DE ADOLESCENTE OCCIDENTAL A ESCLAVA DEL ISIS

Colaboración con el blog de Vestalia Asociados:

De forma esporádica aparecen publicadas noticias sobre jóvenes detenidas cuando se disponían a iniciar el viaje para unirse al ISIS. En los casos más graves, la noticia que leemos es que otras han conseguido llegar allí.

Y nos inunda la incomprensión más absoluta.

¿Que puede llevar a una adolescente occidental, que vive en la sociedad más libre e igualitaria que existe para las mujeres (aunque aún quede un largo camino por recorrer en ese aspecto) a embarcarse un proyecto de futuro que lleva implícita la esclavitud en todos los aspectos posibles?

¿Cómo pueden creerse las promesas de amor y de ser necesarias para “la revolución”?
¿Cómo pueden obviar el encierro, el burka, la posibilidad de ser vendidas como esclavas sexuales, de ser usadas con meros usos reproductores? ¿Qué argumento provoca que sean capaces de decir adiós para siempre a sus familias, a sus amigos, a su libertad?
Y nos contestamos que “tienen que estar mal” para ello y con ese argumento disminuimos la disonancia cognitiva que provoca el pensamiento de “Y si mi hija pudiera acabar haciendo algo así”.
No están mal, de hecho muchas son chicas totalmente normales a las que los cuentos y las películas les han imbuido la idea de que lo mas maravilloso que puede pasar en la vida es vivir una gran pasión, embarcarse en aventuras o participar en una revolución…
Y, en un momento de ausencia de expectativas de futuro, alguien aparece en su
vida o en su ordenador prometiendo convertirlas en huríes, ¡en heroínas! Las convencen de que tienen una misión… 
Y ellas comienzan a seleccionar solo aquella información que les corrobora la película que han empezado a contarles.
Los adolescentes son fácilmente manipulables, sobre todo si se sienten poco importantes para su familia,  o están perdidos buscando una identidad y una dirección vital.
Por eso son presas fáciles de bandas de pandilleros, de sectas y ahora, sin mucha diferencia en las técnicas, de las redes de captación yihadista.
Todas, sin excepción les hacen sentir importantes y “formar parte de algo”.

Solo hay una forma de evitarlo y es dedicarles tiempo para percibir si algo está cambiando en ellos. Tiempo para ponerles límites para que sepan lo importantes que son para nosotros y tiempo para su educación. Pero una educación en habilidades y capacidades, una educación que ayude a madurar, que enseñe a mirar en la vida a corto, medio y largo plazo, que imbuya de responsabilidad y  haga interiorizar que las acciones tienen consecuencias.

Esa educación que enseña a usar el espíritu crítico y que hará que cuando alguien desconocido les prometa algo se pregunten a cambio de qué. Esa educación que impele a confiar en su familia y preguntar y asesorarse desde el convencimiento de que la información minimiza la posibilidad de equivocarse en la toma de decisiones.
Sin todo ello son corderos entre lobos.