LOS EFECTOS DE UNA HUELGA DE HAMBRE.

 

El cuerpo es un mecanismo maravilloso y sorprendente, con dispositivos de emergencia como el de reacción ante el peligro inminente o el ayuno forzoso. En ambos casos, en los que podría correr riesgo la vida se activan complicadas respuestas orgánicas para maximizar la posibilidad de supervivencia.
 
Disponemos de mecanismos cerebrales y orgánicos para hacer frente al ayuno en casos de catástrofes, accidentes o enfermedades que nos impidan comer por un tiempo. Otra cosa muy diferente es una huelga de hambre o un ayuno autoimpuesto por enfermedad mental como es el caso de la anorexia nerviosa o algunos delirios, aquí el organismo reacciona porque no hay comida pero el cerebro sabe que está ahí, al alcance de la mano, lo cual añade un sufrimiento psicológico adicional, dado que la persona es consciente de que los síntomas y daños que está padeciendo son autoinflingidos en defensa de una idea.
 
Los mecanismos de defensa son de tiempo limitado y se van adaptando a la duración de la carencia del alimento, así como a la intensidad del ayuno, no es igual la respuesta ante un ayuno total que ante uno parcial.
 
El adelgazamiento, técnicamente, es un proceso de “autocanibalismo”, el cuerpo para sobrevivir se come a sí mismo, eso explica los altos niveles de actividad que pueden llegar a desarrollar en etapas iniciales de ayuno, el cuerpo sí se está alimentando, lo que el común de la población desconoce es que, en su mayoría, no se alimenta de grasa, si no de músculo, es la “depleción proteica muscular” que produce la pérdida progresiva del mismo.
 
Tras cinco días de ayuno, el hipotálamo, “avisado” por la acción constante de los cuerpos cetónicos, activa los “dispositivos de ahorro” hormonales, metabólicos y gastrointestinales. Aparece el estreñimiento, disminuyen determinadas hormonas, como las sexuales y disminuye la capacidad termogénica, el cuerpo empieza a ser incapaz de generar adecuadamente calor. En este momento el patrón de adelgazamiento se altera, aunque ingesta y gasto sean iguales que en días anteriores, se pierde menos peso. El organismo está intentando “alargar al máximo las reservas”, aun así y en estado de reposo el cuerpo continúa consumiendo unos 300 gr de proteínas musculares diarias.
En es “modo ahorro” las funciones se ralentizan, el corazón late más despacio, apareciendo en muchos casos la bradicardia, lo que a su vez provoca que el aporte sanguíneo a las extremidades sea deficitario. Las manos y los pies estarán fríos, y en ocasiones azulados, es la acrocianosis distal.
Podemos sobrevivir sin alimentos sólidos, no así sin líquidos, el organismo sin agua o algo que aporte hidratación, se deshidrataría en pocos días y moriría. En una huelga de hambre el sujeto suele permitirse a sí mismo beber líquidos con distintos aportes nutricionales, pero si solo bebe agua, perderá progresivamente electrolitos, no hay que olvidar que la función urinaria se mantiene, haciendo que se pierna con la orina sodio y potasio, ambos fundamentales para el funcionamiento del corazón. Por debajo de un nivel concreto de potasio la posibilidad de arritmias o de un fallo de la bomba sodio-potasio y por lo tanto la posibilidad de un fracaso cardiaco se convierte en una posibilidad real. Es por esto que ante una huelga de hambre se suele plantear la necesidad de una ingesta de líquidos con electrololitos y de control cardiológico.
En los Trastornos alimentarios que, salvando las distancias de diferencias psicológicas, de motivación y de algunas conductas como el uso de laxantes, diuréticos o la presencia de vómitos, guardan cierta similitud desde el punto de vista puramente médico, la muerte se produce por dos causas, el suicidio y el fracaso cardiaco. Este último en su mayoría por alteraciones de la bomba sodio-potasio.
Cuanto más se mantenga la situación de inanición, mayor número de síntomas irán apareciendo y se irán agravando los existentes. Sequedad de la piel, problemas visuales por déficit de vitamina A, fragilidad de los anejos cutáneos…y un interminable etcétera, ya que hasta la última célula del cuerpo tiene necesidad de alimentarse.
Cuando el cuerpo, ya con un nivel extremo de adelgazamiento o emaciación, ha agotado las proteínas musculares disponibles en los “grandes músculos”, brazos, torso, piernas… se verá obligado a recurrir a otros músculos, los que se encuentran en vísceras como el corazón, es la “depleción proteica visceral”. Es en este momento cuando puede aparecer una lesión cardiaca.
-¿Pero qué está ocurriendo en el cerebro?-Como todo órgano también se alimenta, siendo la fuente fundamental de nutrientes la glucosa. Las circunvoluciones cerebrales adelgazan, los neurotransmisores, imprescindibles para el correcto funcionamiento del mismo comienzan a alterarse, cobrando especial protagonismo la disminución de la serotonina, implicada en enfermedades mentales como la depresión o los trastornos obsesivos.
Las funciones cognitivas se alteran, disminuyendo atención, concentración y memoria. Aparecen cambios bruscos de estado de ánimo, irritabilidad o labilidad emocional con crisis de llanto. También el aumento de la obsesionabilidad va a interferir en el juicio crítico y la toma de decisiones, reforzando la fijación por la idea que le llevó a la huelga y minimizando la importancia de los síntomas aparecidos, siendo este el factor psicológico, acompañado de otros factores puramente orgánicos, por el que se dice que “el ayuno se perpetúa a sí mismo”.
En este punto sólo hay dos caminos a tomar, que se continúe con la huelga de hambre y por lo tanto con el agravamiento de la situación clínica de la persona o que se proceda a la recuperación nutricional de la misma, bien de forma voluntaria, al tomar conciencia el huelguista de la situación de riesgo, o bien por orden judicial, con el mismo planteamiento médico-legal con el que se actúa en intentos de suicidio, garantizar la vida, aun en contra de los deseos del paciente.
Comienza aquí el proceso de recuperación, no exento de riesgo, ya que hay que volver a poner en marcha un organismo cuyas funciones se han ralentizado y no hay que olvidar la premisa clínica de que “lo que no se usa se atrofia”. Se debe hacer lenta yprogresivamente para evitar el Sindrome de Realimentación, no exentos de riesgos graves. Asimismo se debe ir introduciendo de forma paulatina el ejercicio con el fin de recuperar la masa muscular perdida.
Una vez recuperado psicológicamente y nutricionalmente, habrá que valorar lesiones y secuelas, si bien la mayoría de los síntomas son recuperables, hay algunos que, de haber aparecido, no podrán revertirse, como las lesiones cardiacas, o esta reversibilidad será a muy largo plazo, como los síntomas neuropsicológicos, que en ocasiones pueden tardar meses en desaparecer.
La huelga de hambre es una solución extrema, un grito sin palabras cuando se han agotado todas las opciones de ser escuchado, sólo movido por la desesperación el hombre se hace daño a sí mismo para que la sociedad dirija la mirada hacia su causa. Abramos los ojos y escuchemos lo que tiene que decir.