomentar su reflexión facilita su capacidad de decisión.
Responsabilidad: dársela progresivamente de acuerdo a su edad les gratificará y les harán sentirse muy valorados.
Fuera tabúes: buscar ayuda profesional no implica cuestionar la capacidad de los padres para educar. Normalmente la adolescente no querrá ir. No importa, la terapia lleva tiempo y es para todos. Se puede empezar con los padres hasta que los hijos se incorporen.
(Fotografía: John MacDougall)